No recordaba exactamente cuando, sólo que desde siempre se había sentido incómodo, inadaptado.
Adivinaba en el rostro de todas las personas que se cruzaban en su camino un mudo reproche.
Inútilmente había buscado un lugar en el que pudiera encajar. Se había casado y procreado hijos. Sin embargo, se sentía al lado de su familia como un perfecto desconocido.
Trató de conseguirse una amante, ya no para convencer a los demás de su existencia, sino para convencerse a sí mismo, pero todas las mujeres lo miraban como a un personaje de otra época.
Quiso, desesperado, introducirse a un espejo, imaginando ser el reflejo de algún personaje real, y lo único que consiguió fue un golpe en la nariz.
Hasta que en el colmo de la desesperación, el personaje saltó del libro y echándome en cara mi mediocridad, se perdió en la noche en busca de otro escritor.
Lucio Grullo
No. 75, Enero-Febrero 1977
Tomo XII – Año XII
Pág. 199