Como ocurre con muchos, empezó a beber para olvidar, hasta terminar olvidando por qué bebía tanto. Y como ocurre con algunos (felizmente con pocos) al cabo de un tiempo empezó a ver visiones, visiones que aceptó al principio como una diversión pero que después se transformaron en una pesadilla: eran pequeños seres juguetones que bailaban por horas frente a sus ojos. Hasta que un día, desesperado más allá de la sed, salió corriendo de su cuarto para someterse a la tortura benigna del hospital que le quitaría el vicio.
Cuando regresó a su cuarto, disgustado por los días de encierro pero feliz de sentirse otra vez libre, vio la botella a medio consumir y, en un gesto de repulsión, la estrelló contra la pared.
Entonces los pequeños seres saltaron agresivos buscando su garganta, sedientos de su sed.
Juan Armando Epple
No. 81, Mayo – Junio 1980
Tomo XIII – Año XVI
Pág. 106
Juan Armando Epple
No. 82, Julio-Agosto 1980
Tomo XIII – Año XVI
Pág. 217