El número tres


La mañana, el mediodía y la noche. El principio, el medio y el fin. El padre, la madre y el hijo. Cuando es enteramente, lo es tres veces. Santo tres veces, realmente santo. Muerto tres días, realmente muerto. Tres regiones tiene el universo: cielo, tierra y agua. Tres cuerpos tienen los cielos: sol, luna y tierra. Tres veces repítese el rito y cúmplenlo tres personas. Tres años deben tener los animales que se sacrifican. Tres ayunos por año ordena la Ley, y tres oraciones por día. Tres son los hombres justos. Tres rebaños acuden al pozo. La culpa se extiende hasta la tercera generación. Tres generaciones se necesitan para vengar a los padres. Tres años sin cosecha justifican la impaciencia del labrador, y el abandono de las tierras. Tres días es tolerado el huésped. Tres veces se camina alrededor de la pira funeraria. Tres son las furias. Tres son los jueces de la muerte. Cada tres años se celebran las fiestas de Baco. Tres fueron los primeros augures. Tres, las primeras vestales. Tres, los libros de la Sibilas. Tres días toma el descenso al infierno. Tres días permanece el alma cerca del cadáver esperando su resurrección. Tres veces se repiten las palabras que protegen al viajero, inducen al sueño o calman la furia del ar. Tres veces bendijo Yavé la creación. Tres testigos nos ofrece el cielo. Tres hijas tuvo Job. Tres hijos Noé, y de ellos descendemos todos. Tres veces bendijo Balaam a Israel. Tres amigos tuvo Job, y tres Daniel. Tres emisarios del cielo visitaron a Abraham. Tres veces fue tentado Jesús. Tres veces oró en Getsemaní. Tres veces le negó Simón. Fue crucificado a la tercera hora. Había tres cruces en el Gólgota. Tres veces se reveló Jesús a sus discípulos después de la resurrección. Tres veces deseó Saulo. Padre, Hijo y Espíritu Santo. Bestia, Serpiente y Falso Profeta. Fe, esperanza y caridad. Tres lados tiene el triángulo. Uno es la raíz de todo. Dos es la negación de uno. Tres es la síntesis de uno y dos. Los contiene a ambos. Los equilibra. Anuncia la pluralidad que le sigue. Es el número completo. La corona del principio y el medio. La reunión de los tres tiempos. Presente, pasado y futuro. Todo concluye. Todo se reinicia.

Carlos Fuentes en “Terra Nostra”
No. 74, Octubre-Diciembre 1976
Tomo XII – Año XII
Pág. 105

La cábala


Del cielo descendió la Cábala, traída por los ángeles, para enseñarle al primer hombre, culpable de desobediencia, los medios de reconquistar su nobleza y felicidad primeras. Primero, amarás al Eterno, tu Dios. Es el Anciano entre los ancianos, el Misterio entre los misterios, el Desconocido entre los desconocidos. Antes de crear forma alguna en este mundo, estaba solo, sin forma, sin parecido con nada. ¿Quién podría concebirle como era entonces, antes de la creación, puesto que carecía de forma? Antes de que el Anciano entre los ancianos, el más Escondido entre las cosas escondidas, hubiese preparado las formas de los reyes y las primeras diademas, no había ni límite, ni fin, Así, se dispuso a esculpir esas formad y a trazarlas en imitación de su propia sustancia. Extendió delante de sí un velo y sobre ese velo diseñó a los reyes, les dio sus límites y sus formas; pero no pudieron subsistir. Dios no habitaba entre ellos; Dios no se mostraba aún bajo una forma que le permitiese permanecer presente en medio de la creación, y así, perpetuarla. Los viejos mundos fueron destruidos: mundos informes que llamamos centellas. La creación había fracasado, por ser obra de Dios y permanecer Dios ausente de ella. Así, Dios supo que El mismo era responsable de la caída y por tanto debería serlo de la redención, pues ambas ocurrían dentro del círculo de los atributos divinos.

Y Dios lloró, diciendo:

—Soy el más Viejo entre los viejos. No existe nadie que me conociese joven.

