Muerte del tiempo

Había caminado más allá del otoño de su vida. Largas guedejas entrecanas caían cubriendo sus hombros huesudos ahora: redondos y maduros ayer. El tiempo había pasado y estaba sintiéndose aniquilada.

El tiempo… ¡El tiempo! ¿Dónde estaba su enemigo implacable? ¿Dónde aquel que corroía sus huesos, que marchitaba sus carnes, aniquilando aquel fulgor de belleza, herencia de las mujeres de su casa?

En sus días lo buscaba y la angustia la invadía en espasmos dolorosos que dejaban en su rostro y en su cuerpo las huellas del tiempo invisible y silencioso que la hollaban implacablemente.

Y su búsqueda inconsciente seguía el ritmo del viejo reloj que palpitaba y palpitaba el transcurrir del tiempo.

Los muros de su alcoba, testigos mudos de su angustia, la cobijaban aprisionando sus recuerdos, sus anhelos, sus ansias de vivir, su eterna espera por un mañana que no llegaba y su lucha con el tiempo que transcurría sobre su vida.

Y en las noches, largas y silenciosas, creía ver entrar por la ventana al tiempo como un éter invisible que llegaba hacia ella como en una furtiva cita de amor y la envolvía mientras el reloj seguía sonando rítmicamente en sus oídos hasta llegar a confundirse con los latidos de su propio corazón. Entonces, trataba de esconderse, de huir, pero las pesadas cortinas la ignoraban, el sillón frente al ventanal permanecía sordo, su espejo parecía reírse devolviéndole su angustia. Entonces fue cuando comprendió: el tiempo no pasa por las cosas, el tiempo ama la carne palpitante, la belleza, y se nutre de ella para seguir existiendo. Y, fue así cuando reparó en el viejo reloj, el culpable del tránsito del tiempo, el corazón del tiempo, el que lo hace vivir…

Sus manos crispadas se acercaron a él penetrando sus entrañas.

Una risa extraña y sórdida salía de los muros del caserón abandonado y rodaba por la colina hasta perderse allá en el mar.

Fuera… ¡Doscientos años habían transcurrido!

Dentro, en su eterno presente, permanecía ella sentada frente al ventanal, estática, con el viejo reloj destrozado a sus pies y sus cuencas vacías escudriñando el más allá.

Carolina Castro Padilla
No. 76, Marzo-Abril 1977
Tomo XII – Año XII
Pág. 307

Carolina Castro Padilla

Carolina Castro Padilla

Carolina Castro Padilla.

Originaria de la ciudad de Aguascalientes (10-V-1938), es profesora de Nivel Básico y Maestra en Lengua y Literatura Española con estudios en su especialidad en el Instituto de Cultura Hispánica, en Madrid, España. Se ha dedicado a la docencia, a las artes plásticas (pintura, escultura en cerámica, dibujo, grabado y esmalte sobre cobre), la investigación histórica, y a la literatura.

Como narradora tiene publicados varios títulos: Por el dulce sabor de la naranja (cuentos, Instituto Cultural de Aguascalientes, ICA, 1993);  El Mundo de Mariana (cuentos ilustrados para niños, 1993); Arte y Cultura en Aguascalientes (coautora, libro de texto para 5° grado de primaria, ICA e IEA, 1994); cinco libros de arte para niños editados por el ICA en 1996: José Guadalupe Posada, Jesús F. Contreras, Saturnino Herrán, Gabriel Fernández Ledesma y Francisco Díaz de León; José de Jesús López y González III Obispo de Aguascalientes, fue un niño como tú (l998); Olor a violetas, novela publicada por entregas en el periódico El Hidrocálido; El Azar del Cuento, coautora con Ana Coloma y León Guillermo Gutierrez (México, Ed. Desierto, ICA y Patrimonio Cultural de Jalisco, 1999; Terminología Básica en el Ballet, colaboradora con el autor Georges Berard (ICA, México, 2000); Tres libros de Historia de Aguascalientes ilustrados para niños publicados por el ICA: Fundación de la ciudad de Aguascalientes (2000), Aguascalientes en la Época Colonial (2003), Aguascalientes durante la Guerra de Independencia (2004); Bajo las aguas crecen nuestros recuerdos (H. Ayuntamiento de Aguascalientes, 2003, cuento premiado en el XII Certamen Histórico Literario y de Ensayo Contemporáneo); La arañita que no sabía tejer, cuento ilustrado para niños (Instituto de Cultura de San Luis Potosí, S.L.P. 2006); El Organista de Cristo José Ruiz Esparza Vega, coautora con Cecilia C. Franco Ruiz Esparza (ICA, Ayuntamiento de Aguascalientes y Gobierno del Estado de Aguascalientes, 2007); Allá te espera la vida, novela (Fondo Estatal para la Cultura y las Artes e ICA, 2012); Georges Berard, una vida entregada a la danza, Colección Los Nuestros (ICA, 2012)

