El legislador y la pastilla de jabón

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Un miembro de la legislatura de Kansas encontró un día una pastilla de jabón. Iba a seguir su camino sin prestarle atención, cuando la pastilla de jabón insistió en estrechar su mano. Pensando que tal vez la pastilla de jabón gozaba acaso del derecho del voto, el legislador estrechó a la pastilla cordialmente. Cuando la soltó, se dio cuenta de que tenía jabón adherido a sus dedos. Alarmadísimo, llegó hasta un río y se lavó la mano para quitarse el jabón. Sin darse cuenta, puso algo de jabón en la otra mano, que también tuvo que lavar. Cuando terminó con la operación, sus dos manos estaban tan blancas que tuvo que acostarse en seguida y llamar al médico.

Ambrose Bierce
No. 13, Junio 1965
Tomo III – Año II
Pág. 498

Ambose Bierce
No. 143-145, Abril-Diciembre 1999
Tomo XXX – Año XXXV
Pág. 80

La creación de Eva

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“Esta se llamará varona, porque del hombre ha sido tomada” (Génesis)

Adán se sintió invadido por un profundo sopor. Y durmió, durmió largamente sin soñar nada. Fue un largo viaje en la oscuridad.

Cuando despertó, le dolía el costado. Y comenzó su sueño.

Álvaro Menén Desleal
No. 13, Junio 1965
Tomo III – Año II
Pág. 527

Bon vino

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El cielo y la tierra son la habitación de las diez mil cosas. La claridad y las tinieblas son sólo huéspedes fugitivos en las cien generaciones. La vida flota como un sueño. ¡Cuán corta es la alegría! Por eso el hombre debe embriagarse cuando tiene vino. No puede entrar una gota en la sepultura. Por esa razón debemos beber vino en las mañanas floridas y en las noches de luna, no dejando para el día siguiente las alegrías presentes. Habríais de ser una deidad vulgar si no experimentases los goces del vino.

Chung-Kuei, Domador de demonios
No. 13, Junio 1965
Tomo III – Año II
Pág. 525

Holocausto en la tierra

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En esa ficción alegórica, Hawthorne prevé un momento en que los hombres, hartos de acumulaciones inútiles resuelven destruir el pasado. En el atardecer se congregan, para ese fin, en uno de los vastos territorios del oeste de América. A esa llanura occidental llegan hombres de todos los confines del mundo. En el centro hacen una altísima hoguera que alimentan con todas las genealogías, con todos los diplomas, con todas las medallas, con todas las órdenes, con todas las ejecutorias con todos los escudos, con todas las coronas, con todos los cetros, con todas las tiaras, con todas las púrpuras, con todos los doseles, con todos los tronos, con todos los alcoholes, con todas las bolsas de café, con todos los cajones de té, con todos los cigarros, con todas las cartas de amor, con toda la artillería, con todas las espadas, con todas las banderas, con todos los tambores marciales, con todos los instrumentos de tortura, con todas las guillotinas, con todas las horcas, con todos los metales preciosos, con todo el dinero, con todos los títulos de propiedad, con todas las constituciones y los códigos, con todos los libros, con todas las mitras, con todas las dalmáticas, con todas las sagradas escrituras que hoy pueblan y fatigan la tierra. Hawthorne ve con asombro la combustión, y con algún escándalo; un hombre de aire pensativo le dice que no debe alegrarse ni entristecerse, pues la vasta pirámide de fuego no ha consumido sino lo que era combustible en las cosas. Otro espectador —el demonio— observa que todos los empresarios del holocausto se han olvidado de arrojar lo esencial, el corazón humano, donde está la raíz de todo pecado, y que sólo han destruido unas cuantas formas.

Narrado por Jorge Luis Borges
No. 13, Junio 1965
Tomo III – Año II
Pág. 523

Infierno chino

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En el infierno sopla un viento espantable. En la oscuridad hay una niebla infinita. En el viento del Infierno suenan clamores confusos, que parecen quejidos y sollozos. En la niebla oscura se ven siluetas esfumadas como fantasmas u ogros. Se ven ahorcados, otros cargados de cadenas, y ninguno sabe el día en que escapará de la montaña infernal. Los hay tronchados por la sierra, machacados en el mortero. Ninguno sabe el tiempo en que podrá abandonar su prisión. Entre los hombres no se ve esta raza de traidores y pecadores. En el infierno viven muchedumbres que reciben su castigo.

