La sospecha


Un hombre perdió su hacha; y sospechó del hijo del vecino. Observó la manera de caminar del muchacho —exactamente como un ladrón—. Observó la expresión del joven —idéntica a la de un ladrón—. Observó su forma de hablar —igual a la de un ladrón—. En fin, todos sus gestos y acciones lo denunciaban culpable de hurto.

Más tarde el hombre encontró su hacha en un valle y cuando volvió a ver al hijo de su vecino todos los gestos y acciones del muchacho le parecieron muy diferentes de los de un ladrón.

Lie Yukou
No 101, Enero-Marzo 1987
Tomo XVI – Año XXIII
Pág. 116

El ladrón poseido


Un hombre sediento de oro, del reino de Qi, se vistió elegantemente y fue a caminar por la plaza. En cuanto llegó a la tienda del comerciante en oro se apoderó de una pieza y desapareció.
Días después fue aprehendido y le preguntaron:

—¿Por qué robaste el oro en presencia de tanta gente?

—Cuando tomé el ro —contestó—, no vi a nadie. No vi más que el oro.

Lie Yukou (600 ó 400 a.n.e.)
No. 100, Septiembre-Diciembre 1986
Tomo XV – Año XXII
Pág. 694

Las palomas de regalo


Al príncipe de Handan le encantaba recibir palomas como regalo de año nuevo, y él correspondía con magníficas recompensas. Pero lo que más complacía al soberano era dejarlas libres después, para mostrar así su bondad. Un día alguien le dijo: “Todos vuestros súbditos se dedican a atrapar palomas para su excelencia. Pero al tratar de apresarlas también son muchas las que matan. Por consiguiente, la bondad que Su Excelencia pretende no repara el daño que realmente ocasiona”. El príncipe comprendió y desde entonces quedó anulada esa costumbre.

Lie Yukow.
No. 100, Septiembre-Diciembre 1986
Tomo XV – Año XXII
Pág. 651