Carlos Fuentes en “Terra Nostra”
No 71, Enero-Marzo 1976
Tomo XI – Año XI
Pág. 513

El rostro de Simón


La peste en la ciudad ha terminado. Los presos entierran los últimos cuerpos y Simón el monje les ayuda. Las banderas amarillas son arriadas mientras el monje se reúne con los prisioneros alrededor de una fogata y todos hacen recuerdos del tiempo que han pasado juntos; son amigos.

Hay un silencio final y breve. Simón les anuncia que ahora son libres. Muchos murieron, es cierto y es triste; pero los sobrevivientes ganaron algo más que sus vidas; ganaron la libertad. Beben el último trago de la bota de vino cuando se acercan a ellos el Alcaide y los alabarderos. El Alcaide simplemente ordena a su compañía armada que tome a los prisioneros y los vuelva a encarcelar. Ha terminado el tiempo de la gracia. Todos los prisioneros sobrevivientes regresarán a la cárcel hasta el término de sus sentencias.
Uno de los presos escupe el rostro de Simón.

Carlos Fuentes en “Terra Nostra”
No 71, Enero-Marzo 1976
Tomo XI – Año XI
Pág. 506

Esta mujer


…esta mujer, ésta, descubridora del árbol vedado, desamparadora de la ley de Dios, persuasora del hombre, cabeza del pecado, arma del diablo, expulsión del paraíso, madre del pecado, corruptela de la ley, enemiga de la amistad, pena que no se puede huir, mal necesario, tentación natural, calamidad deseada, peligro doméstico, detrimento deleitable, naturaleza del mal, naufragio del varón, tempestad de la casa, impedimento de holganza, cautiverio de la vida, daño cotidiano, rija voluntaria, batalla suntuosa, fiera convidada, solicitud de asiento, leona que nos abraza, peligro adornado, animal malicioso, la mujer, esta mujer.

Carlos Fuentes en “Terra Nostra”
No 71, Enero-Marzo 1976
Tomo XI – Año XI
Pág. 503

Muertas caricias


¿Mariposas? ¿Gotas? No, sino las hijas de Forces y Ceto con las cabezas de serpiente rapadas; Medusas de las celdas penitenciarias; abadesas con miradas de piedra; Circes de los cirios chirriantes; nonas con los párpados incendiados; Grayas místicas con el ojo común y un solo afilado colmillo para a aberrante pluralidad de sus cuerpos; novicias de enmarañada cabellera gris; Trifeos de los altares; Arpías ahorcadas con sus propios escapularios; Quimeras que volaban en picada desde la corona de los crucifijos, clavando los labios secos en los muertos labios de mi esposo; Equidnas que mostraban sus blancas ubres de mármol emponzoñado, mírelas volar, señor caballero, mírelas besar, tocar, mamar, ahuecar el ala velluda, abrir las patas de cabra y clavar las uñas de leona y ofrecer los fundillos de perra y olfatear con las narices húmedas el despojo de mi esposo: huela el incienso y el pescado, señor caballero, la mirra y el ajo, sienta la cera y el sudor, el óleo y el orín, ahora sí, despierten sus sentidos y sientan lo que yo sentí: que ni en la muerte podía el cuerpo de mi hombre ser mío. Vea el vuelo de las cofias blancas y la ambición de las garras amarillas, escuche el rumor de los rosarios desgranados y de las sábanas desgarradas: sus negros hábitos envuelven el cuerpo que sólo a mí me pertenece, a los conventos que famosamente profanó regresa el cuerpo de mi esposo y allí le profanan ahora, pues no hay mujer en este reino que no prefiera las muertas caricias de mi putañero príncipe a la viva inexperiencia de un imberbe acólito. Recen, monjas; reina, reyna.

