Historiografía

Cuando por fin conseguí que despidieran al encargado del archivo histórico y éste quedó en mis manos, recogí desde luego las tres o cuatro llaves que andaban por allí en manos de todo mundo e hice colocar cerraduras a las verjas de los pasillos que conducían al precioso recinto. Cambié el horario e hice ver a los pocos visitantes que se presentaban sin protesta de madrugada que no eran bien recibidos y que como no había presupuesto para ayudantes yo no podría perder mi tiempo de investigador vigilando el uso que se diera a los documentos, logrando en breve tiempo mantenerme a salvo de competidores. Sin archivos ¿quién hace historia?

Por mi parte no tenía más que ponerme a leer día y noche, bajo llave, y a su tiempo lanzar al público y a los académicos mis grandes descubrimientos, como un simple y fatal resultado de la celosa y exclusiva posesión que yo tenía de las fuentes.

Pero como mi odiado antecesor, según pude averiguarlo después, había obtenido copia subterfugia del archivo, su libro publicado por rara coincidencia en igual fecha, era idéntico al mío.

Eugenio Trueba
No. 37, Julio-Agosto 1969
Tomo VI – Año IV
Pág. 542

Mañana

Siendo sábado, por la tarde, mi pequeño hijo Juan me preguntó.

—¿Mañana será domingo?

—No, mañana será viernes —le contesté por confundirlo, pero el niño no hizo alguna objeción.

Al día siguiente empecé a vivir, repitiéndose, todo lo que ya había vivido el viernes, pero al revés.

Eugenio Trueba
No. 37, Julio-Agosto 1969
Tomo VI – Año IV
Pág. 532

Regresión

Había tenido una bella figura, como correspondía a su manera de ser, cuando vivía apegado a los más altos ideales.

Ejercía la vida espiritual no solamente con pensamientos y palabras, sino con hechos y todo cuanto hacía estaba de acuerdo con sus elevadas reflexiones. En él era imposible la menor falta de correspondencia entre las ideas y los actos. La modelación exterior estaba siempre en exacta armonía con su interior.

La fascinación de los placeres inmediatos y la paulatina pérdida de la fe en los fines remotos e improbables, contagiado además por la felicidad que rinde la buena fortuna, motivaron la modificación de aquel orden. Se fue transformando.

Todo mundo podía ver cómo a cada suplantación, se operaba también un cambio exterior. Primero perdió su hermosa esbeltez y sus pasos se hicieron pesados. Luego oscurecieron sus ojos y se poblaron sus cejas. En la etapa siguiente sus brazos crecieron y sus espaldas se cubrieron de pelo. Poco después asomaron enormes colmillos entre sus belfos y luego tuvo que andar a gatas. Finalmente, cuando dejó de creer en Dios, perdió el lenguaje.

Eugenio Trueba
No. 38, Septiembre-Octubre 1969
Tomo VI – Año V
Pág. 677

Eugenio Trueba Olivares

Eugenio Trueba Olivares 

Homenaje en el 58 aniversario de la escenificación de los Entremeses Cervantinos, ahora en el Festival Internacional Cervantino.

Sólo por recordar que fue un personaje que aportó “un esfuerzo importante al desarrollo de nuestra sociedad regional”, por ponderar con justicia el aporte de los mayores, por abatir la desmemoria, por enriquecer el testimonio de las transformaciones cultural y artística que hemos vivido los habitantes de esta región: sólo por eso, un homenaje en vida, a la figura de Eugenio Trueba Olivares.

Esos y otros tantos son los motivos, objetivos y argumentos de la reciente biografía escrita por Luis Miguel Rionda y Luis Ernesto Camarillo, acerca de la vida y obra del creador de los Entremeses Cervantinos, de los cuales se celebra hoy su 58 aniversario.

“Sabemos poco del trayecto que hemos recorrido; me interesa que en el ámbito académico, político, social, reconozcamos el esfuerzo y aporte que generaciones anteriores nos han legado. Eugenio Trueba y otros maestros, deben ser tomados no sólo como un ejemplo, sino como una aportación de México al desarrollo de la cultura universal, no es poco”, comenta en entrevista para MILENIO el coautor de Eugenio Trueba Olivares. El último humanista, Luis Miguel Rionda.