Chung-Kuei, Domador de demonios.
No. 13, Junio 1965
Tomo III – Año II
Pág. 520

Radiación cósmica

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Forma parte de nuestra fe creer que es posible predecir las probabilidades del futuro. Para nosotros, la adivinación, por cualquier medio, es una ciencia y es segura. Creemos en la astrología. Para nosotros las “influencias astrológicas” no son más que rayos cósmicos “coloreados” o alterados por la naturaleza del cuerpo que lo refleja a la Tierra. Todos se mostrarán de acuerdo en que se puede tener una cámara y una luz blanca y tomar una fotografía de algo. Si ponemos varios filtros sobre la lente de la cámara —o sobre la luz—, podemos arreglar ciertos efectos sobre la fotografía terminada. Podemos tener efectos ortocromáticos, pancromáticos, o infrarrojos, para mencionar sólo tres. Del mismo modo las personas se ven afectadas por la radiación cósmica que choca con su propia personalidad química y eléctrica.

Lobsang Rampa
No. 13, Junio 1965
Tomo III – Año II
Pág. 516

El cielo cuna

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Una muchacha cuna de quince años, con una bonita argolla de oro en la nariz me ha hecho el siguiente relato del cielo:

“Cuando uno se muere se va en una canoa por un río largo. Uno está entonces muy débil, como borracho, y no puedo remar. Va así, muy débil en el centro de la canoa, y van cinco personas adelante y cinco atrás, que son las que reman. (Le pregunté si estas personas se veían, y me respondió con mucho énfasis: ¡No se ven!). El río tiene diez vueltas. Cuando el río está muy estrecho y tiene poca agua, se bajan de la canoa y empiezan a caminar hasta llegar al cielo.

“En el cielo todo es de oro. Se usan vestidos muy lindos, de sedas, con muchos colores. No más vestidos como éstos (y señalaba su vestido). Hay caballos muy grandes, y muchos perfumes, y casas muy lindas. Todas las casas tienen sus números. Allí en el cielo están todos los días aprendiendo, y aprendiendo mucho. Se aprenden muchas cosas, se aprende a leer.

“¿Peleas?, eso se arregla. No más peleas en el cielo.

“Cuando uno llega donde Dios, Dios está de espaldas. Uno le pregunta si lo quiere coger, Dios sólo vuelve la cabeza un poco. Se le repite la pregunta y se vuelve un poco más. A la tercera vez está completamente de frente. A los que han sido malos, a los que tienen rabias, Dios les sopla y los bota otra vez al río por donde habían venido. A los buenos les dice: ΄Este es un chiquito mío΄, y los coge en sus brazos. Porque cuando uno llega allá se vuelve como un chiquillo.

“En el cielo uno se hace ΄de oro mismo΄. Cuando una muchacha murió sin casarse, allí consigue marido: ΄muchachos muy bonitos΄. Cada persona que se muere encuentra su casa con su número. Antes de que se muera, su casa no tiene número. Cuando se muere se abre su casa y tiene número. Cada persona tiene su tienda. Los amigos tienen sus tiendas juntas. Los maridos y las mujeres ya no duermen juntos, sino que tienen sus tiendas, una al lado de la otra, y también las tiendas de sus parientes y de los amigos.

“En el cielo nunca se trabaja. Ya jamás se trabaja para cocinar. Todos tienen buenos vestidos y buenos zapatos.”

Ernesto Cardenal
No. 13, Junio 1965
Tomo III – Año II
Pág. 510

Revelación

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Un león fue atacado por un grupo de lobos hambrientos, que lo rodearon aullando, aunque ninguno de ellos se atreviera a echársele encima.

—¡Qué criaturas tan útiles! —se dijo el león tumbándose a dormir la siesta—, pues me revelan mis virtudes. Hasta hoy ignoraba que yo también sirvo para que me coman.

