Mónica Gómez

Mónica Gómez 

Poeta, narradora y gestora cultural, hizo estudios de periodismo en la Universidadde Chile y realizó su diplomado en la Escuela de Escritores de la Sociedad de Escritores de México

 Su escritura se identifica por la riqueza en la creación de mundos oníricos con seres, bordes, atmósferas, sombras, invocaciones y conjuros en la tonalidad dominante de la pasión y con la palabra como búsqueda de un código secreto.

 Durante varios años ejerció el periodismo cultural en diarios y revistas de la ciudad de México, más tarde se desarrolló en la publicidad como directora creativa para finalmente dedicarse completamente a la escritura y gestión cultural.

 Escritora chilena de nacimiento ha viajado intensamente y vivido en España, Argelia y México

 Ha participado activamente en la IX FeriaInternacional del Libro del Palacio de Minería (México, l987), Feria Internacional del Libro de Guadalajara (México 1992), Feria del Libro de Concepción (Chile 1994), Feria del Libro de Mapocho (1996, Chile) y algunos congresos de escritores.

Su taller Literario Alquimia lo ha efectuado en varios espacios, entre ellos el Instituto Chileno de Estudios Humanísticos –ICHEH- y el Pueblito de Los Dominicos- Corporación Cultural de Las Condes. Actualmente dicta los talleres literarios «El minotauro», narrativa, y «Altazor», de poesía.

 En l994 fue reconocida por el International Biographical Centre de Cambridge, Inglaterra y ese mismo año representó a Chile en el evento internacional de poesía Dunja Festival de Rotterdam en Holanda en compañía del poeta José Miguel Vicuña.

Es miembro de la Corporación Letrasde Chile, de la Sociedadde Escritores de Chile, de la Sociedad Generalde Escritores de México, del Grupo Fuego de la Poesía,de Omnibús (España); Directora e integrante del Consejo Editorial de la revista Palabras Diversas de la Red Mundialde Escritores en Español (REMES)[1].

 

Estrictamente ornamental

Era de madera de sándalo color marrón, con incrustaciones de marfil y filetes dorados. Preguntó fecha… ¡De mil novecientos dos, una verdadera maravilla! —contestó el anticuario.

Peso a peso juntó los ochenta mil, y con cuidado envolvió el objeto en la franela y se lo llevó a casa: era la pieza más valiosa que había tenido nunca en sus manos, —aunque no sirviera para nada— pensó.

Por la noche, exactamente a las doce, detrás de los vidrios de la vitrina y decorando el lugar de honor con su estructura de madera de sándalo color marrón, incrustaciones de marfil y filetes dorados, y contrariando completamente su estricto deber ornamental… el teléfono sonó.

Mónica Gómez
No. 92, 1984
Tomo XIV – Año XX
Pág. 573