Herodoto

Herodoto 

Se le considera el Padre de la Historia. Nace en el Asia Menor en una comunidad doria y, tras emigrar por motivos políticos a Samos, realiza extensos viajes de los que deja testimonio en historia, donde hace referencia a otros pueblos y culturas como Egipto, Libia, Escitia. Su tema central es el conflicto entre Persia y Grecia, que se conoce como las Guerras Médicas. Su método de trabajo se basa en el testimonio y la recopilación de impresiones que no implican incoherencias e imprecisiones.

Los textos se nutren de las tradiciones orales, no siempre muy confiables, que se entremezclan con el análisis. Su contribución es el tono secular que imprime a la obra, en las que las acciones humanas son propias y no están determinadas por la voluntad de los dioses. La visión general es universal, ya que si bien está limitada en espacio y tiempo, capta la confrontación de la guerra greco-persa, compara varios mundos y sus respectivas culturas y distingue a los griegos de los pueblos bárbaros como los medos, persas y egipcios.

En el 443 a.C. Heródoto se instaló en Panhellen, colonia de Turios, en el sur de Italia. Se dedicó el resto de su vida a completar su gran obra, conocida como Historias, derivada de la palabra griega investigación.

Los estudiosos de Historias la dividieron más tarde en nueve libros. Los primeros tratan sobre las costumbres, leyendas, historia y tradiciones de los pueblos del mundo antiguo, incluidos los lidios, escitas, medas, persas, asirios y egipcios.

Los tres últimos versan sobre los conflictos armados entre Grecia y Persia a principios del siglo V a.C. El desarrollo de la civilización se presenta como un movimiento inexorable hacia un gran enfrentamiento entre Persia y Grecia, considera dos centros, respectivamente, de las culturas orientales y occidentales. La información de Herodoto procede en parte de los trabajos de sus predecesores y en parte de las observaciones que hizo durante sus extensos viajes.

Sus Historias son el primer trabajo importante en prosa. Tanto las críticas antiguas como las modernas han rendido homenaje a la grandiosidad de su estilo y su franqueza, lucidez y a su delicioso estilo anecdótico. Heródoto demuestra un gran conocimiento de la literatura griega y un pensamiento contemporáneo racional.

Creía que el universo estaba regido por el destino y el azar, y que nada en los asuntos humanos es estable. Sin embargo, la elección moral sigue siendo importante, ya que los dioses con frecuencia castigan la arrogancia. Este intento de extraer lecciones morales del estudio de los grandes acontecimientos es la base de la historiografía griega y romana[1].

 

Mujeres babilonias


La costumbre más infame que hay entre los babilonios, es la de que toda mujer natural del país se prostituya una vez en la vida con algún forastero, estando sentada en el templo de Venus. Es verdad que muchas mujeres principales, orgullosas por su opulencia, se desdeñan de mezclarse en la turba con las demás, y lo hacen es ir en un carruaje cubierto y quedarse cerca del templo, siguiéndolas una gran comitiva de criados. Pero las otras, conformándose con el uso, se sientan en el templo, adornada la cabeza de cintas y cordoncillos, y al paso que las unas vienen, las otras se van. Entre las filas de las mujeres quedan abiertas de una parte a otra unas como calles, tiradas a cordel, por las cuales van pasando los forasteros y escogen la que les agrada. Después que una mujer se ha sentado allí, no vuelve a su casa hasta tanto que alguno le eche dinero en su regazo y sacándola del templo satisfaga al objeto de su venida. Al echar el dinero debe decirle:”Invoco en favor tuyo a la diosa Mylitta”, que este es el nombre que dan a Venus los asirios: no es lícito rehusar el dinero, sea mucho o poco, porque se le considera como una ofrenda sagrada. Ninguna mujer puede desechar al que la escoge, siendo indispensable que le siga, y después de cumplir con lo que debe a su diosa, se retira a su casa. Desde entonces no es posible conquistarla otra vez a fuerza de dones. Las que sobresalen por su hermosura, bien presto quedan desobligadas; pero las que no son bien parecidas, suelen tardar mucho tiempo en satisfacer a la ley, y no pocas parecen allí por el espacio de tres y cuatro años.

Herodoto
No. 102, Abril-Junio 1987
Tomo XVI – Año XXIII
Pág. 218