Dobles

Sentados ante el televisor, con sus intérpretes y demás auxiliares, los dos soberbios gobernantes, tras repartirse el mundo, observaron el saludo que, a varios cientos de kilómetros de distancia, intercambiaban, en un acto público, sus respectivos dobles.

Fue entonces que estallaron las potentes bombas colocadas allí, en el escondido recinto, con absoluta precisión, por sus mismo agentes, quienes ignoraban en cada caso, por tratarse de máximo secreto, que las otras personas que acudirían al lugar serían el propio patrón y sus consejeros inmediatos. No hubo sobrevivientes.

Y así, mientras en cada uno de los estados la oligarquía aclaraba para sí las cosas, sin la menor intención de darlas a conocer al país, el mundo pudo respirar en paz por una temporada, ya que los dobles —ahora originales— habían de someterse a un cuidadoso proceso de estudio y adiestramiento, para desdoblar, aquí y allá, su personalidad. Y redoblar más tarde la amenaza pendiente, una vez que los gobernantes dispusieran de dobles intenciones y de dobles sin ellas.

Carlo Antonio Castro.
No. 60, Agosto-Septiembre 1973
Tomo X – Año X
Pág. 79

Puerto aéreo

Ella y yo nos deseábamos de tiempo atrás, sin habernos conocido nunca a causa de la distancia.

Recibí su telegrama, confuso, casi ilegible: “Llegaré vuelo número, 0 número, 0 número…”

Desde temprano estuve en la inaguantable sala de espera. Diversas rutas concluidas, a través del día, hasta ensombrecerse la noche:
¡Cuántos saludos ajenos y afectos indiferentes!

Cansado, me retiré. Un taxi me llevó al hotel. Me tendí sobre el lecho, sin vestir aquel pijama juvenil, recién adquirido, que no quise ajar. Vino el sueño…

Ella abrió la puerta, suavemente. Se desnudó en silencio. Aproximóse a mi cuerpo, estrechándolo anhelante entre sus brazos.

Más yo no estaba allí, sino en el aeropuerto.

Carlo Antonio Castro
No. 58, Abril-Mayo 1973
Tomo IX – Año X
Pág. 681

Amibiasis

Cuando —ávido de información, temeroso— hubo leído de cabo a rabo la sesuda obra alemana, Las Amibas, de dos mil quinientas páginas, el paciente lector ya no tenía remedio: Aquellos impacientes protozoarios, espíritu de contradicción, ¡lo habían desleído!

Carlo Antonio Castro
No. 58, Abril-Mayo 1973
Tomo IX – Año X
Pág. 669

Se reciben pupilas

Con sorpresa, que se convirtió en satisfacción, vi el anuncio. Decidí entregar las mías, gastadas ya. ¿Me darían, allí mismo, el repuesto?
Lo supe pronto. Salí con una sola pupila, de veinte luminosos años, en condiciones magníficas.

No he notado la falta de la otra. A la pupila que hoy tengo, no le importa que sea tuerto…

Carlo Antonio Castro
No. 57, Febrero-Marzo- 1973
Tomo IX – Año IX
Pág. 569

Deidad

Yo soy el uno. Yo soy uno. Soy uno. Me multiplico por mí mismo y me produzco: ¡UNO! De nuevo me multiplico por uno y doy lugar al viejo uno. Lo hago de antiguo: 1 x 1 = 1. Llevo eternamente la cruz de mi igualdad, antes, hoy, mañana, mente eterna, compleja simplicidad…¡Merde! ¡Un pendejo matemático dirá que todo esto es fantasía pura, puro cuento, impropiedad del uno!

Carlo Antonio Castro
No. 65, Junio-Julio 1974
Tomo X – Año XI
Pág. 601

Carlo Antonio Castro

(Santa Ana, El Salvador 1926 – Xalapa, Veracruz 2010)

Etnólogo, antropólogo, poeta, lingüista, cronista, traductor, novelista, escritor incansable, académico, Carlo Antonio Castro fue una mente lúcida que dedicó la mayor parte de las horas de su vida al trabajo intelectual. “Mi mayor felicidad es poder escribir cada día algo nuevo”, solía decir».

La finca de su padre José Cipriano Castro Bernal en Santa Ana, El Salvador, que lo vio nacer un 18 de julio de 1926, y el encuentro con Chiapas años más tarde como joven antropólogo, lo llevaron por el mundo de las lenguas y la cultura. “Mi padre tenía una biblioteca espléndida, magnífica y los niños podíamos explorar la parte baja porque había una parte alta, reservada sólo para nuestro padre. En la parte baja conocí a Emilio Salgari que pronto dejé por Julio Verne y Los hijos del Capitán Grant, un libro extraordinario de aventuras. Mi padre fue quien me ayudó a distinguir entre la geografía real, las ficciones de la historia y la realidad. Él me iba leyendo y haciéndome entrar en una de las grandes obras de la literatura universal”

Cuando llegó a Xalapa y dio su primera cátedra enla Universidad Veracruzana el 6 de febrero de 1958 —a invitación directa del entonces rector y eminente antropólogo Gonzalo Aguirre Beltrán—, Carlo Antonio Castro ya era poseedor de una vasta experiencia en el mundo lingüístico y etnológico.Durante cincuenta años Carlo Antonio Castro consagró su actividad académica ala Universidad Veracruzana, quien le reconoció su gran esfuerzo y le otorgó el Doctorado Honoris Causa el 8 de septiembre de 2004

Variaciones sobre el mayordomo

Misterio

Al concluir la novela policiaca supo el lector que el suicida era el mayordomo.

Espejo

En la última página, el autor se dio cuenta de que el mayordomo era él mismo.

Asesoría

Leída la novela policiaca sin que apareciera el criminal, el acaudalado lector pidió a su mayordomo que le aclarara el misterio

Cambio de piel

El aficionado llamó al mayordomo para que le diera la clave de la novela policiaca. Este no se presentó ¡Había renunciado a la literatura!

Al pie de la letra

El mayordomo aprovechó el sueño del lector de la rara novela policiaca para desprender, cuidadosamente, el último capítulo del único ejemplar asequible. Su inocencia quedó asegurada por un lapso prudencial.

Carlo Antonio Castro
No. 111-112, Julio-Diciembre 1989
Tomo XVII – Año XXVI
Pág. 687