Magnesia y lavativas: aceite de ricino con jugo de naranja; sidral y atole de sagú. Sin embargo, yo seguía delirando y ardiendo en calentura por las noches.
Me martirizaba el cerebro el saber que un perro muerto, seguía la nave de Julio Verne y le daba la vuelta a la luna. También veía a Mandrake, El Mago, saliendo del País de Flora y entrando en Mecana; los veía tan cerca de mí, que casi podía tocarlos, pero no los podía despedazar como era mi deseo.
Llegó mi mamá a sacarme del tormento, me habló con cariño y me dio una cucharada de algo que me hizo dormir.
Cuando me sorprendió la mañana, estaba bañada en sudor y con la pijama mojada y arrugada; me levanté y me di un baño de regadera; me lavé los dientes, me puse calzones y pijama limpios; después, comencé a cepillarme el pelo. Vinieron por mi Mandrake y Narda; me llevaron al País de Flora, el que colinda con Mecana. Es de allá, de Mecana, de donde parten las naves que sueltan perros muertos más arriba del cielo.
Por eso no quise conocer Mecana y me quedé en Flora y,…estoy aquí… aquí estaré por los siglos de los siglos no importa que mis huesos se desbaraten en la tumba que mamá riega de lágrimas.
Hugolina Fink Pastrana
No. 54, Julio-Septiembre 1972
Tomo IX – Año IX
Pág. 203