Un hombre perdió su hacha; y sospechó del hijo del vecino. Observó la manera de caminar del muchacho —exactamente como un ladrón—. Observó la expresión del joven —idéntica a la de un ladrón—. Observó su forma de hablar —igual a la de un ladrón—. En fin, todos sus gestos y acciones lo denunciaban culpable de hurto.
Más tarde el hombre encontró su hacha en un valle y cuando volvió a ver al hijo de su vecino todos los gestos y acciones del muchacho le parecieron muy diferentes de los de un ladrón.
Lie Yukou
No 101, Enero-Marzo 1987
Tomo XVI – Año XXIII
Pág. 116