Otra vez el campo lleno de flores rosadas y otra vez tú aquí, como aquella mañana, aunque ahora no está él contigo; hoy no, ni nunca, quizá nunca estuvo, quizá soñaste que te amó en un campo lleno de flores rosadas, quizá pensaste que su voz era suave y quizá porque era un sueño, no hiciste caso a nadie, ni siquiera a las llamadas desesperadas de su mujer… un año viviendo diferente, sintiéndote amada y necesaria, y hoy, sola otra vez frente al campo de flores rosadas que se mecen suavemente, como sus manos al acariciarte, como su voz cuando te dijo suavemente que deseaba un hijo y te enteraste que su mujer no podía dárselo y entonces tú prometiste un hijo a cambio de su divorcio. Un año… un año viviendo para él, confiando ciegamente en su promesa de divorcio, y después de todo, después de darte, de entregarte, después de escuchar mil veces su promesa de amarte siempre… un adiós… después de tu decisión… un adiós… y ahora cuando tu tienes la noticia que él esperó tanto tiempo, Ella se adelanta y… un hijo… y sabes que es verdad, que esto no es un sueño, que quizá toda la desesperación, la angustia, la tristeza de su mujer, la hizo concebir. Y ahora tú… con tu hijo en ti, dentro de ti, entre el campo de flores rosadas. Pero estás tranquila, resuelta, sabes que lo que has decidido pasará pronto, que es breve como un suspiro, que quizá es tan suave como el viento que mueve las flores rosadas… tan suave como su voz… tan suave como el filo que lentamente ahora corta tus venas, como tu sangre saliendo a borbotones de entre tus muñecas, corriendo lentamente por entre el campo de flores rosadas.
Alicia María Uzcanga Lavalle de Ibarra
No. 62, Diciembre 1973 – Enero 1974
Tomo X – Año X
Pág. 302