De los daños que provoca el alcohol

Como ocurre con muchos, empezó a beber para olvidar, hasta terminar olvidando por qué bebía tanto. Y como ocurre con algunos (felizmente con pocos) al cabo de un tiempo empezó a ver visiones, visiones que aceptó al principio como una diversión pero que después se transformaron en una pesadilla: eran pequeños seres juguetones que bailaban por horas frente a sus ojos. Hasta que un día, desesperado más allá de la sed, salió corriendo de su cuarto para someterse a la tortura benigna del hospital que le quitaría el vicio.

Cuando regresó a su cuarto, disgustado por los días de encierro pero feliz de sentirse otra vez libre, vio la botella a medio consumir y, en un gesto de repulsión, la estrelló contra la pared.

Entonces los pequeños seres saltaron agresivos buscando su garganta, sedientos de su sed.

Juan Armando Epple
No. 81, Mayo – Junio 1980
Tomo XIII – Año XVI
Pág. 106

Juan Armando Epple
No. 82, Julio-Agosto 1980
Tomo XIII – Año XVI
Pág. 217

Proposiciones para un cuento de terror

La mujer de luto recibe las sentidas condolencias, dejando que las lágrimas le descompongan el sobrio maquillaje de circunstancias, y permanece en su silla hasta que todos abandonan la sala, dejándola vacía. Entonces se levanta, seca sus lágrimas, se pinta con cuidado los labios y antes de irse se inclina sobre el féretro por última vez. Una mano le acaricia la nuca, en un gesto comprensivo.

Juan Armando Epple
No. 80, Abril-Septiembre 1978
Tomo XII – Año XIII
Pág. 763

Juan Armando Epple
No. 81, Mayo – Junio 1980
Tomo XIII – Año XVI
Pág. 82

Sobre sueños no hay nada escrito

Despertó sobresaltado por la pesadilla: el Monstruo lo perseguía rojo de odio y estaba a punto de saltarle por la espalda. Se irguió un momento, miró a su alrededor y tornó a dormirse, tranquilizado por la familiaridad del entorno oscuro de su cuarto.

Era lo que esperaba el Monstruo para avanzar, esta vez en forma definitiva. Siempre se había sentido orgulloso de su disfraz de sombra.

Juan Armando Epple
No. 67, Octubre-Diciembre 1974
Tomo XI – Año XI
Pág. 55

Diario de vida

Martes 26 de Abril de 1997.

Hoy comienza una nueva etapa de mi vida: esta mañana nací en la Clínica Victoria, de Independencia 1771.

Fueron mis padres Armando Soto, farmacéutico, y Avelina Martínez, dueña de casa. Ojalá esta vez me vaya mejor.

Juan Armando Epple
No. 66, Agosto-Septiembre 1974
Tomo X – Año X
Pág. 735

Que no hay delito mayor

El río lo recibió con un movimiento brusco y disforme, ocultándole sonidos, colores, aire fresco, para empujarlo al fondo. Arrepentido del salto, manoteó desesperadamente, hasta distinguir la lancha que acudía a rescatarlo. Cuando los policías lo subían, recordó que todo intento de suicidio estaba penado por la ley. Entonces, en un gesto final, irrevocable, se desprendió de sus captores y saltó al río, esta vez para huir de algo concreto.

Juan Armando Epple
No 70, Julio-Diciembre 1975
Tomo XI – Año XI
Pág. 450

No somos nada

—Guardar tanto libro, estudiar tanto —repetía el gringo Ebers, cada vez más atónito, mientras la patrulla leía títulos y el jefe dictaminada para que vengan cuatro milicos a quemar lo que quieran, y todavía cuadrándose, a cada veredicto, a la orden cabo Gutemberg.

Juan Armando Epple
No 70, Julio-Diciembre 1975
Tomo XI – Año XI
Pág. 426

Las leyes del progreso

—Tiene suerte de que lo hayan detenido en Valdivia —el gendarme encaminaba, orgulloso y afable, al profesor de Estética (ahora ex profesor), por galerías blancas, de barrotes lucientes, donde las celdas nuevas comenzaban a llenarse con los prisioneros políticos— una ciudad progresista como ésta, con dos universidades, merecía tener una cárcel a su altura.

Juan Armando Epple
No 70, Julio-Diciembre 1975
Tomo XI – Año XI
Pág. 373

Juan Armando Epple

Juan Armando Epple

(Osorno, Chile, 1946)

Es profesor en la Universidadde Oregón (Estados Unidos) y uno de los mejores conocedores del microrrelato hispanoamericano, y en especial del chileno, materias a las que le ha dedicado varias antologías, como Brevísima relación. Nueva antología del microcuento hispanoamericano (Mosquito, Santiago de Chile, 1999) y Cien microrrelatos chilenos (Cuarto propio, Santiago de Chile, 2002). Es autor, además, de una recopilación de MicroQuijotes (Thule, Barcelona, 2005) y de un excelente libro de microrrelatos, Con tinta sangre (Thule, 2004). De estas cinco piezas que ahora publicamos, los dos últimas son inéditas y forman parte de su nuevo libro, Para leerte mejor y otros prodigios, todavía sin editor[1].