Héctor Manjarrez

Héctor Manjarrez

 

Héctor Manjarrez

Nació en la ciudad de México el 28 de octubre de 1945. Poeta, narrador y ensayista. Ha sido profesor de comunicación en la UAM–X; editor en ERA Ediciones. Colaborador de Crítica, El Ángel del periódico Reforma, Fractal, La Jornada, Letras Libres, entre otros. Becario del CME, 1971; de la Fundación Guggenheim, 1973; y del Fonca, 1989. Miembro del SNCA 1994-2000 y 2004. Premio Diana Moreno Toscano 1970. Premio Xavier Villaurrutia 1983 por No todos los hombres son románticos. Premio José Fuentes de Mares 1998 por Ya casi no tengo rostro. Premio Nacional de Narrativa Colima para Obra Publicada 2008 por El bosque en la ciudad.

Obra publicada

Cuento: Acto propiciatorio, Joaquín Mortiz, 1970. || No todos los hombres son románticos, ERA, 1983. || Ya casi no tengo rostro, ERA, 1996. || El horror es familiar, CONACULTA/Aldus, La Centena, 2001. || Anoche dormí en la montaña, Era, 2013.

Ensayo: El camino de los sentimientos, ERA, 1990. || El bosque en la ciudad, ERA/CONACULTA, 2007.

Novela: Lapsus, Joaquín Mortiz, 1971. || Pasaban en silencio nuestros dioses, ERA, 1987. || El otro amor de su vida, ERA, 1999. || Rainey, el asesino, ERA, 2002. || La maldita pintura, ERA, 2004. || Yo te conozco, ERA/UNAM, 2009.

Poesía: El golpe avisa, ERA, 1977. || Canciones para los que se han separado, ERA, 1985[1].

 

 

Psicodrama desde el puente

Para Antonia (fillips).

Esto, dixit ella cubriéndose la cara pero sus perfiles eran de buen mirar, espeluznante. Él asintió: escuchó el zumbido de los helicópteros, y murmujeó balbuciendo ciertas falacias románticas. Todo aquello era, sin defecto, bastante. Chiflaban las balas perdidas. (Las balas ganadas, como las empatadas, eran en gérmenes tenebriles mucho más discretas, y se entiende.) Había horrificios de diámetro diverso en objetos, sujetos e inclusive en sustantivos sueños. Una fuente generalmente desperdiciada machucó interdientes que nadie sabría nunca cuántos espectadores no pudieron ver nada.

Había total unanimidad de discrepancias respecto de sí, o no, era un naufragio explosivo. No hay redención, decretó sonoramente en Reverberante Obíspero Junípero, que en mal momento se quedaba sin fe, el agua trepándole por dentro de la sotana. Su fatua blasfemia perdiose en el decrépito que acompaña a los bombardeos con mahjongg. Aquello era una carnicería, y no de las más mejores. Los hombres y las mujeres primero, exhortaba una voz, pero era un piloto enemigo. Oseaque permanecieron todos escuálidos, si no eunucos, en la desmedida en que era posible.

Sin duda atacaban los pentacomunistas, que en el pasado ya se había sospechado y deplorado. Sus cuerpos se fueron aproximando. Puso la zarpa clasemedia en estertor del hombro de ella. Se hubieron sonrojado si no hubieran estado horripilantes por todo lo que sucedía. Pero el mar se enrojecía.

Te doy lo que tengo de más valor, dijo ella con firme sotto voce y señalando la pulsera de oro y la virginidad, ambas que él (quien quedará sin nombre) encartó con ávida dignidad. Entre tantos, el buque se iba a pique y decrecía el terror conforme abandonaban la lucha los difuntos. A poco y lisis? oró Junípero.

Ellos se contaron entre los supernumerarios. Un observoyeur neutral los rescató y condujo a tierra firme.

La horda en la playa los exclamó con entusiasmo, pero se obnubilaron de hacer aclaraciones a los micrófonos que los acostaban. La supuración que todos acabaron haciendo fue que eran obvios.

Héctor Manjarrez
No. 39, Noviembre – Diciembre 1969
Tomo VII – Año V
Pág. 26