Calle Cangallo


De mis hijos prefiero los medianos. Nacieron mientras estaba en Ushuaia. En aquel sitio de frío y sin noticias, porque no sé escribir y mi mujer tampoco. Es lavandera.

Cuando cumplí, volví. Ella se levantó como a pelear. Estaban mis dos primeros hijos y éstos dos en el suelo.

Me senté. Ella me sirvió la comida. Después nos miramos. Después miré a los hijos, uno por uno, los dos primeros y estos dos. Me gustaron.

Lloré y ella también lloró. Habían pasado algunos años y se notaba. Tuvimos otros con el tiempo. Fueron seis. Algo es, seis. Algo, seis hijos.

Siendo como soy inclinado a enojarme, a beber, me abstuve de otro crimen no por el pensamiento de Ushuaia sino por ellos, los medianos. No por lindos, pobre de mí, mulato y feo. No por rubios, varón y mujer, y alegres, y yo triste. No por nada, sino que los prefiero, y ellos a mí.

Por los seis vendo diarios tosiendo en esta calle que odio cada noche hasta la madrugada. Pero si alguien, de paso, me ve sonreír, es por los medianos.

Sara Gallardo
No. 86, Marzo-Abril 1981
Tomo XIV – Año XVI
Pág. 667

Sara Gallardo

Sara Gallardo

Nació y murió en Buenos Aires. Su primera novela, Enero (1958), situada ya en la “América salvaje, imposible de catequizar” que sería el escenario de todos sus relatos, le valió un inmediato reconocimiento de la crítica, y fue traducida al checo y al alemán. Siguieron las novelas Pantalones Azules (1963), y Los galgos, los galgos (1968), que obtuvo un gran éxito de público, el Primer Premio Municipal y Premio Ciudad de Necochea con un jurado compuesto por Leopoldo Marechal, Aldo Pellegrini y Juan Carlos Ghiano. Eisejuaz (1971), alucinado monólogo de un indio mataco en busca de la santidad, y los relatos de El país del humo (1977) son habitualmente considerados sus obras maestras, sobre el camino luminoso de Juan Rulfo o Mario de Andrade. La rosa en el viento (1979), su último libro, fue escrito en España, primero de una serie de países por los que erró, junto a sus hijos, hasta el fin de su vida.

Escribió una monumental y atípica obra periodística, para Confirmado, Primera Plana y otras revistas durante los años sesenta y setenta, y luego para La Nación, de la que fue corresponsal en Europa. Publicó los relatos infantiles: Los dos amigos y Teo y la TV, ambos de 1974, Las siete puertas, de 1975, y ¡Adelante, la isla! (1982) que incluye un breve texto autobiográfico. Desde la inclusión de Eisejuaz en la Bibliotecade Clásicos Argentinos, que dirigió Ricardo Piglia, y después de un largo olvido, su obra ha sido redescubierta y valorada como uno de los hitos más originales e intensos de la literatura argentina del siglo XX.[1]

A mano


El más tranquilo de los hombres, en el bar me consultan. Soy juicioso por cierto. Acuclillado en el cajón de lustrador miro pasar la gente. O lustro. Conozco los zapatos de mis parroquianos.

“Estoy a mano con la vida” digo. Ellos me admiran.

Estoy a mano, es cierto.

A mi hijo —único— puse un nombre pensado. El del abuelo, el mío, y el que decía la verdad en tercer sitio. Carlos Fidel Deseado. Apellido, González.

Pude costearle los estudios, escuela, colegio, medicina. Se recibió a los veintidós. Lo celebramos con asado. No faltó ni un vecino.

Aquella noche lo mató un tranvía.

Veintidós, ya lo dije.

Tardé treinta años en vengarlo. Veneno. Uno por uno hasta llegar a veintidós. ¿Quién iba a sospechar? La nieta de mi hermana completó la cuenta.

Estoy a mano con la vida, es cierto. En calma, miro pasar la gente. Los mozos me consultan. Soy juicioso. Doy consejos, el corazón frío.

Sara Gallardo
No. 86, Marzo-Abril 1981
Tomo XIV – Año XVI
Pág. 629