Con la intención de llevárselo

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Sabía que vendría por él en la noche; por eso verla entrar no le sorprendió.

Se paró al pie de la cama con la intención de llevárselo, pero al ver la mezcla de supuración y sangre que brotaba de las heridas y teñía de púrpura las sábanas, un intenso malestar se apoderó de ella, soltó la guadaña y calló muerta.

Bernarda Solís
Número 136 – 137, julio-diciembre 1997
Tomo XXIX – Año XXXIII
Pág. 67

Bernarda Solis

Bernarda Solis

 Nació el 31 de octubre de 1950. Ella se dedica a escribir mini- ficciones. Estudio Facultad de Filosofía y Letras enla UNAMy en la Universidad de Liverpool.

Ha sido profesora enla ENEP-Acatlán; coordinadora de talleres infantiles de cuento en la Escuela Manchester; investigadora de comunicación social en Comunicología Aplicada de México; jefa de ediciones para la educación artística en la Coordinación General de Educación Artística del INBA; gerente general de Editorial Domés; editora de Bruguera.

Colaboradora de Cuestión, El Cuento, El Universal, Excélsior, La Brújula en el Bolsillo, y Ovaciones. Premio Nacional de Cuento Efraín Huerta 1986 por Con un bull para la cruda

Aun vive y tiene 60 años de edad.

Un fragmento de una mini-ficción que ella escribió es: “sabía que si intentaba cruzar de nuevo el periférico lo atropellarían, entonces se recostó sobre sus 4 patas, hasta que sangre y viseras y pelo se hicieron polvo.

Bernarda trabajo y ha trabajado para la editorial INBA[1].

 

El dragón dorado

El semáforo en señal de alto, y yo casi al frente del cruce de peatones, con los vidrios semiempañados por la lluvia de la tarde, meto el pedal del freno y aguardo.
Se acerca con la cara negra, estopa y gasolina en la mano, me ve dentro del auto y extiende la palma pidiendo una limosna. No, le digo que no con la cabeza, que no traigo. Ve mi pulsera de oro en el brazo, mi saco de piel, mis aretes de brillantes, hace un buche de gasolina, de su boca explota una llama que ilumina la tarde, su cuerpo da un giro en el aire, un torbellino rojo con dorado se dibuja en la atmósfera, avienta un coletazo que se estrella en la defensa de auto, un arañazo que casi arranca la puerta, la garra negra que se agarra a la moldura del faro, el semáforo en verde, aprieto el acelerador, y sin esperar a que se quite del frente, arranco.

Bernarda Solis
No 95, Noviembre-Diciembre 1985
Tomo XV – Año XXI
Pág. 53