Apuro

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Ocurrió durante una fiesta. El correo acababa de llegar. La anfitriona le dio una carta y reconoció la letra de su amante. La abrió y comenzó a leerla. Súbitamente se dio cuenta de que su marido estaba detrás de ella y leía también la carta por encima de su hombro. Siguió leyendo hasta el final y la tendió para la anfitriona.

—Parece muy enamorado —dijo—, pero si estuviese en su lugar no le permitiría que me escribiese en esta forma.

W. Somerset Maugham
No. 133, Abril-diciembre 1996
Tomo XXVIII – Año XXXII
Pág. 111

Voluntaria 1914

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Un tren cargado de heridos acababa de llegar y éstos fueron instalados interinamente en el hospital de la estación. Una dama iba de un lado al otro dándoles platos de sopa. Al cabo (de un momento) llegó ante un herido que tenía la garganta y los pulmones atravesados; estaba a punto de darle la sopa cuando el médico le preguntó si tenía la intención de ahogarlo. “¿Qué quiere usted decir? —preguntó—. Tiene que tomar sopa. Es imposible que le haga daño”. “Llevo muchos años practicando y he hecho tres campañas. Mi opinión profesional es que si le da usted sopa, este hombre morirá”, dijo el doctor. La dama se impacientó: “¡Qué tontería!” —dijo. “Déle usted la sopa bajo su responsabilidad”, contestó el médico. La dama llevó una taza a la boca del herido, que trató de tragar y murió. La dama se puso furiosa con el doctor…

W. Somerset Maugham
No. 133, Abril-diciembre 1996
Tomo XXVIII – Año XXXII
Pág. 94

Soberbia

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Eran hermanos. Uno era pintor y el otro médico. El pintor estaba convencido de que era un genio. Era arrogante, irascible y vano, y despreciaba a su hermano por filisteo y sentimental. Pero no ganaba prácticamente nada y se hubiera muerto de hambre si no hubiese sido por el dinero que su hermano le daba. Lo más extraño era que, bajo aquel aspecto tosco y de modales de hombre malhumorado, pintaba cuadros muy bonitos. De vez en cuando conseguía hacer una exposición y siempre vendía un par de telas. Pero nunca una más. Al fin el médico acabó convenciéndose de que su hermano no tenía nada de genial, sino que era un pintor de segundo orden. Después de todos los sacrificios que había hecho, era éste un golpe duro. Se guardó su descubrimiento para él. Después murió, dejándole a su hermano cuanto poseía. El pintor encontró en casa de su hermano todos los cuadros que había vendido a desconocidos clientes durante veinticinco años. Al principio no pudo entenderlo. Después de reflexionar encontró una explicación: su astuto hermano había querido hacer una buena inversión de dinero.

W. Somerset Maugham
No. 133, Abril-diciembre 1996
Tomo XXVIII – Año XXXII
Pág. 74

Balance

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Una mujer estaba sentada mirando a su marido. Él, estaba en cama borracho y era el vigésimo año de su casamiento. Cuando ella se casó con él creyó que sería feliz. Casada con un holgazán, borracho y bruto, su vida no había sido más que privaciones y miseria. Fue a la habitación contigua y se envenenó. Fue llevada al hospital y la salvaron, pero entonces la justicia la acusó de suicidio frustrado. Ella no dijo nada para excusarse, pero su hija se levantó y le dijo al juez todo lo que su madre había sufrido. Obtuvo la separación con la cual tenía que percibir quince chelines semanales. El marido firmó la sentencia de separación, y una vez hecho esto, sacó quince chelines diciendo: “Aquí tienes el dinero de la primera semana”. Ella lo cogió y se lo arrojó a la cara. “Toma tu dinero —exclamó— y devuélveme mis veinte años”.

W. Somerset Maugham
No. 138 – 141, Enero – Diciembre 1998
Tomo XXX – Año XXXIV
Pág. 60

William Somerset Maugham

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William Somerset Maugham

(París, 1874 – Saint-Jean-Cap-Ferrat, 1965)

Narrador y dramaturgo inglés, considerado un especialista del cuento corto. Fue médico, viajero, escritor profesional y agente secreto. Comenzó su carrera como novelista, prosiguió como dramaturgo y luego alternó el relato y la novela. Fue un escritor rico y popular: escribió veinte novelas, más de veinte piezas de teatro influidas la mayoría por O. Wilde y alrededor de cien cuentos cortos.

Frecuentó la King’s School de Canterbury y la Universidad de Heidelberg. Estudiaba Medicina en el S. Thomas’s Hospital de Londres (en diversos textos suyos, singularmente en su obra maestra Of Human Bondage, 1915, se hallan recuerdos de tal experiencia) cuando el éxito de las primeras novelas, Liza of Lambeth (1897) y Mrs. Craddock (1902), le reveló su vocación de narrador. Su éxito comercial como novelista y más tarde como dramaturgo le permitió vivir de acuerdo con sus propios gustos; y así, pudo viajar no sólo por Europa, sino también a través de Oriente y de América. Durante la primera Guerra Mundial llevó a cabo una misión secreta en Rusia. Durante muchos años (salvo durante el paréntesis del segundo gran conflicto bélico) vivió en St. Jean-Cap Ferrat, en la Costa Azul.

