Dos señores hacen un trato amistoso después de escribirse numerosas cartas, de pedirse consejos; después de acudir a centros religiosos importantes en busca de inspiraciones oportunas. Vuelven a intercambiar palmadas en la espalda, cuando llegan a estar de acuerdo en la necesidad de unas cervezas antes de tomar la decisión de quién haría cuál parte en qué momento; por último, aumentan una cláusula que a los dos deja satisfechos y parten hacia la funeraria más cercana llevando las medidas del flaco y bajo de estatura, por ser el más económico.
Cavada la fosa, puesta la caja en lo profundo, el señor de medidas reducidas se introduce, agradece, y recibe un rayo mortal en el centro de la frente. Cerrada la tapa, es arrojada la tierra por el otro, quien permanece boca-abajo encima de la fosa, muriendo mucho después por la falta de alimento, queriendo ser dos o tres flores silvestres y perpetuas para un amigo, a pesar de no estar ese detalle en el trato del entierro.
Emmanuel Robles
No. 43, Junio 1970
Tomo VII – Año VII
Pág. 490