Desde que lo recuerdo se propuso ser distinto. Rechazó violentamente el traje que sus padres le indicaban: se opuso ferozmente a que su cabello fuera cortado como el de los otros niños; se negó a participar de los ritos y costumbres familiares; discutió fervientemente, y sin acuerdos, acerca de todo lo establecido. Sus sentimientos, por supuesto, también eran distintos.
Un día, tomándose un café, meditabundo, levantó los ojos y pudo ver horrorizado un conjunto de hombres que se vestían como él, que ostentaban la misma cabellera, que tomaban café, dubitativos, que levantaban los ojos horrorizados.
Mario Rey
No. 121-122, Enero-Julio 1992
Tomo XXI – Año XXVIII
Pág. 135