Los viejos cartabones de siempre. Una mujer, la vida, y el gran vacío de las inutilidades. Buscar la libertad, arañarla inclusive en los muros, lamerla en las hojas que caen por otoño de los árboles, engendrarse en aire imaginando espacios y concluir al final de muchos sueños con las manos llenas de arenas de otros ríos.
¿Y lo que va por dentro? Toda la rabia y las lágrimas de domingo, todos los azufres de demonios no resueltos, no mirados, ni siquiera tan sólo esbozados. Y las ganas de querer y el miedo revolviendo todo como en un enorme pastizal al viento; al atreverse, el osar; las yemas de los dedos siempre frías y el calor de los huesos formando caminatas en la mente. ¿Y todo eso por dónde? Por las calles con ruido, por los otros ojos ávidos, por los contactos inacabados, por el yo durmiendo ausencias y soles de otros tiempos.
Y así la soledad, y el miedo gustoso por la casa silenciosa, por la gota de agua que recuerda las mil monotonías; la rutina feroz como un escape que encierra ecos de guitarra en cajas de latón semi-oxidadas, soledad humeante, personal, inacabada, y el amor por lo verde, cobrizado tal vez por los lentos estares de las esperanzas.
Las sonrisas, cómo no, iluminando las labios en recuerdo de la siempre-alegría, aquella que ronda los espejos interiores. Y también la sonrisa que vive por las manos y se atreve en el punto exacto de los ojos, la que busca a destajo los signos de ternura para luego morirse entre los llantos.
El esbozo de mujer o de aquella niña que inventó silencios subiendo por la luna creciente, mendigando las horas que realmente se viven y que duermen por ahora tras esos horizontes que suenan al descuido en el tic-tac de los relojes.
Y la mujer con miedo, la que transporta miedo a los cuatro costados de los miedos de otros, no entiende nunca nada; se pone un sombrerito agobiado de flores, mira hacia atrás el alma en un revuelo de falta semi ajada, mientras julio le llueve las ventanas, se reconoce mujer, ausencia, tiempo malogrado, mujer sin oficio, pero mujer a su manera.
Beatriz Sanromán
No. 103 – 104, Julio – Diciembre 1987
Tomo XVI – Año XXIII
Pág. 327