Carta a Dios

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Dios, soy Sili. Quiero pedirte perdón por todas las cosas horribles que he hecho desde el día que comulgué. Perdóname por escuchar las groserías de Rosa, por haber espiado al suizo, por verle su sexo a Daniel y por desnudarme en la azotea y tocar mi cuerpo. Sé que son cosas malas, pero no entiendo, Diosito, por qué son tan bonitas.

Estoy triste porque ya no podré comulgar nunca, pues el padre no me va a perdonar tantos pecados, además de que ni siquiera me atrevo a contárselos. Ahora tú y yo vamos a estar separados. Ya no aspiro a ser buena como Sab, ahora voy a ser una niña triste porque mi alma no está limpia y tú no puedes perdonarme. Aunque si quisieras sí podrías perdonarme, sin que los curas se enteren, pero yo no lo voy a saber porque tú no hablas, ni escribes, ni te apareces.

Quiero decirte, Jesús, que pienso mucho en ti y que sí me arrepiento. Por favor, te lo ruego, perdóname. Ya no te prometo ser buena porque eso es imposible. Tú te das cuenta de que sin querer cometo pecados y que sufro por eso. Mira, te prometo rezar, ir a la iglesia y amarte mucho, mucho.

Diosito, no hubieras inventado a los sacerdotes; mejor hubieras hecho una fuente en donde nacieran solitas millones de hostias y todos los que nos arrepentimos y creemos en ti fuéramos a comulgar. Qué padre sería que sólo tú oyeras mis pecados y que me perdonaras sin ponerme penitencia ni castigos; que me perdonaras sólo porque me quieres y yo te quiero y somos amigos. Pero como no es así y tengo que confesarme con esos señores, pues me quedo lejos de ti, triste, muy triste.

Silvia Castillejos
Número 136 – 137, julio-diciembre 1997
Tomo XXIX – Año XXXIII
Pág. 109

Usted o yo

Perdone, es usted sordo o pendejo. Las dos cosas, para servir a usted. Entonces hágame el favor de no leer mi periódico porque le está robando sentido a las palabras. Si no le parece cámbiese de lugar. Si me quito de aquí, no llego nunca. Yo también voy para allá, no se preocupe. Entonces, vuélvase, me incomoda platicar con desconocidos. Yo no empecé la plática pero si quiere le cuento lo que voy a hacer esta noche. ¿Algo especial? Si no me da su cigarro no le digo nada. Ahora pretende beberse todo el humo que me queda ¿pues qué se cree? Se cree, figúrese nomás, que las jaulas de madera empobrecen a la gente, que los enanos hacen el amor parados, que las rubias se pintan el pelo para no dejar de serlo. Mi mujer es rubia. Lo noté desde que se subió al camión esas cosas no se pueden disimular. ¿Sabe una cosa? Bastantes, con decirle que soy catedrático en la universidad de los sueños. Me refiero a que si sabe que su plática es totalmente insulsa; es más, voy a callarme para no dar pie a su conversación. Estupendo, a mí me fascina la gente que no habla. ¿Por? Bueno porque seguramente se la pasa escribiendo, o ¿ha conocido personas que guarden sus ideas bajo el colchón? ¡Qué estupidez! Si acaso se las comen. He ahí lo interesante del asunto. Bueno, en cierta forma, tiene usted razón. No se luzca con las formas mi estimado, le puedo citar por lo menos siete casos en los que se demuestra cómo y por qué las formas desbaratan los espíritus. ¡Ah vamos! de modo que el señor es espiritista, por ahí hubiéramos empezado. Le repito, apiadándome de su memoria, que yo no empecé, y por otro lado me parece absurdo que no traiga agujetas en los tenis. Es que fue un regalo ¿sabe? Y ahí sí ni modo. ¿Le gustan los regalos? Por supuesto, dígame ¿a quién no le gustan? Para saberlo tendría que hacer una encuesta y ya le he dicho que no soy sociólogo. ¿A qué horas me lo dijo? No uso reloj, así que le ruego me permita continuar con mi lectura. Pero oiga. Oigo. Este es mi periódico. Entonces, ¿por qué viaja en camión? Porque no traigo agujetas. ¿Pues no que fue un regalo? cómo inventa la gente. Afortunadamente en la esquina me bajo, es usted insoportable. Nos bajamos dirá usted, ¿o acaso se ha visto que alguien se vaya y deje su cara reflejada en la ventana?