Ambrose Bierce
No. 13, Junio 1965
Tomo III – Año II
Pág. 500

Los cañones de madera

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Los oficiales del regimiento de artillería pidieron permiso al gobernador para emplear cañones de madera en los ejercicios de tiro.

—Pues —explicaron— serán más baratos que los cañones de verdad.

Nadie podrá acusarme de sacrificar la eficacia en perjuicio de la economía —declaró el gobernador—. Tendrán ustedes cañones de verdad.

—Muchas gracias —exclamaron los oficiales, entusiasmados—. Los trataremos con todo cuidado y, en caso de guerra, los devolveremos al arsenal.

Ambrose Bierce
No. 13, Junio 1965
Tomo III – Año II
Pág. 500

El ganso y el hombre

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Un hombre estaba desplumando vivo un ganso, cuando éste le dirigió la palabra en estos términos:

—Supongamos que seas un ganso. ¿Crees que te gustaría ser tratado como yo lo soy ahora?

—Supongamos que yo sea un ganso —contestó el hombre—. ¿Te gustaría desplumarme?

—¡Claro que sí! —exclamo el ganso con énfasis muy natural, pero con muy poca sensatez.

—Muy justo —concluyó su verdugo arrancando otro montón de plumas—. Esa es mi forma de pensar en relación contigo.

Ambroce Bierce
No. 13, Junio 1965
Tomo III – Año II
Pág. 500

El puente

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Una mujer muy rica, al regresar de un viaje por el extranjero, quiso llegar hasta su casa caminando sobre el lodo de la calle.

—Señora —le dijo un policía—, no puedo permitir que haga eso: se ensuciará las medias y los zapatos.

—¡Oh, no tiene importancia! —dijo alegremente la mujer rica, mientras le dedicaba una sonrisa

—Señora, como puede usted ver, la calle está ocupada por centenares de periodistas tumbados en el fango, que están deseando que les haga el honor de pasar por encima.

—En ese caso —dijo la señora sentándose en el umbral de una puerta y abriendo su bolsa— tendré que ponerme las botas de hule.

 

Ambrose Bierce
No. 13, Junio 1965
Tomo III – Año II
Pág. 500

El límite

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El rey de unas islas lejanas nombró primer ministro a su caballo y a un hombre de montura. Habiendo observado que esa disposición llenaba al reino de prosperidad, un hombre de estado, cargado de años, aconsejó al rey que se fuera a pacer y pusiera un buey en el trono.

—No —declaró pensativo el monarca—. Un buen principio puede ser nefasto si se abusa de él. Una verdadera reforma no debe llegar a la revolución.

Ambrose Bierce
No. 13, Junio 1965
Tomo III – Año II
Pág. 499

Consulta incompleta

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Un juez de la suprema corte estaba sentado al borde de un río cuando se acercó un viajero y le dijo:

—Deseo atravesar este río. ¿Sería lícito usar ese bote?

—Sí —dijo el juez—, porque me pertenece.

El viajero le dio las gracias, se embarcó y se alejó a fuerza de remos. Pero el bote se hundió y el viajero se ahogó.

—¡Miserable! —gritó un espectador indignado—. ¿Por qué no le advirtió que había un boquete en el fondo del bote?

—No me consultó sobre el estado del bote —respondió el eminente jurista.

Ambrose Bierce
No. 13, Junio 1965
Tomo III – Año II
Pág. 499

El santo y el pecador

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—Amigo mío —dijo un distinguido oficial del Ejército de Salvación a un perverso pecador—, en otros tiempos fui un borracho, un ladrón un asesino. La gracia divina ha hecho de mí lo que soy ahora.

El perverso pecador lo miró de pies a cabeza, y contestó:

—Imagino que desde ahora la gracia divina sabrá que lo mejor es el enemigo del bien.

Ambose Bierce
No. 13, Junio 1965
Tomo III – Año II
Pág. 499

Expiación

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Dos mujeres se peleaban en el paraíso por la posesión de un hombre que acababa de llegar.

—Yo era su mujer —declaró una.

—Y yo su amante —dijo la otra.

San Pedro dijo al hombre:

—Vete a otro sitio: ya has sufrido bastante.

