Marcelino Cereijido

Marcelino Cereijido

(Buenos Aires, 1933)

Es doctor en fisiología por la Universidad de Buenos Aires. Realizó su posdoctorado en la Universidad de Harvard. Se ha desempeñado como profesor e investigador en el Instituto de Fisiología de la Universidad de Múnich y en el departamento de biología celular de la Universidad de Nueva York. Es profesor emérito del Centro de Investigaciones y Estudios Avanzados del Instituto Politécnico Nacional, en México. Ha sido asesor del Centro Latinoamericano de Biología de la UNESCO. Es miembro de la Comisión Dictaminadora del Sistema Nacional de Investigadores de México y del Consejo Consultivo de Ciencias de la Presidencia de la República. Ha recibido los premios Nacional de Ciencias y Artes (1995) y el Premio Internacional de Ciencias Bernardo A. Houssay (1993) de la Organización de los Estados Americanos, entre otros. Es autor de más de un centenar de artículos científicos y de libros como La madre de todos los desastres; La muerte y sus ventajas; La ciencia como calamidad; y Ciencia sin seso, locura doble[1]

Sísifo

¡Imbécil! Fue el día de mi cumpleaños. Recuerdo que le pedía a Dios que hiciera retroceder el tiempo y me enviara por unos días a mis años juveniles. Yo le avisaría cuando quisiera que me regresara a los cuarenta y siete.

Y por ahí ando. Nuevamente haciendo el mapa de geografía, otra vez esperando a Luis que va a morir a los veinte, volviendo a llorar el desprecio de Ema, y siendo Julián que conversaba con papá en la casa de la avenida.

Y, por supuesto, a mí a esa edad ni se me pasaba por la cabeza que fuera el regreso de un hombre maduro, ni se me iba a ocurrir algo tan insólito como pedirle a Dios que me enviara a los cuarenta y siete.

Y aquí estoy ahora, congelado en este futuro hueco, en esta inmortalidad idiota, temiendo —teniendo la certeza— de que dentro de algunos años, cuando la vida de Julián esté a punto de desembocar en mí para que prosiga esta historia ridícula y se termine todo de una buena vez, a él se le va a dar por pedirle a Dios que lo envíe a los años juveniles.

Y yo sé que va a ser así, pues es lo que siempre hace Julián cuando cumple los cuarenta y siete y se pone nostálgico, imbécilmente nostálgico.

Marcelino Cereijido
No. 87, 1981
Tomo XIII – Año XVII
Pág. 765