El pensar que dos y dos son cuatro y que no pueden ser tres ni cinco, ha lacerado el corazón humano durante mucho tiempo y, probablemente, seguirá lacerándolo mucho tiempo más. —Housman
Fue un revolucionario, un verdadero innovador, un inconforme. Impugnó el inmovilismo matemático y eso fue su ruina. Simple y sencillamente no podía aceptar que dos más dos fueran siempre cuatro.
Por eso fue acusado, juzgado y condenado. Murió miserablemente, olvidado y amargado.
Ahora, después de tantos años de su muerte, ha surgido un movimiento que pretende reivindicar su memoria, su ideal, su obra. Los iniciadores de esta corriente se basan en el hecho de que, si bien no se ha podido demostrar que dos más dos sean cuatro, tampoco hay bases científicas para afirmar lo contrario; de donde deducen que la creencia —tan generalizada— de que dos más dos no son otra cosa que cuatro, proviene de un error histórico, que la costumbre y la pereza mental secular de la humanidad dio como válido y, no de universales o sofisticadas investigaciones como se supondría que fue.
Los razonamientos de los herederos del “anti-inmovilismo matemático” han tomado tal fuerza que, la premisa de que dos más dos son cuatro, aunque todavía ampliamente aceptada, ha dejado de ser una verdad absoluta.
Armando Murao
No 78, Julio-Agosto 1977
Tomo XII – Año XIII
Pág. 555