María Guadalupe Rangel Dávalos

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María Guadalupe Rangel Dávalos

Nació en la Ciudad de México DF el 1o de junio de 1952

Es Licenciada en Derecho y en Psicología por la UNAM.

Participó como anfitriona del taller de Literatura coordinado por el maestro Felipe San José durante los años de 1982-1985. Como resultado de este taller se publicó el libro «Los cuentos del miércoles» del cuál es coautora.

Publicó varias minificciones en la revista «El Cuento», «La brújula en el bolsillo» y » Omnia»

Otro libro que publicó fue » Iconoclasia» y ha escrito dos libros de cuentos en espera de publicarse.

Actualmente es jubilada del SNDIF y continúa escribiendo.[1]

[1] Semblanza cortesía de la propia María Guadalupe Rangel.

Justificación

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—Pues sí doctor, ya sé que abandoné la Terapia sin avisarle; pero es que pensé que ya estaba todo arreglado. ¿Recuerda que pasamos dos años tratando de resolver mi complejo? Pues cuando ya casi lo logramos sucedió que me enteré de que había sido adoptado. ¿Se imagina? Yo estaba feliz, hice mil preparativos y planes, por eso no regresé; pero cuando le propuse matrimonio a la que yo había creído mi madre, me explicó que tuvo que tramitar la adopción, únicamente para justificar ante la sociedad que no era madre soltera.

María Guadalupe Rangel
Número 136 – 137, julio-diciembre 1997
Tomo XXIX – Año XXXIII
Pág. 97

Todo tiene un límite

136-137 top

—En esta primera audiencia del Juicio Penal entablado en contra del Sr. Alfredo Sánchez por el delito de doble homicidio, tiene la palabra el acusado.

Alfredo se levantó rápidamente y con voz clara y firme declaró:

—Señor Juez, sólo puedo repetir lo que dije ante el Ministerio Público: Que sí es cierto que maté a mi esposa, cuando al llegar a mi casa la encontré en brazos de su amante; pero… no sé si usted sea casado y comprenda… casi creí morir de indignación por la escena que contemplaba. Mi esposa sin inmutarse siquiera, me miró burlonamente y exclamó:

—Bueno, sí, ahora ya lo sabes, por esta vez te gané la partida. Entonces ya no pude esperar más, saqué la pistola y disparé. Luego Guillermo, muy tranquilo, como si no hubiera pasado nada, se apartó de mi esposa y se dirigió a mí con su irresistible sonrisa, esa con la que me había conquistado dos años atrás.

María Guadalupe Rangel
Número 136 – 137, julio-diciembre 1997
Tomo XXIX – Año XXXIII
Pág. 71

No basta sólo una mirada

Desde el primer día que se cambió al departamento de enfrente, él le había gustado, por eso no era casual que dejara abiertas las cortinas de la sala. Se podían ver a cada momento. Cada movimiento de ella era conocido por él; y tampoco ella lo perdía de vista.

Casi era rutina que por las mañanas se sonrieran mutuamente. Durante el resto del día los departamentos permanecían vacíos; pero al caer la noche, ambos regresaban y se buscaban las miradas. Con la luz encendida se podían ver más fácilmente.

Fue una noche de esas, tres meses después de haberse mirado por primera vez, que ella tomó la iniciativa, le mostró una botella de vino, le sonrió y lo invitó con señas para que viniera a su casa.

Mientras le esperaba, ella revisó todo: su camisón de encaje transparente, la luz tenue, música suave… en cualquier momento llegaría, así que dejó la puerta entreabierta y se recostó provocativamente en el sillón. Ya faltaba poco, sí, la puerta se fue abriendo lentamente, después se cerró de golpe. Por fin estaban juntos, él se colocó detrás de ella y empezó a acariciarle el cuello, y ella… no supo más, su cuello se rompió fácil y rápidamente.

María Guadalupe Rangel Dávalos
No. 135, Abril-Junio 1997
Tomo XXIX – Año XXXIII
Pág. 19