Y como nunca los aplaudían, hastiados del anonimato abandonaron sus conchas y se fueron por el camino del olvido.
Desde entonces, actrices y actores mejoraron su memoria. Así se extinguió, por puro capricho, el viejo oficio de apuntador.
Fernando Pérez Torrescano
No. 111-112, Julio-Diciembre 1989
Tomo XVII – Año XXVI
Pág. 663