Fantasías en blanco y negro

Aquel mismo día fallecieron en Alabama un negro que tenía la piel tan negra como el charol negro, pero el alma blanca, tan blanca como una gota de leche; y un blanco que tenía la piel tan blanca como una gota de leche, pero el alma tan negra como el charol negro.

Sucedió que, para ser juzgados, ambos fueron llamados ante el Supremo Tribunal.

El negro llegó, ante la tachonada puerta del Cielo, humilde, con la cabeza baja, mientras el blanco daba sendos toquidos con el aldabón cuajado de estrellas. Después de un rato, salió a abrir San Pedro y recibiéndolos los hizo pasar ante el Señor.

El blanco, engallado, se creía merecedor del cielo, pues en la tierra había sido infinitamente rico y daba las sobras de su mesa a los pobres peones de su enorme hacienda.

El Señor, luego de hojear el libro dela Vidade blanco, frunciendo el entrecejo lo envió de cuernos a los meritísimos infiernos. El negrito, mirando eso, dio la media vuelta y ya se alejaba cuando el Señor lo atajó diciéndole:

—“Y tú, ¿adonde vas?…”

—“pues cuando menos al Purgatorio… Si al blanco siendo rico, habiendo hecho caridades y principalmente siendo tan blanco, usted lo envió al infierno, ¿yo que me espero?

El señor sonrió tras de su luenga barba, y empujando la puerta del Paraíso sólo dijo:

—“¡Pasa, hijo mío!”

Elizabeth Uzeta
No. 40, Enero-Febrero 1970
Tomo VII – Año V
Pág. 211