La camisa del hombre feliz

En el vetusto edificio, tan lúgubre por fuera como por dentro, los internados del psiquiátrico ambulaban indiferentes. Pero a la mayoría de aquellos desgraciados les manaban torrentes de felicidad ¡vaya usted a creerlo!, muy al contrario del hombre feliz, al quitarles su camisa… de fuerza.

Sergio Ovidio García
No. 68, Enero-Marzo 1975
Tomo XI – Año XI
Pág. 173

Equivocación

Aquella tarde la vi; han sido dos o tres veces quizá después de que nos separamos. Ocho años anduvimos juntos. ¡Y qué bien me acuerdo lo de la primera vez! Desde entonces me abandoné a su capricho: no pude manejarla. Pero con todo y eso era buena, nunca me dio dolores de cabeza. Con estar abastecida y tener sus menjurjes cotidianos a tiempo estaba satisfecha. Pero como todo tiene su fin, nos aburrimos y cada quien se fue por su lado llegado el momento. Me dolió la facilidad con que encontró nuevo dueño, casi al despedirnos…

Cuando nos hemos encontrado, siento que no me mira. Ha cambiado algo: se ve un tanto descolorida; por fin le enderezaron el trasero, y hasta le han puesto parrilla. El número de matrícula es el mismo…

Sergio Ovidio García
No. 67, Octubre-Diciembre 1974
Tomo XI – Año XI
Pág. 51

Falta de escuela

Volamos rapidísimo; yo sé que en espiral, aun cuando demos la impresión que es en círculos concéntricos; y rarísima vez chocamos a pesar de que somos miles en esa cruenta lucha. Lo que no comprendo, es porqué siempre un bombillo encendido nos atrae.

Sergio Ovidio García
No. 66, Agosto-Septiembre 1974
Tomo X – Año X
Pág. 747

Realismo

Un murmullo casi frio ronroneaba en mi derredor. Los sentía muy cerca; uno casi me tocó la cabeza, como para cerciorarse de la realidad. Yo no podía verlos; estaba atado de las manos por detrás, y vendado… Recién había recibido el tiro de gracia.

Al volver en mí tenía aún el puñal en la mano, y como hipnotizado me había quedado mirando el cuello cercenado de la víctima…

—¡A saber en qué está pensando! ¡Corten! —gritó enojado el director.

Sergio Ovidio García
No. 66, Agosto-Septiembre 1974
Tomo X – Año X
Pág. 730

Sergio Ovidio García

Sergio Ovidio García

 Don Sergio Ovidio García fue un escritor espectacular. Entre sus más famosas novelas se encuentran “El Partideño,” “El Bastardo y Otros Cuéntamos” “Atarrayas al Sol,” “Ahora, la Partideña.” Ganó muchos concursos literarios nacionales e internacionales, entre ellos el famoso “Hucha de Plata,” de Huelva, España, con su cuento “Después dela Ofensiva.” Durantemuchos años en el Diario de Hoy y en la Prensa Gráfica, el Latino, publicó consejos gramaticales, y los famosos clásicos Roxil, y editorial Abril Uno, publicaron sus libros. Formó parte del Ateneo de El Salvador. También escribió una infinidad de cuentos cortos, y los que él llamó “Cuéntamos.” Estos eran pequeños cuentos con desenlaces inesperados.

Lo tengo presente sentado en la salita de su casa en San Salvador, con las piernas cruzadas, escribiendo con un lápiz sobre un cuaderno de papel de empaque…mientras movía los labios, repitiendo lo que había escrito…  Alguien que lo haya conocido antes y después de conocer al Señor Jesús, podrá ver como su fe impactó su forma de escribir… Habría tanto que contar de él. Yo lo recuerdo como un hombre de mucho conocimiento, pero humilde, buena gente, amable, servicial, puntual, muy responsable de sus compromisos; cuando se trataba de hacer una diligencia como ir al banco o a votar, se levantaba muy temprano para ser el primero en la fila… Cuando me gradué de licenciatura, fue uno de esos pocos que leyeron mi tesis… Me había anticipado que “Dios mediante” quería estar presente en mi graduación de doctorado…  Nos quiso mucho. Viajaba de El Salvador a Guatemala en bus, donde Almi y yo residíamos, más de una vez escribió un cuento sobre las peripecias del viaje…[1]

 

Ver para creer

El estuche era la obra maestra de un gran artista. En el seno pulcro, con un fondo de terciopelo negro, los diamantes bien dispuestos, algunos en figuras bellas, fulgían incitadores. En el centro, una enorme gema medio hundida, de zafiro o turquesa, contemplaba aquel tesoro y maravilla.

Tras los otros dos que en la minúscula vitrina admiraban tal prodigio, Armstrong no pudo dejar de exclamar:

—¡Quién podrá creer que esa es la tierra!

Sergio Ovidio García
No. 74, Octubre-Diciembre 1976
Tomo XII – Año XII
Pág. 110

Común y corriente

Habían llegado de lugares opuestos y distantes. Él, de las fincas de café de Occidente, de allá de las faldas del volcán, en donde creció y se hizo fuerte. Ella, venía de las haciendas de la costa, de donde su pureza y fragancia natural las tomó de lo exuberante de aquellas verdes sabanas. Ahora, sin elucubrar en los misterios del destino se habían encontrado en aquel restaurante.

Y nadie se preocupaba por la procedencia de aquella sabrosa taza de café con leche.

Sergio Ovidio García
No. 91, No. de 20 Aniversario – 1984
Tomo XIV – Año XX
Pág. 426

Las cuatro estaciones

Cuando en el Paraíso quedaron establecidas las cuatro estaciones, ya después de todo, Eva tuvo en cada una su particular emoción: le gustabala Primaverapor verse colmada de flores; el Verano la hacía ardiente; el Invierno, fría, que le incitaba a buscar el calor de Adán. Pero la que más le complacía era en Otoño la caída de las hojas.

Sergio Ovidio García
No. 85, Enero-Febrero 1981
Tomo XIII – Año XVI
Pág. 489