El sol está estallando en este preciso instante:
Según la ciencia, yo no podría saberlo, pues es una verdad científica que la velocidad de la luz es la máxima, y la única constante del Universo.
El sol está situado a ciento cincuenta millones de kilómetros de distancia de la tierra, y yo no debería enterarme sino hasta ocho minutos y dieciocho segundos después de que ocurriese.
Ahora bien: Nadie ha medido la velocidad de las vibraciones del alma, pero la mía ha viajado a trescientos millones de kilómetros por segundo para hacerme saber lo que te acabo de decir casi simultáneamente a lo ocurrido.
Si descontamos el tiempo que tardó en ir y volver (Un segundo) y el que le ha empleado en decírtelo, encontraremos que nos quedan siete minutos y treinta y dos segundos de vida; ¿Qué pueden hacer una mujer y un hombre inteligentes como tú y yo en los siete minutos y veintiún segundos finales de la vida?…
Hagámonos el amor desesperadamente, por supuesto…; Cinco minutos; durante dos minutos podemos dedicarnos a ennumerar nuestros placeres…: Y el segundo restante lo ocuparemos para contemplar cómo se acaba nuestro mundo, desde este átomo tan lejano al que han huido nuestras almas.
Francisco Álvarez Q.
No. 55, Noviembre 1972
Tomo IX – Año IX
Pág. 316