La educación de los hijos

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No comprendo los quebraderos de cabeza con que se atormentan los teóricos de la pedagogía, ni las graves preocupaciones por las que se dejan dominar tantos sesudos padres de familia en torno a dificultades que —según ellos— presenta la educación de los hijos.
En cuanto a mí, tengo la cuestión definitivamente resuelta. Y no sólo en el plano de la teoría, sino lo que es más importante, en la práctica de cada día. Cuando un hijo recorre desaforadamente por el pasillo de la casa, le digo “no corras”; cuando salta por encima de los muebles de mi despacho, le digo “no saltes”, cuando me abruma con preguntas ininterrumpidas y con gestos de monito sabio le ordeno “no marees”.
De ese modo crece al mismo tiempo su amor y su respeto y su carácter se modela armoniosamente sin esfuerzo.

Luis Martín Santos
No. 54, Julio-Septiembre 1972
Tomo IX – Año IX
Pág. 159

Prosas profanas

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Mariusha, la cálida mujerona húngara, se precia de su inextinguible ardor amoroso, mucho más violento que lo habitual entre sus compañeras de sexo. Ella ama ininterrumpidamente y en su imaginación no se proyecta la sucesiva serie de imágenes voluptuosas, que a los demás habitualmente nos distraen, sino que de un modo fijo y constante, permanece la efigie de un húsar moreno de puntiagudos bigotes.

Claudia, la refinada francesa de apellido vulgar, distingue con su olfato hasta trescientos diez aromas diferentes.

Gregoria, moza levantina de nacionalidad indeterminada, insiste en que puede resistir el peso de un campeón de grecorromana sin que se altere el ritmo de su respiración.

Finalmente, Lola consagra su amor a los pájaros y habiéndoles acostumbrado a tomar el alpiste entre sus labios, afirma que nada hay comparable al suave picoteo de sus aéreos tentadores.

Luis Martín Santos
No. 54, Julio-Septiembre 1972
Tomo IX – Año IX
Pág. 159

Ave Fénix

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El mito del ave Fénix ha sido inventado a fin de que los más osados tomen a pecho su autodestrucción y conmovidos con la idea de una posible resurrección más brillante, prendan fuego a la pira homicida con la tea enarbolada en su pico. De este modo, la desaparición —naturalmente definitiva— de quieres a sí mismos se creen aves fenices, permite que haya en el mundo más espacio habitable y que los hombres sensatos muevan cachazudamente la cabeza, satisfechos por no haber sucumbido a tales tentaciones.

Luis Martín Santos
No. 54, Julio-Septiembre 1972
Tomo IX – Año IX
Pág. 157

Historia de amor

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Ella no creía que fuera suficiente, ni que él hubiera puesto suficiente atención, ni que se hubiera dado cuenta de lo que significaba que ella le hubiera besado en el pasillo delante de las demás alumnas asombradas, que se habían reído luego de ella y que se habían ido cotilleando a sus habitaciones.

Por lo tanto, cogió papel y lápiz y le escribió una carta que decía así: “Te quiero”.

Él, que era un maestro consciente y respetable, prestó especial atención a sus pruebas de capacidad a fin de curso y habiéndola encontrado suficientemente preparada, no tuvo inconveniente alguno en aprobarla.

 

Luis Martín Santos
No. 54, Julio-Septiembre 1972
Tomo IX – Año IX
Pág. 157

Comprensión


En el momento de abandonarle, ella comprendía que era un buen hombre —el mejor de los hombres— que la había hecho feliz y que seguiría haciéndola feliz toda su vida. Ella comprendía que, al irse, lo mataba y que ella misma sería desgraciada. Comprendía que le seguía queriendo como el primer día, que quizá le amaba más que entonces. Comprendía, por otra parte, que el seductor era un hombre despreciable, que no la quería ni la querría nunca, que la abandonaría en breve dejando su vida rota. También comprendía que ella misma —la seducida— no amaba al seductor y ni siquiera se sentía verdaderamente atraída por él. ¿Por qué se iba entonces?

Porque —a pesar de todo— había decidido hacerlo.

N. D.: El apólogo anterior puede parecer al lector una curiosa anomalía o divertida excepción. Lo esencial es —por tanto— que comprenda que el autor no le cree tal excepción, sino que —muy al contrario— lo propone como regla general.

Luis Martín Santos
No. 88, Septiembre- Noviembre 1983
Tomo XIV – Año XIX
Pág. 81

Mulata


He conocido una mulata que esta satisfecha de serlo. Esto no es debido a que considere que la calidad y turgencia del pecho (que le ha dado su estirpe negra) combinada con la suavidad del perfil de la boca y las narices (que le ha permitido conservar su sangre blanca) produzcan una mezcla incomparable, sino más sencillamente a que —por razón espiritual— le agrada no poder ser estrictamente definida y no poder ser, pues, clasificada en ningún género conocido de lo humano.

Luis Martín Santos
No. 87, 1981
Tomo XIII – Año XVII
Pág. 725

Misterios del perfeccionamiento humano

El sacerdote había aconsejado a su penitente que reprimiera los pecados de la carne, no sólo en ella sino en los prójimos también. Procurando atender a esta recomendación la muchacha se había comprado unos sostenes de resistente estameña con los que apretaba sus senos hasta hacer desaparecer la curva provocativa, colocaba alrededor de su cintura una almohada de plumas que disimulaba eficazmente la angostura del talle y procuraba que sus medias estuvieran torcidas y con carreras nunca reparadas.

Y fue de esta guisa como —inocentemente— provocó los malos deseos de un ser incierto, cuyo sexo no pudo ser claramente determinado.

