Salón de belleza

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El peinado debe lucir por sobre otras cosas. Lo primero que miran es eso. Después vendrá el vestuario, el caminar, la galantería. Te lavamos bien, con champú y enjuague, luego los rollitos y el secador. ¡Pero no te muevas tanto que no dejas ponerte bien los ganchos! Ahora sí, tranquila. Quédate ahí hasta que te seques. Yo te aviso, no te preocupes. Mira que esta noche está la fiesta, el desfile, y la copa que tenemos que ganar. En seguida los brindis y a buscarte novio. Habrá de todo tipo, para que escojas el que quieras. Claro, acorde con tu categoría y de tu tamaño; acuérdate que eres chiquita. Bueno, contigo no hay mucho problema por eso. Cada vez que conoces uno mayor que tú, sales corriendo buscando mi ayuda. Ah, pero no se te puede acercar uno que te guste porque de una vez comienzas a coquetear. Siempre hay que estar pendiente de ti; si nos descuidamos Albertico y yo, te ponen una barriga, ¡¿Ja, que no?! No te pongas brava, no soy ninguna vulgar por decirte eso. Tu sabes que eres así desde pequeña, siempre quieres tener un novio que te esté sacando a pasear todas las noches, que te cante y corra detrás de ti por esas avenidas hasta que cansados se acuesten en alguna grama y entonces te acaricie el pelo… ¡que ya debe estar seco! Ahora te quitamos los rollitos y te pasamos el cepillo. Quédate quieta que no te estoy dando duro. Así, ¡Ese pelo tuyo, siempre sublevado! Uno le pasa diez veces el cepillo y nada. ¡Se enrosca, se enrosca, se vuelve a enredar! ¡¿y cómo quieres ganar esta noche?! Con esos cabellos no llegamos a ningún lado. Las demás con sus pelos lisos, sueltos, al aire, y tú con esas orejitas todas encrespadas. A lo mejor tu caminar nos salva… o tu gracia. ¡Cónchale!… pero ese pelo, ¡qué desgracia!… Por eso le dije a mamita desde un principio que me comprara un pequinés y no un puddle.

Víctor Guádez García
No. 127, Enero – Junio 1994
Tomo XXIII – Año XXX
Pág. 5