Piedras de ángeles

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Allí dice que las estrellas fugaces son piedras que tiran los ángeles en el Cielo, para alejar a los malos djinns cuando quieren escuchar a escondidas las conversaciones del Paraíso y enterarse de los secretos del futuro.

Lawrence Durrel, en MOUNTOLIVE
No. 4, Agosto -1964
Tomo I – Año I
Pág. 62

¿Cómo será?

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Una persona, ¿es continuamente ella misma, o lo es una y otra vez de una manera consecutiva, a una velocidad tal que produce la ilusión de una estructura continua, como el parpadeo de las viejas películas mudas?

Lawrence Durrell
No. 143-145, Abril-Diciembre 1999
Tomo XXX – Año XXXV
Pág. 121

Las huellas

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Un camello exhausto se ha desplomado en mitad de la calle, frente a casa. Como pesa demasiado para transportarlo hasta el matadero, dos hombres armados de hachas lo despedazan vivo allí mismo. Los filos se hunden en la carne blanca, y la pobre bestia parece cada vez más triste, más aristocrática, más perpleja a medida que le cortan las patas. Por último sólo queda viva la cabeza, los ojos abiertos que miran en torno. Ni un grito de protesta, ni una convulsión. El animal se somete como una palmera. Pero durante muchos días el barro de la calle queda empapado en sangre, y nuestros pies descalzos dejan sus huellas en esa humedad.

Lawrence Durrel
No. 132, Enero – Marzo 1996
Tomo XXVI – Año XXXII
Pág. 71

Lawrence Durrell

Lawrence Durrell

 

Lawrence Durrell

(Charles Norden; Julundur, 1912 – Sommières, 1990)

Narrador y poeta inglés contemporáneo. Estudió en Inglaterra, pero su vida transcurrió casi por entero en la región mediterránea: Corfú, Rodas, Chipre, Egipto y el sur de Francia. Durrell ideó para su propio uso narrativo concepciones literarias de novelistas de gran clase como Conrad, Joyce y Lawrence en Inglaterra, y Gide y Proust en Francia. Al igual que ellos, en su insatisfacción ante las formas existentes, también él quiso crear nuevas técnicas literarias. En cuanto al estilo, el suyo se caracteriza por su riqueza y sensualidad, unido a una gran capacidad evocadora y un gran talento para describir el espíritu de un lugar o paisaje.

 La primera novela propiamente dicha de Durrell es Cefalú (1948), aunque en 1938 había aparecido, en París, El libro negro, obra narrativa donde predomina el elemento autobiográfico. Cefalú está considerada como una de sus más logradas novelas; contiene las principales preocupaciones intelectuales de su autor, sobre las que volvería, luego, en dos series de novelas.

La obra de Durrell podría calificarse como exótica en un primer nivel de lectura, pues fijó sus espacios novelísticos por lo general fuera de Inglaterra. Su monumental El cuarteto de Alejandría, por ejemplo, que lo situó entre los renovadores de la novela moderna por las técnicas utilizadas y por el nivel de la prosa, entre refinada y realista, transcurre en dicha ciudad, pero el talento narrativo de Durrell supo sortear los escollos del exotismo mediante una prosa intensa y gracias a su instinto mágico crear atmósferas trágicas y modernas.

La novela está conformada por cuatro títulos: Justine (1957), Balthazar (1958), Mountolive (1958) y Clea (1960) y cada una repercute en la otra, creando un juego de espejos, como si individualizadas pudieran servir de explicación o punto de apoyo a alguna de las otras, para lo cual optó por utilizar puntos de vista narrativos diferentes, técnica abierta por H. James a comienzos del siglo XX. Justine quizá sea la más lograda del conjunto, por su confluencia natural entre intelecto y naturaleza, entre erotismo y análisis, entre trama y técnica narrativa.

Se entrecruzan en este trabajo literario varios personajes inolvidables: Justine, que simboliza la extrañeza de la mujer eterna, oscura y a la vez fatal; Narouz, egipcio que representa el orientalismo hermético; Nessim, su antípoda cosmopolita y emprendedor ligado a las fuerzas del capital; Mountolive, diplomático británico; y Pursewarden, que alude al escritor. A pesar de poseer una estructura totalmente moderna, las novelas del cuarteto ejercen una fascinación especial por la continua narración de sucesos que las relacionan con obras de corte realista, sustentadas en la trama y las descripciones.

Esta tensión entre dos maneras de escribir resueltas al mismo nivel dio a Durrell una personalidad especial dentro de la novelística moderna, más abocada a un experimentalismo tenaz que al mencionado concierto. Incluso algunos críticos han deducido que tal dualidad es más un defecto que una virtud, ignorando la voluntad del autor. Otros críticos han situado el conjunto dentro de un «realismo mágico o fantástico», haciendo énfasis en el misterio exótico que desprenden las novelas en conjunción con las técnicas relativistas que difuminan el contexto.

La obra y vida de Durrell se relacionaron estrechamente con las del narrador norteamericano Henry Miller, con quien sostuvo una larga amistad e intercambio epistolar. Las estructuras amorfas de las novelas de Miller pudieron haber influido en Durrell y viceversa, aunque cada uno singularizó su estilo hasta el extremo. La obra posterior al Cuarteto de Alejandría no ha logrado el mismo reconocimiento. No deben olvidarse otros libros, como Reflexiones sobre una Venus marina (1955) y Limones amargos (1957), libros de viajes de una extraña belleza. De este último (premio Duff Cooper Memorial) dijo el propio Durrell que no es un libro político, sino simplemente un estudio impresionista de las costumbres y el ambiente de Chipre durante los conflictivos años de 1953-1956.

Otras obras suyas son Tunc (1968) y Nunquam (1970), carentes del virtuosismo de la tetralogía, aunque conservan un lenguaje y un humor macabro; y por último El quinteto de Avignon, que comenzó a escribir en 1974 y que lo integran las novelas Monseñor (1974), Livia (1978), Constance (1982), Sebastián (1983) y Quinx (1984). Si en el Cuarteto Durrell utilizó como simbolismo la Teoría de la Relatividad, en el Quinteto utiliza un simbolismo quíntuple porque, para los budistas, la personalidad está formada por cinco elementos Skandab, que proceden de los griegos clásicos e incluyen casi todas las categorías aristotélicas como fragmentos de la personalidad.

Con posterioridad publicó The big supposer (1972), Carrusel siciliano (Sicilian carousel, 1977) y Collected Poems (1980). La obra de Durrell incuestionablemente quedará como una de las más acabadas expresiones de una narrativa altamente lírica. En 1985 publicó Antrobus (The Antrobus complete) y, póstumamente, apareció su último libro, titulado Visión de Provenza (Caesar’s Vast Ghost: A Portrait of Provence)[1].