Edmundo Báez Félix

Edmundo Báez Félix

Nació en la ciudad de Aguascalientes el 4 de agosto de 1914. Realizó sus primeros estudios en su estado natal y posteriormente en San Luis Potosí (1929-1932). Por estas fechas inició su inclinación y vocación por las letras. En Monterrey terminó la preparatoria y en la Ciudad de México cursó hasta el 5º año de la carrera de Medicina. Poeta, dramaturgo, cuentista y guionista, fundó con el doctor Alfonso Millán el sanatorio Floresta para enfermos mentales. Su vocación literaria pudo más que su vocación por la medicina y en 1940 la abandonó para dedicarse a las letras. Quiso la suerte que primero se conocieran sus trabajos poéticos, y en las revistas Rueca, Taller poético, Letras de México y El hijo pródigo aparecieron sus primeros trabajos.

Dentro del campo cinematográfico —donde escribió cerca de 100 historias—, el año de 1945 fue clave en la vida de nuestro escritor. En este año obtuvo una beca por parte del Indio Fernández para estudiar en Hollywood la especialización en técnicas de adaptación cinematográfica, pero estando allá tuvo algunos inconvenientes económicos. Cuenta el propio Edmundo Báez que el Indio Fernández nunca le mandó dinero. Entre otras cosas, a su regreso a la capital mexicana se dedicó a escribir argumentos para distintas empresas productoras de cine, de los cuales sobresalen: La diosa arrodillada (Dir. Roberto Gavaldón, 1947), Necesito dinero (Dir. Miguel Zacarías, 1951) y Cri-Cri el grillito cantor (Dir. Tito Davison, 1963).

La obra de Edmundo Báez es muy amplia, tan sólo entre adaptaciones cinematográficas y argumentos se tiene una cifra que supera el número setenta. Su trabajo como guionista le valió premios tanto nacionales como internacionales: Diosa de plata de PECIME por la Mejor Adaptación Cinematográfica en 1953 por Mi esposa y la otra (1951), de la pieza Los chicos crecen de Carlos Santiago Damel y Camilo J. F. Darthes dirigida por Alfredo B. Crevenna y, un año más tarde, recibió el Ariel junto con Roberto Gavaldón por El niño y la niebla (Dir. Roberto Gavaldón, 1953), sobre pieza homónima de Rodolfo Usigli; y el trofeo Don Quijote en España por Doña Diabla (Dir. Tito Davison, 1949). Varios de sus guiones fueron nominados al Ariel: Doña diabla, adaptación de la pieza homónima de Luis Fernández Ardavín; Otra primavera (Dir. Alfredo B. Crevenna, 1949), sobre pieza homónima de Roberto Usigli; Orquídeas para mi esposa (Dir. Alfredo B. Crevenna, 1953), Una mujer en la calle (Dir. Alfredo B. Crevenna, 1954), La mujer X (Dir. Julián Soler, 1954), sobre pieza Madam X, de Alexandre Bisson y Talpa (Dir. Alfredo B. Crevenna, 1955), sobre cuentos de Juan Rulfo.

En la televisión, hizo su debut con la adaptación de Los miserables, la cual tuvo un éxito enorme, posteriormente le siguieron Los bandidos de Río Frío y La canasta de cuentos (antología de cuentos de Bruno Traven). Con el productor televisivo Luis de Llano acordó “utilizar el melodrama al que la gente está acostumbrada, pero con un sentido profundo y social” (Proceso. 22 de febrero de 1988). También participó en telenovelas como Quinceañera y Morir para vivir.

Como suele suceder con otros escritores, la censura que ejercieron lo propios productores, le trajo a Edmundo Báez muchos dolores de cabeza. De sus adaptaciones, las que más sufrieron mutilaciones tenemos la cinta Talpa y la telenovela Quinceañera; la primera (cuento de la antología El llano en llamas de Juan Rulfo) tuvo que omitir y cambiar la enfermedad venérea de Tanilo, quien dejó de tener llagas para volverse reumático, porque la palabra sífilis parecía estar prohibida dentro del lenguaje cinematográfico. En Quinceañera, por su parte, modificó la tragedia de su protagonista, la cual no podía ser violada por Memo el villano. Pese a todo esto, Báez nunca se rindió ni mucho menos se acomplejó. Continuó con su trabajo hasta el último de sus días, tanto es así que cuando murió se encontraba realizando una nueva adaptación de Cuando los hijos se van. El 19 de marzo de 1990, en la Ciudad de México, víctima de una serie de complicaciones derivadas de un enfisema pulmonar murió Edmundo Báez Félix.