En su quehacer literario, es autora de prólogos y de artículos, cuentos y viñetas publicados en diversas revistas y periódicos. Varias antologías recogen obras suyas.

Ha recibido algunos premios, entre ellos dos en cuento y uno en novela corta en el certamen histórico literario del Municipio de Aguascalientes y el Premio Aguascalientes 1992 por el Desarrollo de las Artes que concede anualmente el Fideicomiso Enrique Olivares Santana.

Es miembro de la Corresponsalía en Aguascalientes del Seminario de Cultura Mexicana desde 1995. Actualmente está dedicada a las artes plásticas y la creación literaria.[1]

[1] Datos enviados por la propia Carolina Castro Padilla, vía e-mail

Despertar

Cada noche, tres rinocerontes blancos cabalgaban por la llanura inmensa de mis sueños. Pasaban veloces haciendo resonar su blando cuerpo de armadura ignota, resoplando suspiros viejos, inundando de vaho verde mis plantas doloridas y llevándose mi pensamiento a los ayeres no encontrados pero largamente presentidos. Corrían desbocados levantando tenues nubes rojas, y se iban empequeñeciendo hasta desaparecer en las rocas agrestes de aquella montaña: muro cerrado que abría sus grietas afiladas por el viento para tragar por entero a mis tres cabalgaduras blancas. Así, mi pensamiento se vaciaba noche a noche, dejándome dividida entre un presente incierto y un ayer desconocido.

Por eso, en mi último sueño decidí correr tras mi pensamiento, irme con él fuertemente asida a sus lazos infinitos, y así, juntamente con los tres rinocerontes blancos, traspasar la impenetrable roca-muro.

Hoy, me despierto cegada por un reflector hiriente que me recorre, Frente a mí, varios pares de ojos ávidos me observan escrutadores y una voz resuena entre las abras petrificándose en mi alma:

—¡Fantástico! ¡Vean, aquí está una mujer! No cabe duda, estas pinturas rupestres son realmente únicas.

Carolina Castro Padilla
No. 116, Octubre – Diciembre 1990
Tomo XIX – Año XXVII
Pág. 406

Carolina Castro Padilla.

ESTUDIOS : Básicos, Instituto de Ciencias de Aguascalientes, 1952-1954; Academia Mercantil en Durango, 1956; Bachillerato y curso de periodismo, 1964; Maestra en Lengua y Literatura Española, Escuela Normal Superior, Guadalajara, Jalisco; Literatura española en el Instituto de Cultura Hispánica de Madrid, España; Civilización francesa en La Sorbona, París; Educación abierta, Universidad Pedagógica Nacional.

FECHA NACIMIENTO: 10 mayo de 1938, Aguascalientes.

AREAS DE CONOCIMIENTO: Literatura Infantil.

COLABORA CON: Instituto Cultural de Aguascalientes: El sol del Centro; Universo cultural (dominical) de Hidrocálido; Revista Talleres del ICA; Lecturas de Aguascalientes del INEA; Revista Exedra, del Municipio de Ags; Carabobeño de Venezuela.

INSTITUCION ACTUAL: Instituto Cultural de Aguascalientes (ICA)2000.[1]