El otro

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Íbamos despacio y ya era bien noche.

—Ve aquel hijueputa que viene allá.

—Ya lo vi, me dijo apretándome el brazo.

El otro se dejó venir. Y vi que era igualito a él: los mismos ojos, el pelito parado, la bocota, hasta el caminado.

Pero venía directo sobre él: ni siquiera se ladió. Se le metió de frente, como sombra ¡Uno sólo se hicieron!

Como despidiéndose, él me gritaba:

—¡Estoy claro, hermano!…

Yo salí huyendo. Ahí quedó él.

Juan Aburto
No. 66, Agosto-Septiembre 1974
Tomo X – Año X
Pág. 738

Aventura


Eso del amor es un trance bastante aventurado y lleno de peligro, pues se sabe de amantes que nunca lograron disolver el abrazo conyugal a pesar de sus esfuerzos desesperados. Y sólo pudieron subsistir gracias a la ayuda de la Municipalidad. Afortunadamente no se conocen muchos casos hoy día: uno hay en Bolivia, otro en Yugoslavia; dos en Manhattan.

Juan Aburto
No. 90, 1984
Tomo XV – Año XIX
Pág. 247

Juan Aburto

(Managua, 1918 – México, 1988)

Narrador nicaragüense que ha sido considerado por su obra como uno de los pioneros del cuento moderno. Aunque viajó por América y Europa, vivió en Managua y fue funcionario del banco nacional. Como escritor, se relacionó con autores de todas las generaciones literarias posteriores al movimiento de vanguardia (1927-1932).

Su cuentística incorpora el mundo urbano aún en estadio provinciano de la capital, enla Managuade1920 a1960. Sus héroes o antihéroes son los gerentes y empleados de bancos y los acalorados habitantes de las barriadas. Su versión del habla nacional es ciudadana, dentro de un español general.

Entre la provincia y la capital, entre la recreación de la mitología de los «cuentos de camino» y sus anticuentos infantiles, y la factura de formas breves, ingeniosas y fantásticas, se encuentra el punto de apoyo desde el cual se impulsa y manifiesta su narrativa. Entre sus obras se hallan El convivio (1975), Se alquilan cuartos (1975), Los desaparecidos (1981) y Prosa narrativa (1985). Falleció en México D.F. durante la celebración del Encuentro de Narradores Latinoamericanos.

El rey

Para resguardarlos de morir, el Rey ordenó a sus vasallos que cada quien se procurase uno o más alter ego completamente semejantes en vestimenta, físico y costumbres, de suerte que si la muerte viniera se desconcertase con las semejanzas y no supiera llevarse a nadie. Con esto vino a ser un reino de gentes enteramente iguales entre ellas, y si alguien de todos modos fallecía, se trataba el suceso con gran secreto para no cundir la alarma entre los vasallos, que así lo pasaban confiados de no morir jamás; pero por lo mismo se desentendían de las cosas obligadas de sus vidas. Este dulce abandono llegó a ocasionar sin embargo una grande hambre en el reino, que condujo cruelmente a los vasallos a despojarse de sus atuendos que los igualaban a devorarse unos a otros, quedando solitario el Rey, corrido por su fracaso.

Juan Aburto
No. 64, Abril – Mayo 1974
Tomo X – Año XI
Pág. 520