Tinieblas… Tiempo… Sueño. Aquí estoy persiguiendo las sombras de la realidad que se evaden por entre los nublosos túneles de mis recuerdos. Y esa imagen de la mancha roja que fluye desde arriba baja, deslizándose viene hasta mí, y me absorbe. Sueño: espectro umbroso de mis ancestrales orígenes; pretéritos acopiados de mutismos, de defecaciones de sapos y reptiles; de ruidos de cadenas, de gritos, de gemidos; de vómitos de escorpiones que copulan en mi garganta: ¡que felicidad de dolor! Y yo aquí aguardando, asomándome en el sueño sólo por entre las hendiduras oscuras de mis sueños: sueños del sueño gigante, somnolencia incómoda nostálgica. Si alguno de ustedes pudiere venir a despertarme, trozar el hilo de mi letargo y dejar entrar el rayo negro de mi espiritualidad; volvería otra vez, como hace muchos siglos allá en aquella aldea africana, a ocupar este fardo inerte y frío; a volar libre por los vacíos de la noche en busca del néctar que sustente a mi existencia… Si alguno de ustedes pudiera navegar el inmenso y silencioso mar, escalar hasta el pináculo del promontorio; luego entrar al castillo y abrir la tapa del féretro en donde reposo… Si pudiere alguno de ustedes desenterrarme el estorbo que me aprisiona y mantiene dormido. Si quisieras tú: sí, tú: el que me oyes, al que le llega mi voz. Te juro que te daría lo que desearas: quizás la vida eterna, el poder de volar, el de la invisibilidad, el de la clarividencia, el del hipnotismo, el de la metamorfosis, el de la telepatía, o serías el dueño de los inmensos tesoros que se ocultan dentro de mis sótanos. Eso y mucho más si te decides a venir y despertarme. Te mostraré todos los rincones de estos mundos, seré tu guardián y tu guía…
Juan Carlos Chimal
No. 105-106, Enero-Junio 1988
Tomo XVII – Año XXIII
Pág. 131