Silvia Castillejos
No. 125, Enero-Marzo 1993
Tomo XXII – Año XXVIII
Pág. 103

Silvia Castillejos

Silvia Castillejos

Silvia Castillejos Peral

Nacida en Texcoco, estado de México, Silvia Castillejos Peral se inició como escritora con narraciones cortas y como guionista de radio y televisión. Estudió letras en la Universidad Autónoma Metropolitana de la Ciudad de México. Actualmente alterna su escritura con su trabajo como profesora de literatura hispanoamericana en la Universidad Autónoma de Chapingo, México. Entre sus publicaciones se cuentan La internacional Sonora Santanera (1987),Debe ser una broma (1989), El Diario de Sili (1996), El día que me volví invisible (2002), Y Malos amores (2002).

Sus cuentos han obtenido diversos premios, entre los que se destacan los siguientes: primer lugar en los Juegos Florales de Literatura Infantil de Lagos de Moreno, Jalisco (1993) y segundo lugar en el Concurso Nacional de Cuento Ciencia Ficción “Palpa”, de la revista Tierra Adentro (1993). El cuento “El día que me volví invisible” la hiso merecedora del primer lugar en el concurso nacional de cuento de la revista Marie laire (1994). Luego obtuvo el primer lugar en el concurso de cuento “Primero sueño” convocado por la Universidad del Claustro de Sor Juana (1994). En 1996 fue ganadora del Premio Nacional de Autobiografías de Mujeres Mexicanas con el libro El diario de Sili. También obtuvo el premio de cuento de los XXII Juegos Florales de la Feria de San Román en 1998, convocado por el gobierno del estado de Campeche y una mención honorífica en el concurso de literatura infantil FIDJI en el año 2000 con el cuento “Raúl y Raúl”

Los temas de su obra ponen en relieve el aspecto humano del México contemporáneo. Castillejos destaca en su narrativa su obsesión por los niños y los viejos y los indigentes. En “Raúl y Raúl”, por ejemplo, a través de un monólogo interno, representa las fantasías de un niño solitario, quien se desdobla en el espejo y así desarrolla una amistad secreta con el otro Raúl. “El día que me volví invisible” es una reflexión sobre la vejez y soledad frente  a un mundo obsesionado por la juventud y la belleza. En “Encuentro en una noche ámbar” crea un ambiente mágico para lograr un encuentro entre una joven y su tía vieja muerta, en el que logran una conciliación postergada. Profundamente mexicana. Castillejos es una exponente del tiempo y momento histórico que reflejan las preocupaciones de la sociedad donde ella ha crecido y se ha desarrollado. Angélica de Icaza la define así: “En su vida y su literatura Silvia es una creadora de atmósferas, de momentos señalados por la magia… En los cuentos de Silvia encontramos talento y un oficio incuestionable, giros de humor… pero también encontramos lo que ha aprendido de la vida expresado con una claridad, con una honestidad a prueba de falsos pudores[1].

Uno de dos

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A Ignacio Aguilar Marcué


Mientras como una guayaba pienso en él (o sea, en ti) y un sabor muy parecido al aroma de tu piel (o sea, a la de él) me despierta. Porque él debería saber (o sea, tú) que desde anoche que escuché tu voz (o su voz) caí en un sueño sin tiempo, sin luz y sin fondo. Él (siempre tú) me hipnotiza y tú me despiertas.

¿Quién de los dos va a hacerme suya?

Silvia Castillejos
No. 126, Abril-Julio 1993
Tomo XXII – Año XXIX
Pág. 143