Tiakun es una ciudad a imagen y semejanza de los recuerdos y los deseos que han tenido y tienen dos tipos de habitantes: los diurnos y los nocturnos. Es por esto que los visitantes tardan meses, a veces años, en adquirir la capacidad para distinguir cuando están sobre una calle falsa y cuándo sobre una verdadera. Algunos forasteros han pasado el resto de sus días sin poder distinguir cuál es la ciudad real y cuál la ilusoria, y por eso se les ve caminar generalmente deslumbrados sobre las calles de plástico mientras unas cebras mastican su condición de irrealidad.
Se han dado casos en que algunos visitantes, al pisar entre dos espejos encontrados, han perdido su identidad al ser multiplicados infinitamente por los espejos y aún se les puede ver tratando de reconocer cuál de las imágenes corresponde a la realidad.
Dentro de la ciudad existe una zona habitada por caballos que no dudan de su realidad, perros que persiguen incansablemente a una liebre que habita sólo en sus pupilas, automóviles que buscan un lugar para descansar, salones de baile donde la música brota de las paredes, tiendas de ropa atendidas por maniquíes y prostitutas que son estacionómetros, comerciantes gordinflones que tallan sus uñas en las paredes y bancos llenos de basura.
Al este de Tiakun se encuentran los restos de una construcción oriental de tritones y sirenas que han perdido la nariz y la memoria. Al centro de esta zona se eleva el minarete, torre incendiada durante un saqueo por los nórdicos hace muchos años, y este minarete es la única construcción real para los habitantes diurnos y nocturnos.
Roberto Castillo Udiarte
No. 127, Enero – Junio 1994
Tomo XXIII – Año XXX
Pág. 119