Francisco Salmerón

Francisco Salmerón Tecuan

 

Francisco Salmerón

(1922)

 

Es autor de un solo libro, Testimonios del tecuán (Universidad Veracruzana, 1960), libro que pasó soslayado para caer en un olvido total: sería difícil encontrar alguna referencia que no sea la de Luis Leal en su antología El cuento veracruzano, en donde incluye el titulado La tonal de comisario, o la del Anuario del cuento mexicano (1960), donde se recoge La vereda del venado, diciéndose de Salmerón que estudió abogacía en la Universidad Veracruzana, abandonando tal profesión por su ingreso a la Escuela de Artes Plásticas de la Universidad Autónoma de México y luego a la Escuela de Artes del Libro, para seguir la rama de grabador, colaborando como ilustrador en un diario capitalino y como dibujante formador en la revista Espacios. En 1953 trabaja con el pintor Juan O’Gorman en los murales del edificio de la Secretaría de Comunicaciones. Se radica en Córdoba en 1959 y allí edita la revista Mensaje. El mismo año ingresa a la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad Veracruzana, en donde sigue la carrera de antropología social.

De su única obra, Velas para San Andrés es uno de los más certeros cuentos que recrean el reservado mundo indígena. Guarda el tono de los libros de los antiguos pobladores de nuestra tierra, y en él sintetiza, con eficacia admirable, la vieja y larga historia que hiere y ha hecho sangrar nuestra historia: el abuso tradicional de fueranos con las comunidades indígenas.

Velas para San Andrés. En Testimonios del Tecuán, Colección Ficción, número 24, Universidad Veracruzana, Xalapa, 1960.

La Tepa

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La noche estaba pesada, Señor. Por los linderos se oían los ruidos. Del altar se cayó el tesanto, el que cuida la casa desde los tiempos de antes. Por mi rancho pasó, Señor, un animal que andaba como llorando. Y en la higuera vieja estaba parada La Tepa, echando sus gritos, y nadie quiso pasar por ahí. Estaba la mujer antigua chillando porque había matado a sus hijos. Que así está desde los tiempos otros esa mujer llorando, y es como encanto que sale cuando está la noche pesada y el río se quiere voltiar. El que quiere pasar ha de dar un rodeo y mirar para otro lado, para no tener un daño.

Francisco Salmerón en Testimonios del Tecuan
No. 7, Noviembre 1964
Tomo I – Año I
Pág. 47