El duelo

Cuando todos se hubieron marchado en cabizbaja procesión, tal como llegaron, nadie advirtió que del montículo de tierra surgía tembloroso un dedo.

Aguzando el oído, aún podían oírse las últimas frases de alguien del cortejo: ¡Fue un hombre que luchó hasta el fin!

Miguel Flores Ramírez
No. 39, Noviembre – Diciembre 1969
Tomo VII – Año V
Pág. 65

El suicida

¿Qué cómo pudo ser…? Sencillamente así:

¡Desisto!; ¡Vaya oportuna impertinencia de suspender la lectura y precisamente unas líneas antes de terminar mi intento!

De entonces, todo mundo que llegaba casi al final de aquel libro, se sorprendía de no encontrar la conclusión. Los más, suponen que el personaje terminó suicidándose.

Miguel Flores Ramírez
No. 39, Noviembre – Diciembre 1969
Tomo VII – Año V
Pág. 41

Autor leído

De cuando en cuando releía mis truculencias y en alguna forma los personajes cobraban un sentido diferente al que originalmente les había endilgado. Después en cuando, las palabras me sonaban diferentes y hasta ajenas, y llegué a convencerme que estaban siendo devueltas con rebeldía y añadida venganza. Lo definitivo fue hoy mismo y para siempre, cuando al abrir alguno de mis libros, un gruñido metálico de la puerta oxidada me negó la esperanza de seguir engañándome por más tiempo. Sentí un calosfrío de príncipe hecho rey en el preciso momento de la coronación.

La puerta se cerró sin posibilidad alguna de regreso y lentamente, sin esfuerzo cierto, empecé a divagar en un monólogo que alguien con seguridad estaría leyendo.

Miguel Flores Ramírez
No 45, Septiembre-Octubre 1970
Tomo VII – Año VII
Pág. 795

El mago Fidencio

Después de tantos años de darle vueltas al asunto ni duda cabe que todo fue a causa de esa maldita inconciencia que a diario nos traíamos. Y como no, si todavía ahora hay muchos que ni cuenta se han dado y aquí están formaditos, siempre hablando de quién sabe cuantas estupideces. Nuestra desgracia (y a la mejor ni tanta, pues de no ser por el recuerdo de lo que fuimos todos fuésemos felices) empezó aquella tarde en El Gran Circo del Mundo, único en su género según anunciaba la propaganda, cuando el increíble mago Fidencio (aún todavía no atino el porqué del nombre tan poco comercial) con una rapidez de cajero de banco sacaba con su enguantada mano blanca, conejos y más conejos de un sombrero de copa alta. Ahí estábamos totalmente embebidos en el conteo de los conejos que en un parpadeo no vimos el abracadabresco pase que hizo, del propio ilusionista, un conejo gigante que sacaba pequeños maguitos fedencios del mismito sombrero. Lo peor fue que todos celebramos a carcajada limpia el tan original acto sin preguntarnos siquiera dónde había estado el truco. El gran truco, porque desde entonces ya no son fidencios los que brotan de la chistera, sino nosotros mismos que formaditos esperamos la hora de brincar al escenario ante un público de conejos sin chiste, pues se quedan como si nada con el acto del gran mago: el conejo Fidencio.

Miguel Flores Ramírez.
No. 46, Noviembre 1970
Tomo VIII – Año VII
Pág. 45