Según un computador electrónico, este cuento brevísimo y estrambótico es un cero a la izquierda verídico.
Érase que se era un filomático que se pasaba las noches en vela, jugando con las equis, las yes y las zetas.
Tenía la cabeza hecha una cafetera por las once paronomasias completas: Paso, peso, piso, poso, puso; pase, pese, pise, pose, puse; raja, reja, rija, roja, ruja; rata reta, rita, rota, ruta; carro, cerro, cirro, corro, curro; malla, mella, milla, molla, mulla; mana, mena, mina, mona, muna; para, pera, pira, pora, pura; pala, pela, pila, pola, pula; maro, mero, miro, muro; papa, pepa, pipa, popa, pupa.
Y desfrunciendo el ceño, nuestro moderno Arquímedes, eureka la paronomasia doce, una pica en Flandes mas el secreto de la Esfinge.
Felicítote lector inteligente. Tú también has dado en la tecla, en el clavo y en la yema: has encontrado en este relato una de las cinco palabritas de la paronomasia doce. ¡Y qué palabra tan grosera es la numero cuatro! ¡Cómo contamina cada vez el medio ambiente pletórico ya de brechas, sapos y culebras!
Ángel Consuegra Marín
No. 55, Noviembre 1972
Tomo IX – Año IX
Pág. 302