Eureka

Los gobernantes del mundo, sentados a una mesa kilométrica, corríanse de boca en boca el último tema que debatirían. En eso, sin saber cómo, un mendigo errante se halló dentro del salón y, temeroso, preguntó al más cercano dónde estaba la salida. La ronda llegaba al interpelado y pasó la pregunta. “Debe haber una salida” —corrió la voz de boca en boca y alcanzó al mendigo cuando llegaba al otro extremo de la inmensa habitación. “Sí, aquí está, muchas gracias” —dijo, escabulléndose por el portón entreabierto. Entonces todos le siguieron.

Francisco Linares Suárez
No. 133, Abril-diciembre 1996
Tomo XXVIII – Año XXXII
Pág. 41