Para el deán del cabildo perderse con relatos fantásticos es rutina. Su biblioteca atesora centenares de volúmenes. Todos tienen un tema común: lo desconocido. Aunque está en paz con Dios y la mayoría de sus criaturas, no haber atravesado aquella frontera lo descorazona. Una tórrida noche de enero lee en la bañera del palacio arzobispal cuentos de la dinastía Ming. No puede conocer el final: al quitar el tapón se escurre con las aguas.
Carlos Bégue
No. 133, Abril-diciembre 1996
Tomo XXVIII – Año XXXII
Pág. 65