Recreación

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Después de todo, era su obra. Por eso, cuando vio desmoronarse en esquirlas de plata su mundo maravilloso, y miró que las esquirlas alcanzaban otros mundos y la cadena nuclear continuó destruyendo sistemas, estrellas y galaxias, suspiró y meditó tanto tiempo como puede durar su suspiro.

Con paciencia infinita, recomenzó su primigenia jornada de seis días y un séptimo para el descanso. Todo lo hizo igual que antes, porque aún confiaba.

Eduardo Osorio
No. 123-124, Julio-Diciembre 1992
Tomo XXI – Año XXIX
Pág. 255

De gnomos, unicornios y niños

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Mi unicornio azul
ayer se me perdió
S. R.

Habíanlo secuestrado.

Fueron los gnomos. Sí: esos mismos que llegaron a la ciudad en el otoño del 43 sin que nadie supiera. Gnomos azules, negros y amarillos; rojos, verdes y ocres apoderándose de la ciudad a través de las azoteas, las ventanas, quicios, cerraduras, llaves de cristal, llaves de oro, libros místicos, libros mal escritos, máquinas de escribir sin acento, acentos sobreesdrújulos en las palabras graves, palabras de ensoñación, palabras de aburrimiento… En los sitios más inimaginables habitaban los gnomos y se reproducían en orgías de estruendo y sobriedad.

Entonces en un llamado telefónico exigían no avisar a las autoridades y fijaron las condiciones para la devolución: entregar treinta monedas en la avenida de la Desolación, justo en el segundo del vésper: cualquier error arriesgaría la vida de mi unicornio azul.

Y cumplí. Cumplí en silencio y pleno de mi terror. Entregué las monedas sin demandar contrarrecibo, sin reproche alguno, aceptando sus condiciones de niños perversos cuya única tarea vital en este universo es envejecer y embromar al mundo.

Pero ellos no cumplieron entonces. Tomaron el dinero del rescate y desaparecieron justo cuando concluyó el vésper para dar inicio a una noche sin luna.

Cuando regresé a casa, él estaba allí; rodeado por mis dos hijos que lloraban de alegría y trataban de curarle de todas sus heridas y sufrimientos. Mi unicornio azul, allí, a mitad de la sala, sin su cuerno de marfil, otra vez entre nosotros.

Eduardo Osorio
No. 125, Enero-Marzo 1993
Tomo XXII – Año XXVIII
Pág. 46

Recreación

Después de todo, era su obra. Por eso, cuando vio desmoronarse en esquirlas la plata su mundo maravilloso, y miró que las esquirlas alcanzaban otros mundos y la cadena nuclear continuó destruyendo sistemas, estrellas y galaxias, suspiró y meditó tanto tiempo como puede durar su suspiro.

Con paciencia infinita, recomenzó su primigenia jornada de seis días y un séptimo para el descanso. Todo lo hizo igual que antes, porque aún confiaba.

Eduardo Osorio
No. 105-106, Enero-Junio 1988
Tomo XVII – Año XXIII
Pág. 96

Misión cumplida

Retornó adonde su padre lo llamara.

—Tardaste un poco —dijo el hombre de barba canosa y de un millón de años—. ¿Cómo te fue en la chamba?

—Bien, bien… Nada novedoso —respondió mientras restañaba aquellos estigmas sobre las palmas de sus manos eternas.

Eduardo Osorio
No. 105-106, Enero-Junio 1988
Tomo XVII – Año XXIII
Pág. 55

La idea

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Fue a los catorce cuando el hombre caminaba por la alameda y encontró entre los arbustos una pequeña idea abandonada. Tomó a la diminuta entre sus dedos y sin saber qué hacer con ella la metió en su cabeza. Esa misma tarde llovió sobre él y a la mañana siguiente la idea había florecido. Al paso del tiempo la idea creció y se hizo fuerte; grande, persistente y un ramal de pequeñas ideas se cernió sobre la cabeza del hombre. Una enorme sombra acompañó su adolescencia y parte de su adultez. Pero la idea siguió creciendo hasta que resultó molesta. El hombre entonces, en medio de la neuralgia que lo acompañaba desde los quince, topó con un espejo y descubrió el álamo enorme que le pesaba como si fuera una gran idea de muchacho instruido.

Eduardo Osorio
No. 119-120, Julio-Diciembre 1991
Tomo XX – Año XXVIII
Pág. 335

Eduardo Osorio

Eduardo Javier Osorio García

(n. 27 de junio de 1958, Toluca, Estado de México, México) 

Más conocido como Eduardo Osorio, es un periodista y escritor mexicano. Ex-presidente del Centro Toluqueño de Escritores. Ha editado de medio centenar de libros. Tallerista de lectura, poesía y narrativa. Obtuvo el premio nacional de novela Ignacio Manuel Altamirano en 1990 y 2012

Nace el 27 de junio de 1958 en la capital del Estado de México. Desde los 14 años trabajo en periódicos como El Sol de Toluca, primero archivando fotografías, después como reportero de casi todos los diarios que se editaban en la ciudad en ese tiempo. Probó suerte como periodista en otros estados de la república: Guanajuato y Nuevo León, por ejemplo, pero en el que permaneció más tiempo fue en Chihuahua donde obtuvo el premio estatal de periodismo concedido por la Asociación Estatal de Periodistas Chihuahuenses (1982). Esta experiencia se relata en su novela Club Obrero: fantásticas nocturnidades en Chihuahua.

De regreso en Toluca a través del gobierno del Estado de México publico su primer libro Cuentos Breves para Suicidas y Enamorados (Mayo de 1986) y en 1987 obtuvo la beca del Centro Toluqueño de Escritores por su novela Club Obrero. Fantásticas Nocturnidades en Toluca. También en la colección becarios del CTE publico el ensayo Batalla por el Eco y el libro de poesía El Patio de mi casa. Así mismo gano el premio nacional de novela Ignacio Manuel Altamirano por la novela El año en que se coronaron Los Diablos (1990). Obtuvo el premio de El Cuento: Revista de imaginación (1992). Su mayor éxito editorial: un poemario llamado Bromas para mi padre (1995) que ya esta en la 3era edición, tributo a su difunto padre Enrique Osorio Moreno que falleció en 1991.

Ha sido coordinador y presidente de la asamblea de becarios del Centro Toluqueño de Escritores desde hace ya varios años a través del cual promueve la cultura con el Festival de Cuento Brevísimo que es anual, presentaciones de libros, talleres de lectura, poesía y narrativa. A través del CTE ha editado medio centenar de libros. Su más reciente publicación es El juego del gato y el alfil, galardonado con el premio nacional de novela Ignacio Manuel Altamirano (2012)[1].

No hay plazo que no…


Ni los médicos podrían precisar cuando cuánto tiempo, qué milagro dentro del estado de coma, cuánta agonía. El viejo sólo esperaba. La puerta del cuarto blanco se abrió y la figura de una mujer oscureció las paredes. El viejo suspiró: la había reconocido. Ella dijo:

—Discúlpame, viejo amigo. Tú sabes cómo es la ciudad y su tráfico. Pero ya estoy aquí para servirte

Eduardo Osorio
No. 118, Abril-Junio 1991
Tomo XX – Año XXVIII
Pág. 198