Pequeña travesura

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Una vez, para ser más precisos el 17 de junio de 4784, el capitán Koyle Clark entró en una casilla de telepantalla pública para llamar a su novia, la agente secreta Lucy Rall. Le informaron que no podía hablar con ella, porque se había casado la semana anterior. “¿Con quién?”, preguntó el exasperado capitán. “Conmigo”, contestó el hombre con el cual estaba hablando. Al mirar con más atención la telepantalla, el capitán descubrió, con ligera sorpresa, que el hombre con quien estaba hablando era él mismo.

Este asombroso misterio fue resuelto por Mr. Robert Headrock, el primer hombre inmortal de la tierra. Utilizando su supercerebro calculador electrónico, Headrock descubrió que el capitán Clark había hecho un viaje en una máquina del tiempo; que en una curva del pasado se había casado con Lucy Rall sin que su yo actual, ajeno a ese curva, lo supiera. Por medio de esta pequeña travesura se convirtió también en el hombre de la bolsa de Comercio. Cuando se llegó al punto del tiempo en que Clark había tomado la curva de la máquina de tiempo, el Clark del pasado y el del presente se volvieron de nuevo uno solo y vivieron felices para siempre. Entretanto, Robert Headrock, el hombre inmortal, envió a un periodista llamado MacAllister varios trillones de años atrás, y le hizo producir una explosión cósmica, que dio origen a nuestro sistema planetario, tal como lo conocemos.

A. E. van Voght en “Las armerías de Isher” Citado por Arthur Koestler
No. 81, Mayo – Junio 1980
Tomo XIII – Año XVI
Pág. 53

Arthur Koestler

Arthur Koestler

(Budapest, 5 de septiembre de 1905 – Londres, 3 de marzo de 1983)

 

Fue un novelista, ensayista, historiador, periodista, activista político y filósofo social húngaro de origen judío. Su nombre de nacimiento fue Kösztler Artúr, que cambió posteriormente a Arthur Koestler al nacionalizarse británico.

Vivió intensamente la revolución dirigida por Béla Kun, sintiéndose un «comunista romántico». Tras la caída de la «Comuna», escapó de Hungría con su madre y se instaló en Viena. Entre 1922 y 1929 se hizo sionista seguidor de Zeev Jabotinsky. Tras abandonar sus estudios, partió hacia Palestina para trabajar en un kibutz, pero no estaba preparado para las labores agrícolas. Regresó a Europa, a Berlín, donde ingresó clandestinamente en el Partido Comunista en 1931.

Viajó a la Unión Soviética pero al conocer el régimen de Stalin regresó en 1934. Estuvo como corresponsal del diario inglés News Chronicle en la Guerra Civil Española y fue detenido por los franquistas tras la caída de Málaga en febrero de 1937. Encarcelado en Sevilla, fue condenado a muerte y finalmente canjeado por la esposa del aviador del ejército nacionalista Carlos Haya, gracias a la mediación del Foreign Office. A la vuelta de la guerra civil española, abandonó definitivamente el Partido Comunista y se convirtió en un detractor acérrimo del comunismo. Participó en la Segunda Guerra Mundial donde, apresado por los nazis, fue internado en el campo de concentración de Vernet d’Ariège. Gracias a la ayuda de un miembro del Servicio de Inteligencia fue puesto en libertad condicional y se estableció en Marsella, desde donde consiguió pasar a Argelia y de allí a Casablanca e Inglaterra.

De su internamiento en el Vernet d’Ariège escribió La lie de la terre (1941).

Se interesó por la parapsicología, a la que dedicó sus libros Las raíces del azar y El desafío del azar.

Enfermo de leucemia y Parkinson, se suicidó en 1983[1].

El dacapitador


Durante el reinado del segundo emperador de la dinastía Ming, vivía un verdugo llamado Wang Lung. Era un maestro en su arte, y su fama se extendía por todas las provincias del imperio. En aquellos días, las ejecuciones eran frecuentes, y a veces había que decapitar a quince o veinte personas en una sola sesión. Wang Lung tenía la costumbre de esperar al pié del patíbulo con una sonrisa amable, silbando alguna melodía agradable, mientras escondía detrás de la espalda su espada curva, para decapitar al condenado con un rápido movimiento cuando éste subiera al patíbulo.

Ese Wang Lung tenía una sola ambición en su vida; pero su realización le costó cincuenta años de intensos esfuerzos. Su ambición era decapitar a un condenado con un mandoble tan rápido que, de acuerdo con las leyes de la inercia, la cabeza de la víctima quedara plantada sobre el tronco, así como queda un plato sobre la mesa cuando se retira repentinamente un mantel.

El gran día de Wang Lung llegó por fin, cuando ya tenía setenta y ocho años. En ese día memorable tuvo que despachar de este mundo a dieciséis clientes para que se reunieran con las sombras de sus antepasados. Como de costumbre, se encontraba al pie del patíbulo, y ya habían rodado por el polvo once cabezas rapadas, impulsadas por un inimitable mandoble del maestro. Su triunfo coincidió con el duodécimo condenado. Cuando el hombre empezó a subir los escalones del patíbulo, la espada de Wang Lung relampagueó con una velocidad tan increíble, que la cabeza del decapitado siguió en su lugar, mientras subía los escalones restantes sin advertir lo que le había ocurrido. Cuando llegó arriba, el hombre habló así a Wang Lung:

—¡Oh cruel Wang Lung! ¿Por qué prolongas la agonía de mi espera, cuando despachaste a todos los demás con tan piadosa y amable rapidez?

Al oír estas palabras, Wang Lung comprendió que la ambición de su vida se había realizado. Una sonrisa serena se extendió por su rostro; luego, con exquisita cortesía, dijo al condenado:

—Tenga la amabilidad de inclinar la cabeza, por favor.

Arthur Koestler
No. 117, Enero-Marzo 1991
Tomo XX – Año XXVIII
Pág. 89