Sobre el subtítulo del libro (que dicho sea de paso, no le gustó al maestro Trueba, según refiere Rionda), el académico de la Universidad de Guanajuato refiere el término humanista en el “sentido renacentista” de la palabra, al indicar que el interés de Trueba remite a pensar en aquellos enciclopedistas del Cinquecento europeo.

“Todavía en los años 50, 60 se podía; hoy ya no es así porque ahora se debe lograr una especialización, mayor profundidad en los conocimientos; ahora sabes mucho de poco y no poco de mucho», comenta Rionda para luego recordar a Trueba como pintor, dibujante, escritor, poeta, novelista, gran ensayista y abogado, melómano y demás aficiones de carácter intelectual y artístico, conocedor de todas ellas.

Así pues la historia del biografiado es la de “un hombre de a pie” que disfruta de recorrer la ciudad que habita; del miembro de una gran familia de contrastes ideológicos; del próspero intelectual, del tenaz académico, del destacado integrante de un grupo que desde provincia y a partir del regionalismo, sentó las bases de la proyección internacional de la capital del estado gracias a la creación, 20 años después que sus Entremeses, del Festival Internacional Cervantino.

Contexto Histórico

El florecimiento intelectual logrado entre 1940 y 1960, coincide, según expone Rionda, con una época de decadencia en la ciudad por la crisis de la minería y el bajo precio de la plata. El turismo no existía y la universidad de Guanajuato todavía no era más que un colegio de mil estudiantes.

“Pero la generación a la que perteneció Don Eugenio, don Armando Olivares, Enrique Ruelas… son 20, 25 gentes que se dedicaron a actividades intelectuales en un pueblo de provincia. En el Estudio del Venado (casa de encuentro ubicada en el callejón del mismo nombre) se reunían a pensar, a dialogar. La cúspide llegó con la representación de los Entremeses Cervantino en 1953: producto más acabado del trabajo de más de una década”, explica Rionda, quien menciona, entre uno de los visitantes distinguidos al grupo de estudio, a Salvador Novo y a quien a la postre sería presidente de México, Luis Echeverría Álvarez.

Todo sucedía pues bajo las secuelas de la crisis política que provocó el suceso trágico del 2 de enero, la desaparición de poderes, los conflictos sociales y la pobreza; hasta que en el periodo del gobernador Aguilar y Maya con quien se favorece lo que Rionda llama efervescencia artística intelectual.

Entonces, la Universidad toma formal fundarse la escuela de medicina y en general, el ambiente comienza a ser propicio para el desarrollo de “escritores, poetas, actores, abogados, melómanos, cazadores de libros”, que eran estos integrantes de El Venado.

Anécdotas con incontables personajes de la ciudad vinculado siempre al arte, la cultura, la política, la sociedad; la Universidad, de la que fue maestro por más de 50 años y que como Rector renunció a la huelga de 1977; pasajes de su relación con sus hermanos sinarquistas y a profundidad, el conocimiento de un personaje que trasciende ya, desde Guanajuato, la cultura universal[1].

Una misión difícil

Cuando me di cuenta de las averías del adaptador era demasiado tarde para volver, de manera que mi viaje —tan costoso— podía resultar inútil.

Sería muy difícil explicar científicamente lo que es un adaptador y baste decir que en vista de que los seres racionales, no obstante ser esencialmente iguales al hombre, se encuentran distribuidos en construcciones muy diversas, para medio entenderse con ellos fue necesario inventar un aparato adecuado a tal propósito. No se trata precisamente de un intermediario ni de un traductor. Eso no bastaría. Más bien es un reductor de diferencias materiales a fin de que los órganos —tan poco parecidos— que sostienen la razón de unos y otros puedan condicionar un elemental entendimiento. En otras palabras, el adaptador hace artificialmente similares los distintos vasos que contienen la facultad de reflexión de ellos y de nosotros, los humanos. Eso es todo.

No tuve más remedio, una vez que mi nave arribó a aquel remoto mundo, que tratar de valerme por mí mismo. Tendría que actuar sin mi organismo, ya que no me servía de nada. Después de largos y penosos esfuerzos, lo logré. Mi razón quedó totalmente desprendida y apta para una regular comunicación.

Sería poco sincero si omitiera que no me proporcionó tanta satisfacción el haber cumplido las misiones del viaje, cuanta aquella experiencia del pensamiento liberado.

Eugenio Trueba
No. 38, Septiembre-Octubre 1969
Tomo VI – Año V
Pág. 674