La real y la otra

 

—Cuando murió esa amiga…

—¿Cuál amiga?

—…Bueno, es un modo de comenzar el cuento… tuve la sensación de que expiraba por segunda vez.

Fue que una noche, tras años sin noticias suyas, soñé que moría entre horribles tormentos, acosada por un mal extraño.

Naturalmente, el sueño me hizo gracia. Hasta donde sabía, mi amiga era en extremo saludable. Por eso atribuí la visión a unos cangrejos que había comido la tarde anterior. Y hasta pensé escribirle, refiriéndole el suceso. Tal vez el relato la pusiera de buen humor y perdonara mi prolongado silencio y alejamiento. Sin embargo, las ocupaciones me absorbieron y olvidé el asunto hasta cuando, dos semanas después, recibí una esquela participándome su deceso.

Ahora, lo insólito es que ambas muertes —la real y la otra— fueron idénticas, de manera que vivo preguntándome si ella murió para justificar mi sueño o si, por el contrario, éste fue una anticipación de su ausencia.

Pienso que quizás el único medio de obtener una respuesta sería que un amigo (¿por qué no usted?) soñara con mi fin y yo con el suyo. Así averiguaríamos cuánto hubo de azar o de ley inexorable.

Dimas Lidio Pitty
No. 40, Enero-Febrero 1970
Tomo VII – Año V
Pág. 174

Dimas Lidio Pitty


Dimas Lidio Pitty

Es un escritor panameño que ha enfocado su obra hacia el tema del hombre —sobre todo el rural— y el medio que lo rodea. Las historias del chiricano están muy relacionadas con la tierra, con el papel que juega ésta en nuestras vidas.

También, en su bibliografía encontramos espacio para temas más urbanos —sin dejar atrás la parte nacionalista— como lo es la lucha canalera. En los últimos años Pitty se ha dedicado a la parte didáctica de la literatura.

Dimas Lidio Pitty ha ganado el Miró en múltiples ocasiones, en los géneros de poesía y novela. Además ha escrito libros de tipo periodístico. Sus libros más importantes son: Crónica prohibida, País azul, Rumor de multitud (todas estas en poesía), Estación de navegantes, el centro de la noche (ambas en novela); y Lecturas para vivir (antología didáctica).

Nació en Potrerillos, provincia de Chiriquí en 1941. Realizó estudios superiores en Chile, pero los termina en la Universidad de Panamá. Estuvo exiliado en México. Fue director de extensión cultural de la Universidad de Panamá. También ejerció funciones como primer jefe de redacción de “La Prensa”. Luego de salir del diario La Prensa trabajó en el diario El Siglo como editor de la columna “Agenda abierta”.Miembro de número de la Academia panameña de la Lengua y correspondiente de la Real Academia Española. Secretario privado del Rector. Universidad de Panamá y Profesor extraordinario de la Universidad Nacional Autónoma de Chiriquí. Presidente del consejo nacional de escritores (2001-2003).

Son pocas las críticas que se la hacen a Dimas Lidio Pitty. En realidad su dominio del lenguaje y calidad son destacados constantemente. Lo único que se le juzga es su hermetismo y su actitud sumamente huraña; sin embargo esto es algo que está más allá de lo literario.

La condesa

Con el “gracias” del taxero concluye la noche. Y todavía en la acera sin nadie saco la llave de la casa. Pero antes de abrir observo la calle solitaria, las casas dormidas, la creciente claridad y ciertos indicios indicadores de que el día será esplendoroso. Después entro y los zapatos quedan aquí, el saco acá, la camisa más allá, desconecto el teléfono, pongo el despertador, pienso en Olga unos instantes, los ojos se me cierran y pesadamente salgo de las cosas. Sin embargo, antes de perder totalmente la conciencia me digo: “¡Nuestra vida es algo tan estúpido!” Y como una terrible manera de protesta resuelvo n despertar más. Pero súbitamente me percato de que los dueños de diarios ganarían mucho si me durmiera para siempre. Y para frustrarlos renuncio a mi propósito y simplemente cierro los ojos como todo el mundo, convencido de que a la noche despertaré descansado y dispuesto a repetir las mismas tonterías (mis chistes apolillados, en el miserable escenario del viejo cabaret) delante de las mismas caras inexpresivas y ebrias. Pero entonces me asalta el temor de que, contra mi deseo, por fatalidad y coincidencia, no pueda despertar; o si no, el mundo se resquebraja mientras duermo; o bien un malhechor incendia mi casa. Y totalmente aterrorizado por estas posibilidades, salto de la cama, corro a la ventana y grito: “¡No, no!”, queriendo que todo el barrio acuda a tranquilizarme, a decirme que alguien velará mi sueño, que nadie incendiará mi casa. Pero mi voz se pierde en la luz desierta, como si no quedara nadie, como si me hubieran condenado a gritar en vano por toda la eternidad, con la sola compañía de ese zopilote aliextendido que asolea su cuerpo repugnante en lo alto de un edificio.

Dimas Lidio Pitty
No. 40, Enero-Febrero 1970
Tomo VII – Año V
Pág. 145