—Transportes Regionales del Norte, diga usted…
—Necesito un flete fuera de la ciudad.
—¿A dónde hay que ir a recogerlo?
—Plinio 311, entre Cicerone y Horacio, Polanco.
—¿A dónde se va a llevar?
—A San Luis Potosí; avenida Cuauhtémoc 210.
—¿Qué es lo que se va a llevar?
—Un hoyo más o menos grande; como de dos por tres por dos cincuenta metros de altura.
—¿Cuánto pesa más o menos?
—Muy poco, casi nada, es nomás un hoyo.
—De todos modos, le mandaré un camión grande… Es por volumen.
—¿Cuánto me va a costar?
—Le cobraremos veinte mil pesos.
—De acuerdo. ¿Pueden recogerlo mañana a las ocho de la mañana?
—Sí, allá estaremos.
El camión llegó puntual. El chofer y los macheteros cargaron el hoyo con cuidado y sin mayor dificultad.
—¿No lo amarran? —pregunté.
—No, no es necesario; cabe casi exacto en la caja.
—¿Pero no se resbalará en la subida?
—No, va detenido con la redila de atrás.
El viaje empezó bien. Yo le temía a la calle empinada de a la vuelta y fui hasta la esquina. Sucedió lo que sospechaba: al ir subiendo por la calle empedrada, el camión se zangoloteó mucho y en una de esas, el hoyo rompió la redila y se salió por la parte de atrás.
No fue eso todo lo malo, sino que para volver a cargarlo, el camión se echó de reversa, y como el piso estaba mojado, patinó y se cayó en el hoyo.
Y ahí empezó de verdad el problema, porque debiendo de ser yo el que reclamara, la compañía me echó la culpa; que porque la carga era peligrosa; y fuimos a dar a la Delegación donde se armó un lío.
Total, que el Juez nos puso a cada quién una multa: a ellos por causar tanto trastorno en la vía pública y a mí porque el hoyo quedó ahí a media calle. Y ahora, como no hay presupuesto para nada, pues ahí está el camión tirado dentro del hoyo.
… Ya de esto hace casi tres meses.
Miguel Cházaro G.
No. 103 – 104, Julio – Diciembre 1987
Tomo XVI – Año XXIII
Pág. 387