Tales

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“Dicen algunos que fue casado, y que tuvo un hijo llamado Cibiso: otros afirman que vivió célibe y adoptó un hijo de su hermana; y que preguntado por qué no procreaba hijos, respondió que ‘por lo mucho que deseaba tenerlos’. Cuéntase también que apremiándole su madre a que se casase, respondió que ‘todavía era temprano’; y que pasados algunos años, urgiendo su madre con mayores instancias, dijo que ‘ya era tarde’.

“Demetrio de Magnesia en la obra que escribió de los homónimos, dice que hubo otros cinco Tales. El primero fue un retórico valenciano, imitador despreciable. El segundo un pintor sicionio, muy ingenioso. El tercero fue muy antiguo y del tiempo de Hesíodo, Homero y Licurgo. El cuarto lo nombra Duris en su Libro de la Pintura. Y el quinto es moderno y de poco nombre, del cual hace memoria Dionisio en su Crítica.

Diógenes Laercio
No. 1, Mayo 1964
Tomo I – Año I
Pág. 91

Aristipo

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Habiéndole preguntado Dionisio por qué los filósofos va a visitar a los ricos, y estos no visitan a los filósofos, le respondió: “Porque los filósofos saben lo que les falta, pero los ricos no lo saben”

Diógenes Laercio
No. 21, Marzo 1967
Tomo IV – Año III
Pág. 206

Diógenes Laercio

Diógenes Laercio

Diógenes Laercio

(Diógenes Laercio o de Laertes; Laertes, primera mitad del s. III)

 

Escritor griego, autor de las Vidas de los filósofos. Acerca de él no ha llegado hasta nosotros noticia biográfica alguna. Se cree que vivió en los primeros años del siglo III, por cuanto no cita filósofos posteriores al II. Incluso su mismo nombre ha sido objeto de controversias: normalmente se le denomina Diógenes Laercio, o sea natural de Laertes, en Cilicia; pero a veces en los manuscritos aparece invertido el orden de aquellas dos palabras, y algunos (Wilamowitz) han aducido la posibilidad de que Laercio fuera un sobrenombre, de reminiscencia homérica; con todo, no se ve claro por qué ello habría de explicar su anteposición al nombre.

El título de su principal obra también es inseguro: Sopatro lo cita como Vidas de los filósofos, Esteban Bizantino como Historias filosóficas, mientras en el manuscrito de París está titulada Vidas y sentencias de los más ilustres filósofos y compendio breve de las opiniones que predominan en cada secta. Dividida en diez libros, la obra está dedicada a una mujer erudita en filosofía platónica, tal vez la emperatriz Julia Domina o Arria, la amiga de Galeno, y va precedida de una introducción en la cual el autor trata del origen y del nombre de la filosofía, de sus diversas partes, de las principales escuelas filosóficas y de sus fundadores.

En los libros sucesivos están contenidas las biografías de los filósofos antiguos con datos más o menos abundantes acerca de sus doctrinas; se distingue en la obra a los filósofos propiamente dichos de los sabios, de los cuales trata el primer libro, y que son Solón, Tales, Quilón, Pitágoras, Biante, Cleóbulo, Periandro, Anacarsis, Misión, Epiménides y Ferecides. El segundo libro trata de los filósofos de la escuela jónica, Anaximandro y Anaxímenes; después, de Anaxágoras, Arquelao y Sócrates; el tercer libro está dedicado a Platón; el cuarto a sus discípulos, de Speusipo a Clitímaco; el quinto a Aristóteles y a los peripatéticos; el sexto a Antístenes y a los cínicos; el séptimo, cuyo final se ha perdido, trata de los estoicos, desde Zenón a Crisipo. Con el octavo libro se pasa a la escuela itálica, con Pitágoras y los pitagóricos, entre los cuales son contados Empédocles, Epicamio y el matemático Eudoxio; el noveno libro trata de varios filósofos: de Heráclito, de los eleatas, de los escépticos; el décimo está todo dedicado a Epicuro. Este último y Platón son, pues, los filósofos que se tratan más ampliamente.

La obra de Laercio reúne de forma heterogénea distintas doctrinas filosóficas, biografías, anécdotas, leyendas y catálogos de libros. Se trata de una recopilación de fragmentos que van desde la más irrelevante chismografía a la valiosa información biográfica y bibliográfica, y que contiene tanto resúmenes de doctrinas como reproducciones de documentos significativos, por ejemplo testamentos o escritos filosóficos. Aunque cita a cientos de autoridades, de la mayoría de ellas el autor sólo tuvo noticia de segunda mano y, excepto en unos pocos casos, sus verdaderas fuentes no se han determinado.

Escritor mediocre, sin estilo ni pensamiento propios, Diógenes Laercio se revela espíritu ávido de curiosidad, pero superficial y dominado por la ambición de ofrecer al público una obra fácil y completa de divulgación con la cual dar a conocer a la generalidad de los lectores la filosofía griega en sus distintas escuelas. Más que las doctrinas, sucinta y a menudo deficientemente expuestas, le interesan las relaciones personales, las biografías, las anécdotas, las leyendas y las agudezas. En ocasiones Laercio parece considerar la filosofía tan sólo como ocioso pasatiempo. No obstante, puede vislumbrarse un interés más profundo en el libro X, dedicado a las teorías filosóficas de Epicuro y en el que figuran las tres famosas cartas del filósofo. La circunstancia de que la obra se cierre con la fiel exposición de esta doctrina permite pensar en una propensión, aunque sólo intelectual y de aficionado, del autor hacia el epicureísmo.

La cuestión de las fuentes de las Vidas de los filósofos es muy compleja: Diógenes Laercio se basó en autores diversos, sin distinción entre los más y menos solventes, mezclando libremente noticias derivadas de fuentes diversas, alargándolas con otras o abreviando lo que otros habían escrito; se sirvió particularmente de las listas en las cuales estaban enumerados los filósofos de cada escuela, de compendios de sus doctrinas, de colecciones de anécdotas y dichos célebres, y añadió a veces trozos originales de varios escritores, preciosos para nosotros. Por lectura directa Diógenes conoció el compendio de los filósofos de Diocles de Magnesia (100-50 a. de C.) y tal vez los manuales de Sócrates de Rodas y de Hipólito, escritores que a su vez se habían servido de las obras mas antiguas de Aristóteles, Teofrasto, Apolodoro o Panecio.

Con todo, la obra es valiosa por las noticias que proporciona de la filosofía antigua. Las Vidas de los filósofos no tuvieron mucha fama en la Antigüedad; en la Edad Media, en cambio, fueron fuente importantísima para el conocimiento del pensamiento antiguo. Diógenes Laercio compuso también versos en metros varios, reunidos con el título general de Pammetro; de esta colección, no llegada hasta nosotros, saca los epigramas citados en las Vidas de los filósofos[1].

¡Cuidado!

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Sileno, en el libro primero de sus Historias, dice que habiendo caído una piedra del cielo siendo Arconte Dimilo, dijo entonces Anaxágoras que todo el cielo se componía de piedras y se sostenía por la velocidad de su giro; de manera que si ese giro cesase, caería el cielo.

Diógenes Laercio
No. 10, Marzo-1965
Tomo II – Año I
Pág. 136