Su ficción se sustenta en un agudo poder de observación y en el interés de las tramas cosmopolitas, lo que le valió tantos halagos como críticas feroces: unos lo calificaron como el más grande cuentista inglés del siglo XX mientras otros lo acusaron de escribir por dinero. Servidumbre humana (1915) es la narración con elementos autobiográficos de su aprendizaje juvenil, y en La luna y seis peniques (1919) relató la vida del pintor Paul Gauguin. Su obra novelística culminó con El filo de la navaja (1944), el más célebre de sus títulos.

La crítica opina no obstante que el Maugham cuentista es superior al novelista y por supuesto al dramaturgo. La mayoría de sus cuentos poseen cierta extensión, algo mayor que un cuento corto usual, lo que favorece la preparación gradual de los acontecimientos que por lo general terminan con un final relevante. Cuando se leen sus narraciones da la impresión de que no tenía prisa, y el lector puede intuir que el ambiente creado por el autor es casi sobrenatural o al menos extraño, pese a que su prosa es la de un cronista objetivo.

Entre sus numerosos relatos autónomos y antológicos pueden citarse Lluvia y El rojo. Los ambientes que recreó recuerdan a la obra de J. Conrad y de R. L. Stevenson, aunque formalmente está más cerca de G. de Maupassant y de A. Chejov por la claridad, la neutralidad y la sencillez narrativa de las tramas. Escribió varios ensayos interesantes sobre la vida y obra de algunos escritores y un Cuaderno de escritor (1949) donde dejó constancia de sus teorías acerca de la ficción y sus opiniones sobre la época que le tocó vivir[1].

Hospital

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Dos médicos eran grandes amigos: comían juntos, trabajaban juntos y se divertían juntos. Eran inseparables. Uno de ellos se fue a su casa a pasar unos días y durante su ausencia, el otro, al efectuar una autopsia, sufrió un envenenamiento de la sangre, y cuarenta y ocho horas después murió. El primero regresó. Había citado a su amigo en la sala de autopsias.

W. Somerset Maugham
No. 138 – 141, Enero – Diciembre 1998
Tomo XXX – Año XXXIV
Pág. 24

Pesadilla

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“Acababa de llegar de Londres. Entré en el comedor y vi a mi anciana tía sentada, trabajando delante de su mesa. La lámpara estaba encendida. Me acerqué a mi tía y le toque el hombro. Profirió un grito ahogado y, al ver que era yo, se levantó, me echó los brazos al cuello y me besó:

—¡Hola, pequeño! —me dijo— ¡Creí que no volvería a verte nunca más! —Lanzó un suspiro y apoyó su vieja cabeza sobre mi pecho—. ¡Estoy tan triste, Willie! Sé que pronto moriré. No volveré a ver el invierno. Hubiera deseado que tu pobre tío se hubiese ido primero a fin de que se hubiera ahorrado el dolor de mi muerte. Las lágrimas brotaron de mis ojos y comenzaron a correr por mis mejillas. Entonces me di cuenta de que había soñado, porque mi tía llevaba ya dos años de muerta y, apenas había reposado en el dulce sueño de la muerte, mi tío se había vuelto a casar”

W. Somerset Maugham
No. 131, Octubre-Diciembre 1995
Tomo XXVI – Año XXXI
Pág. 105

Mentalizado

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Un yoga tenía que ir a algún sitio y no teniendo dinero le preguntó al jefe de la estación si podría ir gratis. El jefe de estación se negó y el yoga se sentó en el andén. A la hora de salir, el tren no pudo arrancar. Se creyó entre la locomotora tenía algo y enviaron a buscar mecánicos que hicieron cuando pudieron, pero el tren no arrancaba. Finalmente, el jefe de la estación les habló del yoga a los empleados. Se le rogó que subiera al tren y éste arrancó en el acto.

W. Somerset Maugham
No. 131, Octubre-Diciembre 1995
Tomo XXVI – Año XXXI
Pág. 91

Ardid

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Wms, un irlandés, durante algún tiempo estuvo en Nueva Zelanda. Un día estaba cazando con un amigo suyo empleado de banca que no tenía permiso de caza. De repente vieron a un policía. El empleado creyó desvanecerse pensando ser detenido, pero Wms le dijo que conservara la calma y echó a correr. El policía lo persiguió y así llegaron a Awkland. Una vez allí Wms se detuvo, llegó el policía y le pidió el permiso que Wms le entregó inmediatamente. El policía le preguntó por qué corría, a lo cual él contestó: “Pues verá, usted es irlandés igual que yo, y si me promete no decir una palabra se lo diré: el que no tenía permiso era el otro.” El policía soltó la carcajada y dijo: “Es usted un gran tipo; vamos a echar una copa.”

W. Somerset Maugham
No. 131, Octubre-Diciembre 1995
Tomo XXVI – Año XXXI
Pág. 83

Romance

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El Duque de York, hermano de George III, vino a Mónaco en su yate y cayó gravemente enfermo. Pidió al príncipe reinante si podía albergarlo y éste accedió, pero se negó a recibir a la querida que traía a bordo. Ella tomó una casa en Roquebrune y cada día iba a un sitio a ver si la bandera seguía ondeando en palacio. Un día la vio a media asta y supo que su amante había muerto. Se arrojó al mar.

W. Somerset Maugham
No. 131, Octubre-Diciembre 1995
Tomo XXVI – Año XXXI
Pág. 75