Carlos Fuentes en “Terra Nostra”
No 71, Enero-Marzo 1976
Tomo XI – Año XI
Pág. 501

Amor post-mortem

«Mandé traer al docto varón y boticario don Pedro del Agua para que vaciara perfectamente las entrañas de mi marido y todos los demás órganos ecepto el corazón, que el propio señor del Agua recomienda conservar dentro del cuerpo; lavóle las cavidades e incisiones con un cocimiento de acíbar, alumbre, alcaparra, ajenjos y lejía, que hirvió según arte, añadiéndole aguardiente de cabeza, vinagre fuerte y sal molida. Bien lavado el cuerpo, lo dejó secar durante ocho horas entre dos fanegas de sal molida. Después lo rellenó muy cumplidamente con polvos de ajenjos, romero, estoraque, benjuí, piedra alumbre, cominos, escordios, mirra, cal viva, treinta manojos del árbol del ciprés y todo el bálsamo negro que cupo en el cuerpo. Rellenas las cavidades, el señor del Agua recogió los bordes de ellas con costura que se llama de pellejero y aguja esquivada y procedió luego a untar el cadáver, menos la cabeza, cara y manos, esparciendo con un hisopo el betún de sustancias derretidas: trementina, pez negra, benjuí, y acacia. Seguidamente fajó toda la parte untada con vendas embebidas en un licor mezclado de reina, estoraque, cera, almáciga y tragacanto. Y el doctor del Agua se fue, afirmando que mi marido se conservaría sin que las ruinas del tiempo le ofendiesen. Así lo hice mío.

Carlos Fuentes en “Terra Nostra”
No 71, Enero-Marzo 1976
Tomo XI – Año XI
Pág. 499

Carlos Fuentes

Carlos Fuentes Macías.

(Panamá, 11 de noviembre de 1928). Escritor mexicano.

[1]Su infancia transcurre en un ambiente cosmopolita entre Argentina, Chile, Brasil, Estados Unidos y otros países iberoamericanos. Estudia Derecho en México y en Suiza y trabaja en diversos organismos oficiales hasta 1958. Paralelamente, funda y dirige junto a Emmanuel Carballo la Revista Mexicana de Literatura y colabora en Siempre; en 1960 funda también El Espectador.

A los veintiséis años se da a conocer como escritor con el volumen de cuentos Los días enmascarados (1954), que recibe una buena acogida por parte de crítica y público. Tras obras como La región más transparente (1958) o Las buenas conciencias (1959) llega La muerte de Artemio Cruz (1962), con la que se consolida como escritor reconocido.

Posteriormente escribe el relato Aura (1962), de corte fantástico, los cuentos de Cantar de ciego (1966) y la novela corta Zona sagrada (1967). Por Cambio de piel (1967), prohibida por la censura franquista, obtiene el Premio Biblioteca Breve y por su extensa novela Terra nostra (1975), que le lleva seis años escribir y con la que se da a conocer en el mundo entero, recibe el Premio Rómulo Gallegos de 1977.

En 1982 aparece su obra de teatro Orquídeas a la luz de la luna, que se estrena en Harvard y critica la política exterior de EEUU. Dos años después recibe el Premio Nacional de Literatura de México y finaliza su novela Gringo Viejo, que había comenzado en 1948.

Recibe el Premio Miguel de Cervantes en 1987 y ese mismo año es elegido miembro del Consejo de Administración de la Biblioteca Pública de Nueva York. En 1990 publica Valiente mundo nuevo y en los años posteriores es condecorado con la Legión de Honor francesa (1992),la Orden al Mérito de Chile (1993) y el Premio Príncipe de Asturias (1994), entre otros numerosos honores.

Recibe el Premio Real Academia Española de Creación Literaria en 2004 y posteriormente publica Todas las familias felices (2006), La voluntad y la fortuna (2008) y Adán en Edén (2009).

Además de su labor como literato destaca por sus ensayos sobre literatura y por su actividad periodística paralela, escribiendo regularmente para el New York Times, Diario 16, El País y ABC.

Su intensa vida académica se resume con los títulos de catedrático en las universidades de Harvard y Cambridge (Inglaterra), así como la larga lista de sus doctorados honoris causa por las Universidades de Harvard, Cambridge, Essex, Miami y Chicago, entre otras.

Proceso del 15 de Mayo de 2012

MÉXICO, D.F. (apro).- El escritor Carlos Fuentes murió a las 12:15 horas en la Ciudad de México debido problemas cardiacos, de acuerdo con reportes familiares.

Fuentes tenía 83 años de edad. Nació en la ciudad de Panamá en 1928, era autor de más de 20 novelas y fue ganador del Premio Cervantes (1987) y el Príncipe de Asturias (1994)[1].