El hombre y el cuervo

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Encontrar otro mundo no es únicamente un hecho imaginario. Puede ocurrirle a los hombres. Y también a los animales. A veces las fronteras se deslizan o se confunden: basta con estar allí en aquel momento. Yo presencié cómo le ocurría esto a un cuervo. Este cuervo es vecino mío. Jamás le he hecho el menor daño, pero tiene buen cuidado en mantenerse en la copa de los árboles, volar alto y evitar la humanidad. Su mundo empieza donde se detiene mi débil vista. Ahora bien, una mañana, nuestros campos se hallaban sumidos en una niebla extraordinariamente espesa, y yo caminaba a tientas hacia la estación. Bruscamente, aparecieron a la altura de mis ojos dos alas negras y enormes, precedidas de un pico gigantesco, y todo se alejó como una exhalación y con un grito de terror como espero no volver a oír otro en mi vida. Este grito me obsesionó toda la tarde. Llegué hasta el punto de mirarme al espejo, preguntándome qué habría en mí de espantoso.

Por fin comprendí. La frontera entre nuestros dos mundos se había borrado a causa de la neblina. El cuervo, que se imaginaba volar a su altura acostumbrada, vio de pronto un espectáculo sobrecogedor, contrario para él a las leyes de la Naturaleza. Había visto a un hombre que andaba por los aires, en el corazón mismo del mundo de los cuervos. Había presenciado una manifestación de la rareza más absoluta que puede concebir un cuervo: un hombre volador.

Ahora, cuando me ve desde arriba, lanza unos pequeños gritos, y yo descubro en ellos la incertidumbre de un espíritu cuto universo se ha desquiciado. Ya no es, ya no volverá a ser jamás como los otros cuervos.

Loren Eiseley
No. 132, Enero – Marzo 1996
Tomo XXVI – Año XXXII
Pág. 12

Loren Corey Eiseley

Loren Corey Eiseley

(Nació el 3 de septiembre de 1907 en Lincoln, Nebraska y murió el 9 de julio de 1977)

Fue un muy respetado antropólogo, escritor científico, ecologista y poeta que publicó libros de ensayo y biografías durante los años 1950s ’60s y ’70s.

Conocido por su fácil estilo poético, llamado “hidden essay”, lo usaba para explicar complejas ideas científicas, como la de la evolución humana, al público en general y para sus escritos de las relaciones humanas con el mundo natural, lo que llegó a inspirar el movimiento ecologista. Entre algunos de sus libros están: The Immense Journey (1957), Darwin’s Century (1958), The Unexpected Universe (1969), The Night Country (1971) y la memoria All the Strange Hours (1975).

Eiseley vivió una niñez difícil con un padre distante y una madre sorda que sufrió de una posible enfermedad mental. Después de la muerte de su padre, él dejó el instituto y varios empleos, antes de matricularse en la Universidad de Nebraska, donde también trabajó como un arqueólogo.

Le diagnosticaron Tuberculosis en 1933. Eiseley dejó la universidad y se mudó al oeste del desierto de los Estados Unidos, creyendo que el aire mejoraría su condición. Sin embargo, él era agitado e infeliz y eventualmente comenzó a vagabundear por todo el país, montando trenes de carga (como muchos otros hicieron durante la Gran Depresión). Eiseley más tarde describió estos viajes en «All the extrange hours«, que muchos críticos consideran su obra maestra.

Además de su trabajo científico y académico, a mediados de los años 1940, Eiseley comenzó a publicar los ensayos que le trajeron la atención de una más amplia audiencia. Su primer libro, «The Immense Journey«, una colección de escrituras sobre la historia de la humanidad, fue publicado en 1957 y era un libro de ciencia raro para apelar a una audiencia de masas. Su libro The Darwin’s Century (Siglo de Darwin) ganó el premio Beta Phi Kappapara por el mejor libro en la ciencia en 1958.

El sello de Eiseley era combinar exploraciones científicas con un sentido profundo del humanismo y de la poesía. En vez de simplemente ver el mundo como sistema de hechos y de figuras científicos, Eiseley utilizó ciencia para buscar el significado más profundo de la vida, incluso mientras admitía que la ciencia no podía contestar todos los misterios de la existencia.

Loren Eiseley murió el 9 de julio de 1977 y fue enterrado en el West Laurel Hill Cemetery en Bala Cynwyd, Pennsylvania. Este es un cementerio rural y es una institución hermana del famoso Laurel Hill Cemetery. La esposa de Eiseley, Mabel Langdon Eiseley murió el 27 de julio de 1986 y fue enterrada a lado de su esposo en la sección Westlawn del cementerio en el lote 366. En la inscripción se lee, “We loved the earth but could not stay” la cual es una línea de su poema The Little Treasures[1].

El hombre y el cuervo


Encontrar otro mundo no es únicamente un hecho imaginario. Puede ocurrirle a los hombres. Y también a los animales. A veces las fronteras se deslizan o se confunden: basta con estar allí en aquel momento. Yo presencié cómo le ocurría esto a un cuervo. Este cuervo es vecino mío. Jamás le he hecho el menor daño, pero tiene buen cuidado en mantenerse en la copa de los árboles, volar alto y evitar la humanidad. Su mundo empieza donde se detiene mi débil vista. Ahora bien, una mañana, nuestros campos se hallan sumidos en una niebla extraordinariamente espesa, y yo caminaba a tientas hacia la estación. Bruscamente, aparecieron a la altura de mis ojos dos alas negras y enormes, precedidas de un pico gigantesco, y todo se alejó como una exhalación y con un grito de terror como espero no volver a oír otro en mi vida. Este grito me obsesionó toda la tarde. Llegué hasta el punto de mirarme al espejo, preguntándome qué habría en mí de espantoso.

Por fin comprendí. La frontera entre nuestros dos mundos se había borrado a causa de la niebla. El cuervo, que se imaginaba volar a su altura acostumbrada, vio de pronto un espectáculo sobrecogedor, contrario para él a las leyes de la Naturaleza. Había visto a un hombre que andaba por los aires, en el corazón mismo del mundo de los cuervos. Había presenciado una manifestación de la rareza más absoluta que puede concebir un cuervo: un hombre volador.

Ahora, cuando me ve desde arriba, lanza unos pequeños gritos, y yo descubro en ellos la incertidumbre de un espíritu cuyo universo se ha desquiciado. Ya no es, ya no volverá a ser jamás como otros cuervos.

Loren Eiseley
No. 102, Abril-Junio 1987
Tomo XVI – Año XXIII
Pág. 223