A veces cuando le veo a los ojos me digo: “Sí, esa es la mujer que yo busco, justamente ella, , qué más” sí, es que en sus ojos veo fielmente ese abismo, esa profundidad que busco en las mujeres; enseguida pienso en decirle algo, declararle mi amor, pero lo malo es que ella me toma de la mano, me la acaricia, yo tiemblo, siento que mi virilidad se inquieta, que sus labios se dirigen a los míos, y por fin pues me quedo, allí, en ese lugar donde siempre he estado, esperando verla pasar al interior del museo y viendo siempre frente a mí ese cuadro de la virgen que me deja mudo pensando en esa mujer que ahora está allí, y que no está y que en vez de hablarle de dirigirme a ella me quede realizando sueños eróticos y veo entonces lo que está sucediendo realmente, que todos los días cuando entra la secretaria me hundo en el abismo de sus ojos y sólo contesto:
—Buenos días.
José Gilberto Hernández Ramírez
No. 49, Octubre-Noviembre 1971
Tomo VIII – Año VIII
Pág. 387