La cucaracha soñadora

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Era una vez una Cucaracha llamada Gregorio Samsa que soñaba que era una cucaracha llamada Franz Kafka que soñaba que era un escritor que escribía acerca de un empleado llamado Gregorio Samsa que soñaba que era una cucaracha.

Augusto Monterroso
No. 132, Enero – Marzo 1996
Tomo XXVI – Año XXXII
Pág. 101

Presentimiento

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—¿No habrá otra especie aparte de la humana —dijo ella enfurecida, arrojando el periódico al bote de la basura— a la cual poder pasarse?

—¿Y por qué no a la humana? —dijo él.

Augusto Monterroso
No. 138 – 141, Enero – Diciembre 1998
Tomo XXX – Año XXXIV
Pág. 131

Los cuervos bien criados


Los cuervos bien criados

Cerca del Bosque de Chapultepec vivió hace tiempo un hombre que se enriqueció y se hizo famoso criando cuervos para los mejores parques zoológicos del país y del mundo y los cuales resultan tan excelentes que a la vuelta de algunas generaciones y a fuerza de buena voluntad y perseverancia ya no intentaban sacar los ojos a sus criadores sino que por lo contrario se especializaron en sacárselos a los mirones que invariablemente y dando muestra del peor gusto repetían delante de ellos la vulgaridad de que no había que criar cuervos porque le sacaban a uno de los ojos.

Augusto Monterroso
No. 38, Septiembre-Octubre 1969
Tomo VI – Año V
Pág. 619

La fe y las montañas


Al principio la Fe movía montañas sólo cuando era absolutamente necesario. Con lo que el paisaje permanecía igual a sí mismo durante milenios.

Pero cuando la Fe comenzó a propagarse y a la gente le pareció divertida la idea de mover montañas, éstas no hacían sino cambiar de sitio, y cada vez era más difícil encontrarlas en el lugar en que uno las había dejado la noche anterior; cosa que por supuesto creaba más dificultades que las que resolvía.

La buena gente prefirió entonces abandonar la Fe y ahora las montañas permanecen por lo general en su sitio.

Cuando en la carretera se produce un derrumbe bajo el cual mueren varios viajeros, es que alguien, muy lejano o inmediato, tuvo un ligerísimo atisbo de Fe.

Augusto Monterroso
No. 91, No. de 20 Aniversario – 1984
Tomo XIV – Año XX
Pág. 368

Sansón y los filisteos


Hubo una vez un animal que quiso discutir con Sansón a las patadas. No se imaginan cómo le fue. Pero ya ven cómo le fue después a Sansón con Dalila aliada a los filisteos.

Si quieres triunfar contra Sansón, únete a los filisteos. Si quieres triunfar sobre Dalila, únete a los filisteos.

Únete siempre a los filisteos.

Augusto Monterroso
No. 42, Mayo 1970
Tomo VII – Año VI
Pág. 411

Augusto Monterroso

Augusto Monterroso (Tegucigalpa, 1921 – México, D. F.2003),

Escritor hispanoamericano, conocido por sus colecciones de relatos breves e hiperbreves.

Augusto Monterroso nació el 21 de diciembre de 1921 en Tegucigalpa, capital de Honduras. Sin embargo, a los 15 años su familia se estableció en Guatemala y desde 1944 fijó su residencia en México, al que se trasladó por motivos políticos.

Narrador y ensayista, empezó a publicar sus textos a partir de 1959, año en que se publica la primera edición de Obras completas (y otros cuentos), conjunto de incisivas narraciones donde comienzan a notarse los rasgos fundamentales de su narrativa: una prosa concisa, breve, aparentemente sencilla que sin embargo está llena de referencias cultas, así como un magistral manejo de la parodia, la caricatura y el humor negro. Tito, como lo llamaban sus allegados, el gran hacedor de cuentos y fábulas breves, falleció el 7 de febrero de 2003.

La vida en común

Alguien que a toda hora se queja con amargura de tener que soportar su cruz (esposo, esposa, padre, madre, abuelo, abuela, tío, tía, hermano, hermana, hijo, hija, padrastro, madrastra, hijastro, hijastra, suegro, suegra, yerno, nuera) es a la vez la cruz del otro, que amargamente se queja de tener que sobrellevar a toda hora la cruz (nuera, yerno, suegra, suegro, hijastra, hijastro, madrastra, padrastro, hija, hijo, hermana, hermano, tía, tío, abuela, abuelo, madre, padre, esposa, esposo) que le ha tocado cargar en esta vida, y así, de cada quien según su capacidad y a cada quien según sus necesidades.

Tito Monterroso
No. 64, Abril – Mayo 1974
Tomo X – Año XI
Pág. 519