A capella

El hombre murió debido a una sobredosis de frustración. Siendo él en vida enemigo de toda espontaneidad organizada, suspendió su “último deseo” del 71avo soneto de Shakespeare que reza:

“Cuando muera, no lleves luto por más tiempo que el que tarde en extinguirse el sonido de la campana que anuncie mi vuelta a casa.”

No había ni capilla ardiente ni festejos fúnebres. La que ardía era la viuda: tuvo que dejar guardado el atuendo luctuoso de última moda. Digno para un acto que ella proyectó presidir.

Margaret von Bertrab
No. 114-115, Abril-Septiembre 1990
Tomo XIX – Año XXVII
Pág. 165