En la noche 371, Scherezada empezó así su relato.
“Se cuenta, ¡Oh Gran Señor! Que cuando Badsim regresaba de su expedición por la nube mayor de Magallanes, uno de los módulos de frenado de la nave capitana, que se llamaba “Stalisnav Lem” (Alá sea siempre loado), fue seccionado limpiamente por la cola del Cometa Raybra, que al decir de los profetas, se formó con los suspiros y las lágrimas de las viudas del atari”.
“Los homenajes en honor de Badsim y su tripulación, tuvieron que ser presididos por la bola de chatarra sagrada en que quedaron convertidos, al chocar violentamente contra el pavimento del campo de aterrizaje de cabo Pitayo”.
“Badsim pasó a la historia como ejemplo de intrepidez, pero con el tiempo su hazaña se asociaba con la campaña “prevención contra la imprevisión”, que reprobaba los viajes más allá de la Galaxia 14 sin el auxilio de desaceleradores neutrónicos”.
“Mañana (la misericordia de Alá es infinita), te contaré la historia del nieto de Badsim, y sus expediciones por el reino anti-materia”.
Una vez terminado su relato, Scherezada realizó conmigo su diario ritual amoroso en forma tierna y experta, después de lo cual, al oprimir el compactador de su hermoso seno izquierdo, la convertí nuevamente en el complejo de microcircuitos integrados que con la forma y tamaño de una tarjeta de crédito, guardé cuidadosamente en mi billetera.
Después de esto me acosté, y me dormí profundamente.
Mario Quiroz Lecón
No. 105-106, Enero-Junio 1988
Tomo XVII – Año XXIII
Pág. 167