Ambrose Bierce
No. 13, Junio 1965
Tomo III – Año II
Pág. 499

El hombre y su sombra

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La Carta del tiempo 116 correspondiente al año 1962, aparte de indicar que la humedad relativa a la fecha era de noventa por ciento, y la presión atmosférica de 1011.0 mililibras (y otras cosas de igual jaez, como la temperatura, el crepúsculo civil, etc.), decía esto como algo de no mayor importancia:

Finalmente hay que mencionar que los días 16 y 17 de agosto, a las 12:04 horas pasado meridiano, el sol, por segunda vez en este año, se encuentra en el cenit y no proyecta sombra.

Fue un grave problema para Williams: al salir de casa, pisó la calle pero no vio su sombra. Dedujo por ello que había muerto, y se echó a dormir.

Williams fue enterrado; mas su sombra, que conocía el fenómeno, pasa las horas del día sentada en las puertas del Servicio Meteorológico, clamando por un cuerpo, y es gran molestia para los empleados.

 

Álvaro Menén Desleal
No. 13, Junio 1965
Tomo III – Año II
Pág. 490

El castigo

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Fursa vio el Infierno: una hondura llena de fuego. El fuego no lo quema; un ángel le explica: “No te quemará el fuego que no encendiste” Los demonios le acusan de haber robado la ropa de un pecador que agonizaba. En el purgatorio, los demonios arrojan contra él un ánima en llamas. Esta le quema el rostro y un hombro. El ángel le dice: “Ahora te quema el fuego que encendiste. En la tierra tomaste la ropa de ese pecador; ahora su castigo te alcanza.”

Beda El Vulnerable citado por Jorge Luis Borges
No. 13, Junio 1965
Tomo III – Año II
Pág. 483

Asiento

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Viendo un embajador de Venecia a la corte del gran turco, dándole audiencia a él juntamente con otros muchos que había en su corte, mandó el gran turco que no le diesen silla al embajador de Valencia, por cierto respecto. Entrados los embajadores, cada cual se sentó en su debido lugar. Viendo el veneciano que para él faltaba silla, quitóse una ropa de majestad que traía de brocado hasta el suelo, y sentóse encima de ella. Acabando todos de relatar sus embajadas y hecho su debido acatamiento al gran turco, saliose el embajador veneciano, dejando su ropa en el suelo. A esto dijo el gran turco:

—Mira, cristiano, que te dejas tu ropa.

Respondió.

—Sepa su majestad, que los embajadores de Venecia acostumbran dejarse las sillas en que se sientan.

Juan de Timoneda
No. 13, Junio 1965
Tomo III – Año II
Pág. 481

Necedad

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Tenía un gran señor entre otros criados, uno muy inteligente en saber escribir todo lo que de nuevo acontescía, así de burlas como de veras. Acontesció que estando el señor sobre la mesa, mandóle que le trujese el libro de las novedades; y traído vio en el principio de una hoja que decía ansí: “El duque mi señor hizo tal día una necedad en dar quinientos ducados a un alquimista para que con ellos fuese a Italia a traer aparejo para hacer plata y oro.”

Dijo entonces el señor:

—Y si vuelve, ¿qué harás tú?

—Si volviere, quitaré a vuestra señoría y pondré a él.

Juan de Timoneda
No. 13, Junio 1965
Tomo III – Año II
Pág. 480

Lázaro español

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El tipo es fantástico. No es marinero ni músico: es ajustador. Se llama Pedrarías Dávila. Tiene sesenta años. Hace algún tiempo, por equivocación, lo llevaron a enterrar. Creyéndolo muerto, le velaron en el monasterio de las monjas del Torrejón, y cuando lo iban a meter en la sepultura, un criado se abrazó a la caja y oyó que adentro algo se movía. Destaparon, y Pedrerías respiró, abrió los ojos. En memoria de ese milagro, él mismo se hace decir cada año una misa de réquiem que oye desde su sepultura, con su ataúd, que encuentran en su cuarto los visitantes.

Germán Arciniegas
No. 13, Junio 1965
Tomo III – Año II
Pág. 476