Las aves

A veces, por las noches, aparecen en el cuarto pequeños animales alados, bastante raros, pero no me causan pánico, sino todo lo contrario, me deleito viéndolos revolotear durante horas y horas entre las paredes del cuarto. A nadie le he contado sobre ellos.

A veces los encuentro en la calle jugando con los niños. Ellos tampoco les temen. Algunos niños les han contado a sus padres sobre estas misteriosas aves y los padres solo han sonreído y han dicho que solo son fantasía, que no existen. Pero ellos deberían creer, porque éstos animales cuando encuentran a personas que no creen en ellos, los atacan y les sacan los ojos. Estas aves sí existen.

Roberto Castillo Udiarte
No. 55, Noviembre 1972
Tomo IX – Año IX
Pág. 334

El niño

Juanito estaba parado en la cornisa de un edificio. Cuatro pisos abajo, la gente se arremolinaba y miraba asombrada al niño que desafiaba a la altura con una sonrisa. Pasaron cuatro o cinco minutos y llegaron los bomberos y la escuadra de salvamento. Para entonces ya había aumentado el número de curiosos; algunos permanecían callados, otros gritaban. Juanito, disgustado ante el creciente bullicio, se alejó volando.

Roberto Castillo Udiarte
No. 55, Noviembre 1972
Tomo IX – Año IX
Pág. 292

Percebú

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Percebú es el nombre de una laguna que el mar forma diariamente entre las dos y seis de la tarde en la orilla del Desierto de los cirios, 30 leguas al sur de Fello, en el Golfo de los Sargazos. El nombre original de esta laguna fue Laura, en homenaje a una hermosa mujer de ojos verdes que, en vespertinos silencios sobre la arena dorada, leía cuentos desconocidos.

Laura fue famosa por sus vestidos naranja y verde tejidos con musgo fosforescente. Se cuenta que una mañana de primavera, llegó a Percebú un aventurero de barba entrecana, después de seguir durante días una hilera de pelícanos que avanzaban en pequeños vuelos. Al llegar adonde se posaron los pelícanos, sobre una saliente arenosa, Percebú descubrió a Laura, quien leía silenciosamente en un pequeño islote, enamorándose inmediatamente, como suele suceder. Vivieron juntos muchos años hasta que una tarde de abril ella desapareció rumbo al norte y nunca regresó y que Percebú, como un homenaje a ella, se ahogó en la laguna entre el musgo, caracoles, cangrejos y peces fosforescentes.

Roberto Castillo Uriarte
No. 128, Enero-Marzo 1995
Tomo XXIV – Año XXXI
Pág. 189

Tiakun

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Tiakun es una ciudad a imagen y semejanza de los recuerdos y los deseos que han tenido y tienen dos tipos de habitantes: los diurnos y los nocturnos. Es por esto que los visitantes tardan meses, a veces años, en adquirir la capacidad para distinguir cuando están sobre una calle falsa y cuándo sobre una verdadera. Algunos forasteros han pasado el resto de sus días sin poder distinguir cuál es la ciudad real y cuál la ilusoria, y por eso se les ve caminar generalmente deslumbrados sobre las calles de plástico mientras unas cebras mastican su condición de irrealidad.

Se han dado casos en que algunos visitantes, al pisar entre dos espejos encontrados, han perdido su identidad al ser multiplicados infinitamente por los espejos y aún se les puede ver tratando de reconocer cuál de las imágenes corresponde a la realidad.

Dentro de la ciudad existe una zona habitada por caballos que no dudan de su realidad, perros que persiguen incansablemente a una liebre que habita sólo en sus pupilas, automóviles que buscan un lugar para descansar, salones de baile donde la música brota de las paredes, tiendas de ropa atendidas por maniquíes y prostitutas que son estacionómetros, comerciantes gordinflones que tallan sus uñas en las paredes y bancos llenos de basura.

Al este de Tiakun se encuentran los restos de una construcción oriental de tritones y sirenas que han perdido la nariz y la memoria. Al centro de esta zona se eleva el minarete, torre incendiada durante un saqueo por los nórdicos hace muchos años, y este minarete es la única construcción real para los habitantes diurnos y nocturnos.

Roberto Castillo Udiarte
No. 127, Enero – Junio 1994
Tomo XXIII – Año XXX
Pág. 119

Tester Azo

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Tester Azo es un lugar habitado por once familias de enanos que se alimentan exclusivamente de fuego y que viven dentro de unos árboles llamados kabas. Entre los pobladores conviven pacíficamente unos lagartos enormes de tres metros de largo, visibles únicamente a los ojos de los enanos. Felli P., el más viejo de los enanos, cuenta que los habitantes se dedican a esculpir unas raíces que emergen de la tierra únicamente cuando ocurre un terremoto y que, a estas raíces, dan figuras que posteriormente adoptan como divinidades. Además nos cuenta que en Tester Azo vivió hace muchísimas lunas un hombre llamado Hisherino, el cual gustaba de curar a los ciegos y caminar quince centímetros sobre el suelo y que cierto día, cuando llegó una caravana de payasos, magos, saltimbanquis y trapecistas, se enamoró de una contorsionista con la cual recorrió el mundo. Felli P. nos dice que Hisherino está citado en varios libros antiguos de historia de las religiones y que, además, desapareció misteriosamente un día de eclipse solar.

