El semáforo en señal de alto, y yo casi al frente del cruce de peatones, con los vidrios semiempañados por la lluvia de la tarde, meto el pedal del freno y aguardo.
Se acerca con la cara negra, estopa y gasolina en la mano, me ve dentro del auto y extiende la palma pidiendo una limosna. No, le digo que no con la cabeza, que no traigo. Ve mi pulsera de oro en el brazo, mi saco de piel, mis aretes de brillantes, hace un buche de gasolina, de su boca explota una llama que ilumina la tarde, su cuerpo da un giro en el aire, un torbellino rojo con dorado se dibuja en la atmósfera, avienta un coletazo que se estrella en la defensa de auto, un arañazo que casi arranca la puerta, la garra negra que se agarra a la moldura del faro, el semáforo en verde, aprieto el acelerador, y sin esperar a que se quite del frente, arranco.
Bernarda Solis
No 95, Noviembre-Diciembre 1985
Tomo XV – Año XXI
Pág. 53