Cabe señalar que Edmundo Báez escribió la mayoría de las películas protagonizadas por Libertad Lamarque, como: Soledad (Dir. Miguel Zacarías, 1947), La marquesa del barrio (Miguel Zacarías, 1949), Huellas del pasado (Dir. Alfredo B. Crevenna, 1950), La loca (Dir. Miguel Zacarías, 1951) y Ansiedad (Dir. Miguel Zacarías, 1952), entre otras.

“(…) Lo curioso es quien se fijó en mí fue Libertad Lamarque. Entonces un día me llemó Miguel Zacarías diciéndome que estaba impuesto por Lamarque para hacer Soledad, pero que no me necesitaba porque él era adaptador; yo me negué y le dije que no cobraba sin escribir. Zacarías me pidió que por favor hiciera yo la primera línea, se la llevé y me contrató de exclusivo de la compañía [Águila Films].

“El guión es muy importante (…). Para escribir uno surgían (las ideas) por lo general de temas ya hechos, valorados comercialmente. Soledad había sido una serie radiofónica de una señora que no recuerdo el nombre [Silvia Guerrico]. Así se hacía el cine; compramos esta serie porque tuvo mucho éxito en Argentina (…). Entonces había que extraer más o menos la anécdota que trazaba la señora de los ochenta mil programas de radio y rehacer la película propiamente, ¿verdad? Fundarse en el personaje de la mamá, a la cual la hija le pega, tres escenas base de la película, porque cada cachetada había que ponerla, pues tuvo mucho éxito por la radio; no se podía quitar”. (MEYER, Eugenia coordinadora. Cuadernos de la Cineteca. Testimonios para la historia del cine mexicano. Vol. 6, México, Ed. Cineteca Nacional, 1975. PP. 96-97. En AGRASÁNCHEZ, Rogelio Jr. Miguel Zacarías. Creador de estrellas. México, Ed. Archivo Fílmico Agrasánchez / Universidad de Guadalajara, 2000. P. 92)

En vida, el escritor se autorreconocía discípulo del poeta y compositor argentino Enrique Santos Discépolo, por quien sentía un gran cariño y respeto. Juntos, Báez, Discépolo y el poeta Efraín Huerta, formaban un excelente grupo de trabajo. También fue fundador de la Sociedad Generalde Escritores de México (SOGEM) y publicó obras dramáticas como: Los ausentes, pieza de teatro escrita en 1940 y estrenada en 1942 en el Salón Verde del Palacio de Bellas Artes. El rencor de la tierra (tragedia en dos actos), 1942. Razón del Sueño (antología poética), 1949. Un alfiler en los ojos (drama en tres actos) escrita en 1950 y estrenada en 1952. ¡Un macho! (farsa en tres actos) estrenada en 1959. Y Cuentos de ayer y de hoy (Antología de cuentos), 1987.[1]

 


Fraude

Todo en ella era erotismo, invitación a hundirse en el sexo. Sus labios extrañamente pálidos, casi transparentes, gruesos, provocaban al beso, a la mordida. Aún sus ojos, también extrañamente vacíos de tan profundos, parecían las negras aguas del deseo. Vestía un humilde traje y un delantal de sirvienta, que no impedían que resaltaran sus mórbidas formas. La derribé en la cama y me lancé sobre ella. Hundí mi lengua en su boca y apreté sus senos, seguramente quemantes por el deseo ya que se debatía murmurando:

¡No, por favor, no! Levanté falda y delantal y mis manos recorrieron sus muslos también quemantes. Y seguía debatiéndose en la marea de su erotismo: ¡No, por favor, no!

Y cuando por fin iba a poseerla, me increpó acremente. ¡Qué se está usted pensando de mí! Yo soy un fantasma pobre pero decente.
Y desapareció.

Edmundo Báez
No. 99, Julio-Agosto 1986
Tomo XV – Año XXII
Pág. 475