Previsor

La carretera 84 al Este de Portland fue cerrada por un accidente múltiple y los vehículos formaron largas filas; un policía preguntaba en cada automóvil si alguien hablaba español. El policía me condujo a un camión de carga que había sido comprimido por el choque; un grupo de personas trataban de sacar al chofer aprisionado en la cabina.

El chofer agonizaba, tenía los ojos cerrados, apenas podía yo escuchar su voz y empezó a decirme que le quedaba poco tiempo de vida. Luego me pidió tres favores: el primero, avisar de su muerte a sus dos esposas, una vivía en Oregon y la otra en Michoacán; el segundo, recoger el dinero que había ahorrado por años y tenía escondido en varios lugares; el tercer favor, era entregar todo el dinero a la iglesia del Santo Niño de Atocha en Fresnillo.

—¿No sería mejor distribuir el dinero en partes iguales entre sus dos esposas? –propuse, buscando una repartición justa y práctica.

Por primera vez abrió los ojos y aumentó considerablemente el volumen de su voz, para decirme sus últimas palabras:

—¡No! Que no ve que ninguna de las dos va a poderme salvar del infierno, y el Santo Niño sí puede…

Ramón Claverán Alonso
No. 142, Enero-Marzo- 1999
Tomo XXX – Año XXXV
Pág. 82