Roberto Castillo Udiarte
No. 127, Enero – Junio 1994
Tomo XXIII – Año XXX
Pág. 32

Harnoy

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Todos los habitantes de Harnoy piensan en voz alta y platican con las manos. En el parque central hay un quiosco que gira trescientos sesenta grados, cada sesenta minutos, donde un cuarteto de cuerdas toca romances y sonatas dos horas por la mañana, dos horas en la tardecita. Una vez por semana las mujeres escancian aceite de sábila y jojoba en el altar de Nuestra Señora de Euterpe; esta iglesia fue construida por un arquitecto que ahora se dedica a la reconstrucción de sueños y espejismos en Lasalada. Tocar el cuerpo de una mujer de Harnoy es escuchar la melodía de un instrumento musical: hay mujeres violoncello, flauta, piano, harpa, clavicordio, timbales, guitarra o saxofón, y si uno tiene la fortuna de acariciar a muchas a la vez, un podrá escuchar sinfonías completas, según… En Harnoy no existen aparatos eléctricos ni de gas: calentadores y estufas son sustituidos por el calor del encino y mezquite; radios, grabadoras y tocadiscos por la piel musical de las mujeres; lámparas y focos por la luz de la luna y el sol; la realidad suple al cine y la televisión. Se dice que los zenzontles vienen a Harnoy para aprender nuevas melodías y llevarlas a toda la península. Cuando uno ya ha partido de Harnay sabe que nunca podrá olvidar a las mujeres de Harnay, las que piensan en voz alta y platican con las manos.

Roberto Castillo Udiarte
No. 127, Enero – Junio 1994
Tomo XXIII – Año XXX
Pág. 27

La salada


La salada es una zona de múltiples y doradas dunas, desértica, pero habitada por un solo hombre llamado Hierofante, quien ya ha perdido la cuenta de los años, y que se dedica exclusivamente a la reconstrucción de los espejismos, productos oníricos de los habitantes de Ahaska. Hierofante se alimenta de pequeños lagartos, camaleones cornudos, piñones y su bebida es el toloache. Se dice que Hierofante gusta de embarazar a las solteronas durante las noches de luna nueva.

Roberto Castillo Uriarte
No. 118, Abril-Junio 1991
Tomo XX – Año XXVIII
Pág. 196

El oñeus

Este es un extraño animal que ronda por las noches. Quienes creen haber visto a la bestia, dicen que es mil veces más grande que una ballena, pero otros aseguran que es mucho más pequeño que el furtivo y esquivo pez. Puede ser bello; puede ser horrible, según…

Durante el día es transparente y sus huellas quedan marcadas en el rostro de los humanos. Existen versiones diferentes, pero todas concuerdan en que este animal se alimenta de recuerdos y deseos; quienes han tratado de capturarlo han despertado sobresaltados.
Hay testimonios de que este animal nació junto con el hombre

Roberto Castillo Udiarte
No 95, Noviembre-Diciembre 1985
Tomo XV – Año XXI
Pág. 94

Roberto Castillo Udiarte

Roberto Castillo Udiarte Nació en Tecate, B.C., 1951. Poeta y narrador. Estudió letras inglesas e hispánicas en la UNAM y ha dado clases en la carrera de comunicación en la UIA y en la Escuela de Humanidades de la UABC. Tradujo, en 1983, una antología de poemas del poeta estadounidense Charles Bukowski, Soy la orilla de un vaso que corta, soy sangre, primera en su género en el mundo hispanohablante. Premio nacional de poesía Fundación Tijuana en 1984 con su libro Blues cola de lagarto. Ha sido antologado en Parvada. Poetas jóvenes de Baja California (1985), … Y todos tiramos piedras (1987), Desde el día común (1987), Un camino de hallazgos (1992) y Baja California Piedra de serpiente (1993). Ha publicado Pequeño bestiario y otras miniaturas (ficciones, 1982), Blues cola de lagarto (poesía, 1985), Cartografía del alma (poesía, 1987), Arrimitos o los pequeños mundos en tu piel (ficciones, 1992), Nuestras vidas son otras (poesía, 1994), La pasión de Angélica según el Johnny Tecate (antología poética, 1996), Gancho al corazón, La saga del Maromero Páez (crónica, 1997) y Banquete de pordioseros (crónica musical, 1999).[1]

Retrato familiar

En mi familia todos somos lagartos
de cáncer y acuario.
Antediluviano, el lagarto mayor,
acaba de morir cansado de la vida.
Otro, recostado sobre una piedra,
recuerda al que miró apedreado.
Una iguana tiene cataratas, la otra,
canas prematuras. Tías del valium
y tíos del alcohol. Un padre lagarto
que ríe y se preocupa constantemente,
una madre que se preocupa sin palabras;
una hermana del silencio.
Unas tías, las que se casaron tarde,
que niegan su cola de salamandra.
Un primo que juega con un aparato
que mira lo que nosotros no.
Unas verdiazules primas que están muy buenas
y una infinidad de lagartijas y sobrinillos
que juegan en las paredes de la casa
de los abuelos, esos sabios reptiles
que nada saben de máquinas ni poesías.

Yo, soy un lagarto onicófago
que escribe retratos de familia.

Roberto Castillo Udiarte
No. 100, Septiembre-Diciembre 1986
Tomo XV – Año XXII
Pág. 627