—Persevera, hija; estás en el buen camino —tranquilizó el confesor a la penitente anegada en lágrimas confusas.

Y para dar este consejo, se apoyaba muy sagazmente en las conclusiones del cálculo estadístico y en el simple juego de las probabilidades.

Luis Martín Santos
No. 86, Marzo-Abril 1981
Tomo XIV – Año XVI
Pág. 617

Luis Martín Santos

Luis Martín Ribera (que luego cambiaría a Luis Martín-Santos Ribera, por voluntad de su padre Leandro) nace en Larache, Marruecos, en 1924. Hijo de Leandro y Mercedes, desplazados en Larache hasta 1929 a causa de la condición de oficial militar de su padre Leandro y la ocupación de la zona por parte de España. La familia se traslada a San Sebastián en 1929, donde estudia Luis el bachillerato junto con su hermano Leandro en el colegio Santa María Marianistas. Años después marcha a Salamanca a estudiar medicina y se licencia en 1946 con premio extraordinario. Cursa el doctorado en Madrid entre 1946 y 1949, años en que colabora en el Consejo Superior de Investigaciones Científicas (retratado en Tiempo de silencio), se doctora con una tesis dirigida por Pedro Laín Entralgo y se relaciona con especialistas como los doctores Juan José López Ibor y Carlos Castilla del Pino.

En Madrid traba amistad con los intelectuales y escritores reunidos en los cafés Gijón, Gaviria, Espérides y Gambrinus, entre otros Rafael Sánchez Ferlosio, Ignacio Aldecoa, Alfonso Sastre y Juan Benet, autores de novelas que, como El Jarama o Volverás a Región, son testimonio de la renovación que se respira en el panorama novelístico de los años 1950 y 1960. En 1950 estudia en Alemania, en1951 es nombrado director del sanatorio psiquiátrico de San Sebastián y en 1953 se casa con Rocío Laffón, con la que tendría tres hijos (Luis, Juan Pablo y Rocío). Su esposa Rocío murió en1963 a consecuencia de un escape de gas. Luis Martín-Santos Ribera murió el 21 de febrero de 1964 en Vitoria a consecuencia de un accidente de tráfico del día anterior.

Entre finales de los 50 y principios de los 60 es detenido varias veces por hacer propaganda del entonces clandestino Partido Socialista Obrero Español, en el que llegaría a ser miembro de la Comisión Ejecutiva, donde trabaría amistad con el dirigente Enrique Múgica Herzog. Así mismo formaba parte durante sus últimos años de vida dela Academia Errante.

Siguiendo a Alfonso Rey (2000:222), la obra de Luis Martín-Santos puede clasificarse en tres apartados: estudios médicos, ensayos y creación literaria. Sobre cirugía y psiquiatría escribió más de cincuenta artículos y dos libros: Dilthey, Jaspers y la comprensión del enfermo mental (1955), publicación en forma de libro de su tesis doctoral, y Libertad, temporalidad y transferencia en el psicoanálisis existencial (1964), en el que se evidencia la influencia del existencialismo sartriano. Los ensayos versan sobre literatura, política y antropología y perfilan, en palabras de Alfonso Rey (2000:224) «un escritor interesado por la función de la literatura, un psiquiatra con ambición filosófica, un socialista reformista, un vasco no nacionalista y un castellano hostil al centralismo español». En el ámbito estrictamente literario, escribe poesía, relatos y novela. Su primer libro es un conjunto de poemas titulado Grana gris (1945); en 1962 aparece Tiempo de silencio, que supone una revolución en el panorama novelístico del momento. Sus relatos se recogen en el volumen póstumo titulado Apólogos, publicado al cuidado de Salvador Clotas en 1970. Martín-Santos deja inacabada su segunda novela al morir, Tiempo de destrucción, editada posteriormente al cuidado de José-Carlos Mainer. Se tienen noticias, no obstante, de otras tres novelas, quizá sólo proyectos, quizá perdidas: El vientre hinchadoEl saco y una «novela de tema carcelario».

Tiempo de silencio fue publicada en 1962 con veinte páginas censuradas, pudiendo sólo considerarse la edición definitiva la de 1981. En esta novela el autor innova utilizando tres personas narrativas, el monólogo interior, la segunda persona y el estilo indirecto libre, procedimientos narrativos que venían ensayándose en la novela europea desde James Joyce pero que eran ajenos al realismo social al uso de la época. Todo ello contribuye a lo que el propio Martín-Santos llama «realismo dialéctico».[1]

 

Costumbres extrañas de algunos pueblos primitivos


Entre los caledonios de la Vieja Caledonia se acostumbra a exponer una col al sol hasta que sus rayos agostan las gruesas hojas. Con los restos se hace un pienso para los pollitos recién nacidos que, de este modo, resisten al mal de ojo de las águilas.

Entre los arios era tenido por virtuoso el ciudadano que mutilaba a un enemigo.

Entre los ibéricos contemporáneos se acostumbra matar un toro en la plaza redonda mediante instrumentos punzantes introducidos en el animal con cierto arte, en lugar de recurrir a las armas de fuego que poseen.

Entre los apasionados sirocos de la península meridional la sangre de virgen es tenida por virtud de varón. Esta costumbre lleva consigo diversas complicaciones posteriores.

Finalmente, existe un pueblo, cuyo nombre no se recuerda con precisión, cuyos súbditos se sonríen mutuamente al cruzarse por las calles y —mirándose en los ojos— se fían los unos de los otros.

Luis Martín Santos
No. 83, Septiembre-Octubre 1980
Tomo XIII – Año XVI
Pág. 303